John Hume fundó y lideró durante muchos años el Partido Socialdemócrata y Laborista de Irlanda del Norte (SDLP) y fue uno de los políticos de más alto perfil en esa región durante más de 30 años.
Desde una militancia puesta al servicio de encontrar objetivos comunes para que Irlanda consiguiera un estatus como una sola nación, terminaría jugando un papel muy importante en los esfuerzos para conseguir una solución pacífica para el conflicto en Irlanda del Norte, que culminó con el acuerdo sellado el Viernes Santo de 1998.
Ese mismo año recibió el premio Nobel de la Paz por esos oficios. Hume no dejó espacio sin frecuentar y estuvo permanentemente entre el fuego amigo y el enemigo.
La prensa que perseguía fines distintos lo atacó virulentamente cuando se conoció que mantenía conversaciones secretas, a fines de los ochenta y principios de los noventa, con Gerry Adams, el líder del Sinn Fein, la histórica ala política del Ejército Republicano Irlandés (IRA), que llevó adelante una lucha armada justamente hasta aquél Viernes Santo.
Durante mucho tiempo Hume fue una pieza clave para llegar finalmente a firmar una paz duradera que implicó el desarme del IRA.
Debut en “Domingo sangriento”
Oriundo de Londonderry (la segunda ciudad más poblada de Irlanda del Norte, conocida como Derry), siendo joven Hume quiso convertirse en sacerdote pero al tiempo abandonó la idea e hizo una carrera para formarse como profesor.
No pasó mucho tiempo hasta que comenzó a militar en un movimiento de derechos civiles a partir de una campaña en defensa de la igualdad de derechos y de viviendas para su comunidad.
Esto ocurría en una provincia dominada por los unionistas, y en uno de sus primeros actos militantes intentó sin éxito que no se llevara a cabo la protesta del 30 de enero de 1972 por el temor de que se desatara la violencia, que en aquella época cualquier episodio, por nimio que fuese, provocaba.
Esa fecha pasó a la historia como el fatídico “Domingo Sangriento”, un hecho que quedó grabado en la memoria de los irlandeses. Si bien se dijo que el IRA había fogoneado las protestas, en medio de las movilizaciones masivas para igualar derechos, paracaidistas de élite del ejército británico abrieron fuego contra los civiles desarmados y asesinaron a catorce personas.
Compañero de ruta
En 1974, Hume fue ministro de Comercio durante la breve experiencia de Gobierno compartido; luego sería elegido líder del SDLP y eurodiputado del Parlamento Europeo.
Convencido de que tenía que encontrar una salida que no implicara más costo de vidas humanas, durante los años setenta y ochenta Hume intentó buscar apoyo estadounidense para que hiciese sus buenos oficios con el gobierno británico, de manera de lograr una agenda de pacificación para Irlanda del Norte.
Con algunos contactos clave entre la comunidad irlandesa de Estados Unidos, Hume llegó hasta Jimmy Carter y le arrancó un compromiso personal para manifestarse a favor de su visión sobre el conflicto de su país.
Carter, declarado defensor de causas humanistas –en la medida que puede serlo un demócrata– se mostró muy activo en conversaciones nada menos que con Margaret Thatcher, a quien Hume había denunciado públicamente por su “malos oficios” a la hora de encontrar una salida al conflicto irlandés.
Años después, cuando los acuerdos del Viernes Santo se habían materializado, otro demócrata estadounidense, Bill Clinton, llamó a Hume el “Martin Luther King de Irlanda”, a lo que el irlandés, con la franqueza que lo caracterizaba, respondió que agradecía la comparación pero que a King lo habían asesinado porque su propuesta era absolutamente revolucionaria y si se producía podría modificar uno de los grandes males estadounidenses, el racismo, al que ni los demócratas se le atrevían.
“Sí siento a Martin como un compañero de ruta en el objetivo de cambiar nuestros sistemas clasistas y racistas”, dijo Hume.
Objetivo: no volver a la violencia
Hume fue un activista político muy diestro, lo que le permitió estar de un lado y otro de lo institucional. Seducía incluso a aquellos duros que no transigían en sus posturas y a los que no les importaba las vidas que se perdían en tantos años de violencia.
Así lo reconoció David Trimble, un unionista moderado pero al mismo tiempo un hueso duro de roer. “Había un momento en que John te convencía de que su propuesta era también la tuya, sabía encontrar los puntos comunes para poder avanzar, daba vuelta los impedimentos y encontraba siempre una salida, así pudimos encontrar una solución política mientras sosteníamos el principal objetivo: que no se volviera a la violencia”.
En el proceso para alcanzar la paz, estuvo antes el Acuerdo Anglo-Irlandés de 1985, rechazado posteriormente por ambas partes, y ya casi diez años después el llamado pacto Hume-Adams, que desembocó en el primer alto el fuego del IRA, en 1994, un mojón importantísimo para el Acuerdo de Viernes Santo de 1998 y el desarme de la organización.
Además de sus contrincantes directos, Hume tuvo que enfrentar críticas y acciones hostiles de su propio partido que no se avenían a aceptar las conversaciones con Adams y que él había tratado de mantener en secreto hasta obtener compromisos irrenunciables.
Por su parte, el líder del Sinn Fein había señalado que Hume era un hombre con un gran coraje porque no le importaba poner en riesgo su propia vida para alcanzar la paz en su país.
“En determinado momento, John corría peligro desde todos los flancos porque aun desde su propio sector había recibido amenazas para que dejemos de reunirnos. Él minimizaba esas amenazas y argumentaba que no había nada que pudiera moverlo de lo que sentía que tenía que hacer”, había dicho Gerry Adams.
El arma más contundente: el diálogo
John Hume murió el lunes a los 83 años en una residencia para ancianos en su natal Derry. Su derrotero político fue siempre honesto y directo, nunca apeló a subterfugios para decir lo que pensaba, aun granjeándose enemigos en el seno de su partido.
Decía que había visto morir mucha gente con la violencia incontenible en las luchas fraticidas y que no iba a descansar hasta encontrar un modo de parar esa sangría.
Su rol fue fundamental en el proceso de reconciliación de Irlanda del Norte, sobre todo a partir del Acuerdo del Viernes Santo, hecho por el que obtuvo el premio Nobel de la Paz apenas unos días después de logrado.
Consecuente con su visión de la política, sobre que debía darse en cualquiera de sus términos rechazando toda manifestación de violencia como consigna principal, no se mostró sin embargo condenando el accionar armado del IRA y denunció la represión y tortura que sufrían sus miembros.
“Cuando empieza el espiral de la violencia no se la puede parar con más violencia. Allí la única arma contundente es luchar porque la paz sea posible”, había declarado, lo que le valió el repudio de los sectores más conservadores de su partido.
Esa moderación en su actividad política le permitió encontrar el necesario espacio de convivencia para las dos acérrimas enemigas: las comunidades católicas y protestantes de su país, sobre las que logró imponer su decidida defensa del diálogo como única herramienta para sanar las heridas y encontrar coincidencias.
Personajes tan dispares como el ex primer ministro británico Tony Blair y la líder del nacionalista radical Sinn Fein destacaron la talla de Hume como un gran luchador por la paz.