El bar La Capilla, un símbolo del barrio Echesortu, cerrará este viernes sus puertas para siempre por la negativa del propietario del inmueble a renovar el contrato de alquiler a quienes explotan el negocio. Las conversaciones que se iniciaron en los últimos meses no prosperaron y llegaron a un punto sin retorno, por lo cual el final a 90 años de historia es inevitable.
El concejal Edgardo Falcón, quien se puso al frente de diversas iniciativas para lograr la continuidad del bar, manifestó que se encontraron con una posición férrea del dueño del local de Mendoza y bulevar Avellaneda, Pedro Trepat, en la decisión de no renovar el contrato de alquiler a Roberto Nakamatsu y su esposa, quienes están al frente del comercio.
“El diálogo con el dueño fue casi imposible, no tuvo ningún interés en dialogar. No quiere renovar el contrato”, expresó Falcón, quien además dijo que el último lunes la comisión de Planeamiento y Urbanismo del Concejo aprobó la declaración del bar La Capilla como sitio de interés histórico y cultural y que en la sesión de mañana se dictará una ordenanza. “Y, de esa manera, se tenderá al no cambio de rubro del local”, expresó el edil. Sin embargo, nada modificará el destino de cierre del mítico bar.
“Con la declaración que lanzará el Concejo se tiende a que el dueño del inmueble no cambie de rubro. Pero igual no hubo caso. Hicimos grandes esfuerzos con un grupo de amigos y vecinos para continuar al menos por un año más”, manifestó Falcón.
El bar La Capilla es, junto con la construcción de ladrillos a la vista de la iglesia San Francisco Solano que se encuentra en otra ochava de Mendoza y Avellaneda, una postal de Echesortu. Por allí pasaron varias generaciones de rosarinos que simplemente tomaron un café o gastaron horas sobre el paño verde de las mesas de billar, otra particularidad de este bar cuya fecha de fundación data de 1920.
Mañana, como está previsto, se servirá el último café y el viernes ya no habrá atención al público porque ese día estará dedicado a vaciar el local. El contrato de arrendamiento vencerá el sábado y Nakamatsu deberá entregar las llaves.
Falcón lamentó que “el dueño del local no tuviera ningún interés en dialogar”, como tampoco tuvieron ánimo algunos de sus pares concejales por buscar una solución. “Algunos entendieron que la cultura estaba por otro lado, por las bibliotecas, por ejemplo. O que la historia es una estatua y no un bar que forma parte de la identidad de los rosarinos”, subrayó.
Medio siglo detrás de la barra
Nakamatsu tiene 73 años y lleva 48 entre las paredes de La Capilla. Heredó el negocio de su padre, un japonés que a principios del siglo pasado llegó procedente de Brasil y se hizo cargo de la concesión en 1946, después de administrar por un tiempo el bar Imperio, de Córdoba y Sarmiento. Es más, muchas de las sillas que hoy rodean las mesas vienen del desaparecido local céntrico. “Y esa azucarera que está ahí tiene 70 años”, le dijo Nakamatsu a El Ciudadano durante una recorrida por el lugar.
“No se pudo hacer nada. Yo tengo que entregar las llaves al dueño y él después dispondrá qué va a hacer”, dijo Nakamatsu con resignación y sin ánimo de rebelarse ante el inminente cierre. “El jueves será el último día que trabajemos, y no estoy triste porque de ahora en más no voy a hacer nada”, lanzó a modo de broma en diálogo con Radio 2.
En cambio, con menos paciencia oriental se tomó la noticia el dibujante Cheché López, chileno por nacimiento y rosarino por adopción. Es que como vecino de Echesortu fue uno de los que llevó adelante una especie de cruzada para que La Capilla pudiera seguir abriendo sus puertas cada día como desde hace 90 años.
“Fracasamos en la intención de declararlo patrimonio histórico de la ciudad. No pudimos o no supimos transmitir la importancia que tiene este bar”, sostuvo con cierta autocrítica.
“Rosario pierde una parte de su historia y otros ganan algo, vaya uno a saber qué cosa”, escribió en el muro de su Facebook el dibujante, quien luego reflexionó acerca del inminente final del mítico bar: “Se cierra un ciclo y lo único que lamentamos es no poder haber abierto el debate con calidad y razonamiento acerca del modelo de ciudad al que nos enfrentamos”.
Luego, Cheché López aclaró que la iniciativa en la que se había embarcado “no era sólo del bar”, sino de la “preservación como un elemento de la proyección de la memoria y la de la identidad cultural, pluricultural y también diversa en lo social y económico”.
El dibujante se mostró decepcionado porque pensó que “desde las dirigencias y las instituciones del Estado se colaboraría a la resolución de la problemática referida”, pero “no se llegó a despertarle el interés”.
Las primeras repercusiones después de conocerse esta noticia se podían leer ayer en la red social Facebook, donde hace unos meses se creó un espacio para pedir por la continuidad del local. En su mayoría se registraron expresiones de lamento, pero hubo alguien que con un dejo de romanticismo celebró que La Capilla “muere de pie”, con la “identidad que conservó durante 90 años de historia intacta”.