«Aquí y ahora», programa radial que se emite por “Por Siempre Radio 105.1”.- Dar, pedir y recibir. No es fácil saber hacer las tres cosas bien: saber dar, saber pedir y saber recibir. Sólo unos pocos afortunados son capaces en sus vidas de conjugar los tres verbos con soltura. Así, en términos muy generales, se diría que las personas buenas saben dar y recibir, es decir, son generosas y agradecidas; mientras que las malas personas son egoístas, no dan ni la hora, piden con exigencia y son desagradecidas cuando reciben.
Saber pedir puede parecer a primera vista lo más fácil, pero si lo piensas bien es lo más complicado. Conozco a muchas personas extraordinarias que saben dar pero son incapaces de pedir, ni siquiera a la persona que tienen más cercana. Temen verse como pedigüeños o lastimeros y… ¿a quién le gusta dar lástima o ser considerado un gorrón? Los hay que no piden por pura soberbia, ese pecado capital cuyo remedio es la humildad. Pedir con naturalidad, dignamente, es complicadísimo.
Saber recibir debería ser lo más fácil. Pero no basta con decir gracias; el que sabe recibir siente gratitud y no olvida, porque el agradecimiento es la memoria del corazón. La ingratitud es también, por cierto, hija de la soberbia. A veces ocurre que la persona a la que más has ayudado es de la que peor trato recibes, por eso alguien dijo aquello de “qué favor le habré yo hecho a ése para que me trate tan mal”. Ese es seguro un soberbio al que no se puede aplicar lo de “es de bien nacido ser agradecido” y, sí, el “cría cuervos…”.
Saber dar, a nadie se le escapa, supone no echar en cara, no pasar la factura y no alardear ostentosamente haciendo publicidad a diestra y siniestra de lo dado. Dar ostentosamente es casi peor que no dar; es lo que hacen los políticos cuando creen que dan y con demasiada frecuencia a sus bolsillos suman lo que restan. Muy distinto de ese dar sin que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Dar sin humillar, sin que el que recibe se sienta pobre y pequeño, dar sin que se note, imperceptiblemente. Ese dar es compartir con alegría.
La vida es una oportunidad
La vida misma es una oportunidad, la oportunidad más verdadera. Sólo tenemos una. El aliento que entra en nosotros es la definición de oportunidad. Algunas veces necesitamos que nos lo recuerden para mantener claro nuestro objetivo.
¿Qué es lo que quieres en tu vida? Sólo debemos recordar que la vida es un viaje muy hermoso. Tenemos que aprender el arte de dar y recibir. Si sabes recibir amor pero no darlo, no puedes amar. Si sabes dar amor pero no recibirlo, tampoco puedes amar. Tienes que saber ambas cosas. Entonces sabrás lo que es el amor.
Si sabes recibir el aliento pero no sabes dar las gracias, nunca comprenderás su valor. Cada aliento merece gratitud. Es un sentimiento. ¡Sí, ha sucedido! Cuando puedas sentir esa gratitud, empezarás verdaderamente a recibir en tu vida.
Lo más hermoso de todo esto es que ocurre cada día. Recibir y dar. Da tu gratitud y recibe el regalo supremo de la existencia. Aprende a recibir, aprende a dar, aprende a comprender. Entonces el ciclo fluye.