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Adiós a Roberto Schneider: a los 74 años murió uno de los padres de la crítica teatral argentina

Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Santa Fe desde 2017, donde desarrolló toda su carrera, fue por décadas la pluma referencial en materia de escénicas del diario "El Litoral", donde también ejerció por muchos años la jefatura de la sección espectáculos

Tiempos aciagos éstos en los que hay que despedir a personas que, con su trabajo incansable, hicieron grande a la crítica y el periodismo teatral argentinos en tiempos de diarios en papel y firmas ilustres, en la madrugada de este martes, a los 74 años, murió en la ciudad de Santa Fe el licenciado en letras, periodista, docente y particularmente crítico teatral Roberto Schneider.

Figura ineludible de las últimas cuatro décadas a nivel nacional como crítico destacado pero sobre todo como gran referente cultural y difusor de las artes en su medio desde donde se proyectó a todo el país, Roberto solía decir que había heredado «el trono» de la crítica santafesina del gran Jorge Reynoso Aldao, su inmediato antecesor de ese mismo rol en el diario El Litoral, donde se había jubilado luego de 35 años de trabajo hace casi una década más allá de que siguió escribiendo en ese mismo diario y en este último tiempo lo hizo en el periódico santafesino Pausa.

Dueño de un capital único que mezclaba en partes iguales afecto y respeto profesional, el histórico crítico teatral, quien además transitó dos décadas al frente del programa de tevé La cuarta pared (a todas luces algo inédito en el país aunque ya no estaba en el aire), también fue docente de la Escuela de Teatro, conductor por LT10 los lunes por la noche de La fila 10 (programa dedicado al espectáculo y la cultura santafesina), y creador y jurado permanente del premio Máscara que lleva más de 30 años, en el último tiempo, por su amor al trabajo, conducía una serie de entrevistas a ilustres de la escena santafesina a través del canal YouTube de la revista de cultura Toda Santa Fe.

En su escritura notable y sensible, lejos de las frías estructuras a las que debería responder una crítica de las llamadas «tradicionales» u «ortodoxas», desde 1979, esos textos aportaron algunos aspectos fundamentales a la formas y los lenguajes en la reflexión sobre las escénicas que lo posicionan más allá de un saber concreto para acercarlo al teatro y su entorno de producción en el llamado «interior del país», con conocimiento de causa, porque en sus comienzos también había transitado los escenarios como actor.

En primer lugar, se trata de materiales que, dada la convicción y seriedad con la que han sido escritos, confirman la tarea de un crítico que desde sus comienzos supo en el medio en el que se desempeña ir ganando espacios para llevar aquellas primeras apreciaciones breves a cabezas de páginas y tapas de suplementos, algo impensado en el presente.

Del mismo modo, en todos estos años, marcó el pulso de encuentros dedicados al teatro, tanto por sus coberturas como por su presencia ineludible en espacios dedicados a pensar la crítica en mesas de devoluciones, como pasó con el viejo Festival Latinoamericano de Córdoba hoy del Mercosur, el Festival de Teatro de Rafaela que, como el del Mercosur, lo reconoció por su tarea en un par de oportunidades, las Fiestas Nacionales de Teatro organizadas por el Instituto Nacional del Teatro (INT) y su amado Argentino de Artes Escénicas, ya fuera de la agenda de encuentros nacionales, del que fue uno de sus precursores junto con la Universidad Nacional del Litoral.

En 2017, Roberto fue reconocido como Ciudadano Ilustre de Santa Fe por su tarea incansable en defensa de la cultura de su ciudad. En aquél momento, ingresó al recinto y se llevó una ovación que ninguno de los políticos ni funcionarios presentes (ni ausentes) ni siquiera imaginó en el más vívido de sus sueños de gloria.

“Amo apasionadamente esta ciudad, y este recinto lleno de gente que transforma este acto en un hecho profundamente democrático, pero también inclusivo; este acto demuestra que el arte no tiene fronteras y que las sociedades fuertes no deben censurar el arte, sino que, por el contrario, deben celebrarlo”, expresó en aquél momento el también presidente y vice, por dos períodos, del hoy desaparecido Círculo de Críticos de las Artes Escénicas de la Argentina (Critea).

“Nunca en mi trabajo como crítico teatral he tenido el dedo alzado, el ceño fruncido para indicar qué está bien o qué está mal; me gusta ser considerado como alguien que ve un espectáculo y escribe sobre lo que ha visto; cuento qué me pasa a mí con esa representación. Nada iguala la expectativa que se produce cuando se apagan las luces: qué nuevo mundo me propondrán explorar, qué parte desconocida o temida de mí mismo será revelada. Y nada iguala la frustración que siento cuando salgo de la sala como había entrado”, expresó Schneider, definido alguna vez por la dramaturga y directora santafesina Norma Cabrera como el “villano favorito del teatro santafesino», imposible ponerle un título más acertado.

Finalmente, el crítico y periodista completó: “El teatro es para mí la más carnal de todas las artes porque tiene la virtud de la vida; nunca asistimos dos veces a una misma función, siempre será distinto, y ahí está la magia. Amo a la gente de teatro; al teatro le debo algunas de las mayores exaltaciones que he conocido, cuando el dios se revela, cuando un actor o una actriz se convierten en poesía”.

El paso por el periodismo teatral argentino de Roberto Schneider, confirmando las sabias afirmaciones de Oscar Wilde que escribió: «El crítico es el hombre que puede interpretar, de una u otra manera, su impresión de las cosas bellas», quedará para siempre como testimonio que el sentido bisagra de una crítica está en «mostrar siempre a la obra de arte en alguna relación nueva con su época». Roberto sabía mucho de eso, del amor por el arte y por su colegas, muchos de ellos sus amigos entrañables. Roberto sabía de los nuevos tiempos y los nuevos lenguajes, transformándose siempre en nuevo puente, de ahora en más con destino e impacto directo en la memoria de la escena nacional.

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