El gran ilusionista argentino René Lavand falleció ayer a los 86 años en un hospital de la localidad bonaerense de Tandil, adonde había ingresado el viernes con una insuficiencia respiratoria.
De prestigio internacional y dedicado al arte de la cartomagia, además de poseer un innato y desarrollado talento para narrar historias, Lavand adquirió fama a partir de los 60, cuando se dedicó profesionalmente a la magia.
Sus incursiones teatrales y televisivas se extendieron más allá de la Argentina, habiendo participado en programas como El show de Ed Sulivan y The Tonight Show de Johnny Carson, en Estados Unidos, además de actuar en el film Un oso rojo de Adrián Caetano y de ser él mismo protagonista del documental El gran simulador de Néstor Frenkel (ver aparte). Definiéndose a sí mismo en la misma película de Frenkel, Lavand dijo ser “un hacedor de juegos de barajas, un experto en cartas”. Y destacó: “Magia es la fascinación del artista con la que logra la comunicación con su público; de modo que si dicen que tengo magia en escena me halagan pero no me gusta que me digan mago, eso confunde”.
Lavand vivía en Tandil, provincia de Buenos Aires, desde los 14 años. Allí, en diciembre de 2012 se erigió una estatua en su honor en los jardines del Palacio Municipal.
Había nacido el 24 de septiembre de 1928 y, pese a contar con un solo brazo, era un experto en el manejo de naipes y en realizar trucos de ilusión.
Su juego más famoso es la versión que realiza de un clásico de la cartomagia en el que utiliza la frase “no se puede hacer más lento”, además de la palabra “lentidigitación” que, en contraposición a la prestigiditación, define a la ilusión ejecutada lentamente a fin de llevar la imposibilidad a su máxima expresión.
“No se puede hacer más lento”
Por Javier Hernández
Existe una especie de perpetua tensión entre realidad y fantasía, entre ficción y documental. Echando luz sobre esa verdad, el realizador Néstor Frenkel delineó El gran simulador, un film con el que buscó retratar “aunque no hacer una mirada completa o definitoria” del gran ilusionista, René Lavand.
En la película, que tuvo algunas esporádicas pasadas en las pantallas rosarinas, el espectador logra ingresar en la intimidad de un ilusionista que supo recorrer todo el mundo con su arte.
“No se puede hacer más lento”, será quizá una de las frases famosas que más representarán a ese ilusionista que, a los nueve años, perdió la mano derecha al ser aplastado por un auto.“El asunto está en la sumatoria de técnicas manuales y psicológicas puestas al servicio de lograr la ilusión sin que se note la técnica”, supo definir Lavand.
“Lo recuerdo como un tipo que venía de otro mundo”, contó el realizador porteño Néstor Frenkel a este medio en momentos de estrenar su film en el XX Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales de Rosario sobre quien fuera su máximo ídolo cuando chico y a quien, muchos años después y en el marco de un festival de cine, conocería por fuera de aquel espejismo televisivo.
Y, con emoción, recordó ese momento: “Me lo quisieron presentar pero me dio tanta timidez que me fui del lugar al instante. Salí pensando que había algo que me estaba removiendo su figura y tomé la decisión de volver; a las dos horas estaba pidiendo su teléfono para ir a proponerle esta película”.
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