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Adopción: un tema pendiente

Por: Liliana Nartallo

En estos últimos días se conoció la noticia de la adopción, por parte de un matrimonio mendocino, de una bebé haitiana. Ojalá que todos estos chicos, que en medio de semejante catástrofe quedaron desamparados, encuentren una familia que los cobije y les prodigue la atención y el amor que ellos se merecen. Pero esta situación pone de manifiesto una vez más el tema de una legislación inadecuada en nuestro país para lograr que se lleven a efecto adopciones legales. Tenemos una ley llena de burocracia que lo único que hace es alargar los plazos a tal extremo que perjudica a las parejas que por diversas razones no pueden tener hijos y desean canalizar ese amor, ese sentimiento de entrega que tiene todo padre al cargar en sus brazos a un hijo. Y lo que es peor, le niega a una gran cantidad de niños la posibilidad de un hogar bien conformado.

¿Es razonable que un pequeño quede hasta su adolescencia en una institución porque uno de los progenitores o algún familiar cercano cumple con el requisito de la visita obligatoria y de esta forma mantenga la patria potestad? ¿Es lógico que cuando el niño ha sufrido maltrato y ha sido separado de su seno familiar por encontrarse en peligro, tenga que pasar años de su vida en una institución?

Los hogares de huérfanos y todas las dependencias que se usan para alojar menores, hacen una labor destacable a favor de la niñez, pero en realidad deberían ser un lugar de paso y luego ese chico tendría que poder ser adoptado por una familia para poder recibir toda la contención y la protección necesaria.

Ya de por sí estos chicos cargan con el gran peso de saber que no pueden vivir con sus padres por diversas razones y se les quita de esta forma la posibilidad de recibir esa caricia esperada, ese consejo, ese beso y ese cuidado que sólo personas con el gran corazón de padres pueden brindar. La maternidad no es traer un hijo al mundo, eso lo hace cualquier mujer que esté en condiciones físicas para tal fin, la maternidad es mucho más, comienza cuando un bebé está en brazos de una mujer que con dulzura ya lo protege a través de la mirada. La maternidad implica noches en vela cuando un niño se enferma, risas compartidas por las monerías de la infancia, acompañamiento en los primeros pasos por el colegio, saber analizar y guiar cuando crecen y comienzan las primeras salidas de adolescentes. Padre y madre se es por amor y no por razón biológica. Un padre y una madre, sean biológicos o de corazón, si poseen la capacidad necesaria de amor no se pueden desligar del destino de un hijo; ejercer la profesión de papá es una misión para toda la vida.

Lamentablemente, vemos muchos chicos en la calle y a veces nos asombra su comportamiento, pero no son los culpables de tener que pasar una niñez llena de privaciones, por el contrario, son producto de una sociedad enferma que no halla el rumbo. Chicos que ni del Estado, ni de los padres reciben contención y pasan los principales años de su vida esperando. Esperan lo que no llega y arriban a la adolescencia sintiendo que no tuvieron el derecho a vivir una niñez feliz y llevan una gran carga para el resto de sus vidas. En la vereda de enfrente, esperan las parejas que desean adoptar y muchas veces, ante la falta de respuesta, deben recurrir a otros métodos que no son legales con las consabidas consecuencias.

¿Se cumple así con los derechos del niño? Por supuesto que no. El silencio del aparato judicial y la falta de un cambio en la ley, sumado al silencio de legisladores que deberían actualizarla, hace que la infancia de miles de chicos institucionalizados, abandonados o abusados, se diluya en una inútil espera.