“Lo que más me apasiona es descubrir o ver por primera vez después de un experimento científico algo que no se ha descrito antes”, así se presentó Sonia Villapol, licenciada en Biología Molecular y Biotecnología, en diálogo con El Ciudadano. La profesora en Neurociencias fue una de las primeras científicas del mundo en advertir que el covid tenía consecuencias dañinas en el cerebro. Desde el inicio de la pandemia integra el Equipo de Investigación Internacional de COVID-19 (COV-irt.org) y hoy le preocupa que no se traten tiempo las secuelas de las infecciones por covid y advierte que éstas pueden volverse enfermedades crónicas. También, insistió en la necesidad de que la mayor parte de la población se aplique las dosis de refuerzo que haya disponibles.
Oriunda de Bretoña, al norte de España, migró a Estados Unidos en 2010 donde hoy dirige un laboratorio en el Instituto de Investigación del Centro Médico de Texas. También es colaboradora y editora de revistas científicas internacionales.
“En el laboratorio estudiamos muchos aspectos relacionados con el cerebro cuando está dañado, después de un accidente cerebrovascular, traumatismo craneoencefálico, enfermedades neurodegenerativas, incluso después de la infección de Covid. Todas estas enfermedades, incluido el Covid, tienen un componente inflamatorio y tratamos de encontrar tratamientos para reducir esta inflamación”, especificó.
En el intercambio que mantuvo con este medio Villapol subrayó que el covid persistente (también llamado “long covid” o “covid prolongado” y que implica los síntomas asociados al covid que perduran en el tiempo) es un problema sanitario en crecimiento y que ya empieza a haber investigaciones en este sentido. De hecho, citó un trabajo del medio inglés The Guardian que detalla que en Estados Unidos hay un récord de faltas al trabajo, asociadas a síntomas post covid.
“Alrededor de 1,5 millones de estadounidenses faltaron al trabajo debido a una enfermedad en diciembre. Cada mes, más de un millón de personas se han declarado enfermas durante los últimos tres años. Alrededor del 7% de los estadounidenses actualmente tienen Covid prolongado, lo que puede afectar la productividad y la capacidad para trabajar, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC)”, detalla la investigación y agrega este dato contundente: “La última vez que el número de ausentes cayó por debajo del millón de estadounidenses fue en noviembre de 2019”. Es decir, un mes antes de que se detectaran por primera vez en el mundo, en China, casos de covid-19.
La nota en cuestión es del pasado domingo 29 de enero y está firmada por Melody Schreiber. “El año pasado, la tendencia se aceleró en lugar de volver a la normalidad. En 2022, los trabajadores tuvieron la mayor cantidad de ausencias relacionadas con enfermedades de la pandemia y el número más alto desde que comenzaron los registros en 1976”, escribió.
Más adelante la periodista dirá: “Si durante mucho tiempo el covid sigue afectando al 7% del país, son 23 millones de personas en un momento dado que pueden necesitar adaptaciones en virtud de leyes como la Ley de Estadounidenses con Discapacidades”. En Argentina todavía no hay datos nacionales que den cuenta del avance del covid prolongado y sus efectos.
Sobre qué momento de la pandemia estamos atravesando, Villapol aclaró que depende de cada país, “es más un resultado geopolítico cómo se han gestionado muchos de los aspectos de la salud pública relacionados con la pandemia de un mejor o peor modo” y consideró: “La vacuna bivalente todavía no alcanzó un porcentaje alto de vacunados y es la que protege realmente de la hospitalización por tener una protección contra las variantes y subvariantes de omicrón”.
—¿Qué es el Covid persistente? ¿Cómo se mide su impacto?
La Covid persistente son los síntomas asociados a la infección de SARS-CoV-2 que perduran más de 3 meses y que no están asociados a otro tipo de patología. Muchos de estos síntomas se pueden presentar meses después de infectarse, y otros síntomas son los que perduran desde la infección en la fase aguda. Son debilitantes y afectan a la calidad de vida de los pacientes.
—¿Cuándo empezaste tus investigaciones sobre covid persistente? ¿Qué encontraste? ¿Existen tratamientos?
Un grupo de colegas y yo realizamos un estudio de revisión y análisis estadístico de los síntomas persistentes de la Covid más comunes y encontramos resultados sorprendentes. El artículo se publicó en la revista del grupo de Nature, Scientific Reports, en el verano del 2021.
En los resultados que encontramos se reflejan los porcentajes de los efectos a largo plazo más comúnmente identificados de Covid que fueron fatiga (58%), dolor de cabeza (44%), trastorno por déficit de atención (27%), pérdida de cabello (25%), disnea (dificultad para respirar que se traduce en falta de aliento) (24%) o anosmia (pérdida del olfato) (24%).
Otros síntomas persistentes fueron pulmonares (tos, opresión torácica, disminución de la capacidad de difusión pulmonar, apnea del sueño, fibrosis pulmonar), cardiovasculares (arritmias, miocarditis), neurológicos o psiquiátricos (pérdida de memoria, depresión, ansiedad, trastornos del sueño, paranoia), ageusia (trastorno que dificulta la percepción de los sabores), polipnea (aumento de la frecuencia de la respiración profunda, que provoca sibilancias), dolor en las articulaciones o incluso enrojecimiento facial. No existe un tratamiento único para la covid persistente, pero sí que se pueden tratar los síntomas individualmente, por eso es necesario acudir al especialista apropiado para que estos síntomas terminen lo antes posible.
—En algún momento se dijo que el Covid persistente es la próxima amenaza a los sistemas de salud ¿es así? ¿conocés ejemplos de países que estén mejor preparados para tratar a estos pacientes?
Sí, precisamente pienso que los hospitales deberían de tener unidades post-covid y hacer un seguimiento de los pacientes infectados que requirieron hospitalización o personas que presentan estos síntomas persistentes. Hay muchas bajas laborales y una necesidad urgente de dar con mejores tratamientos para la covid persistente para evitar que se transformen en enfermedades crónicas o se desarrollen otras enfermedades a raíz de estos síntomas sin tratar.
La gente no siempre puede lidiar con la fatiga o continuos síntomas recurrentes respiratorios y se toma días de trabajo, esto afecta a la economía y peligra la estabilidad laboral.
—¿Hay números sobre cuántas personas están atravesando covid persistente?
Se estima que una de cada diez personas sufre algún tipo de síntomas meses después de la infección. Pero depende mucho de la vacunación o de la atención médica de estos síntomas.
—Desde el inicio de esta crisis sanitaria muchas personas han insistido en comparar al covid-19 con una gripe, ¿en qué se diferencian? ¿Por qué es importante distinguir una de otra?
Si entendemos que la covid y la gripe son enfermedades causadas por dos virus distintos, podemos deducir que la sintomatología y la patología sean distintas, a corto y largo plazo. Existen muchos factores que son diferentes, en cuanto a cómo el virus afecta a nuestro organismo, a la replicación viral, transmisión, la sintomatología y los daños que la covid puede causar no son comparables a la gripe. Tampoco el sistema inmune está igualmente preparado para combatir el Sars-CoV-2 que el virus de la influenza por el cual hemos generado una inmunidad más potente a pesar de las nuevas variantes.
—¿Cómo afecta covid-19 al cerebro? ¿Por qué?
El Sars-CoV-2 entra en el cerebro directamente entrando por el epitelio nasal, o daña el sistema cerebrovascular a través de la inflamación sistémica y su circulación produciendo todo tipo de efectos, desde la fatiga, dolores de cabeza o trastornos del sueño como los más comunes. Pero también puede producir otros más graves como ictus o psicosis.
Pero los daños neurológicos causados por la covid que más preocupan son los que duran meses o incluso años después de la infección, sobre todo los neuropsiquiátricos que son aquellos que se asocian a la presencia de cefaleas, deterioro cognitivo (o “niebla mental”), alteraciones del gusto y olfato, depresión, ansiedad y trastornos del sueño.
—¿Las vacunas amortiguan estos efectos? ¿No continuar las dosis de refuerzo nos expone también a más síntomas o a covid persistente?
Sí, ya se ha demostrado que la vacunación reduce el riesgo de covid persistente. La dosis de refuerzo llamada bivalente, aporta protección contra el virus original de Sars-CoV-2 y contra las variantes omicron y todas sus subvariantes que son las que tenemos actualmente. Por lo tanto, para hacer un reforzamiento del sistema inmunitario para protegernos contra la Covid grave, la dosis de refuerzo es necesaria. Si nos protege de la severidad de la infección, también nos protege de la intensidad y permanencia de los síntomas a largo plazo, por eso es necesaria.
—¿Qué peligros supone reinfectarse más de una vez teniendo el calendario de vacunación al día?
Las infecciones son acumulativas y cada vez que nos infectamos tenemos más riesgo de sufrir síntomas a largo plazo, incluso en la gente vacunada porque la vacunación no te protege de las reinfecciones al 100%.
—¿Cuál fue el mayor descubrimiento que tuviste como investigadora desde que empezó la pandemia?
En relación con la Covid, definimos el porcentaje de síntomas persistentes que afectan como estimación inicial, y también identificamos los cambios en la microbiota bacteriana de los pacientes con Covid, como posible diagnóstico de la severidad de la Covid y dianas de tratamientos.
—Las investigaciones sobre covid-19 ¿benefician también los saberes sobre otras patologías? ¿Cuáles?
Sí, sin duda alguna. La investigación en covid persistente ayudará a mejorar los tratamientos de enfermedades como la fibromialgia o la fatiga crónica. También los avances en la nanomedicina gracias a las vacunas contra la Covid, ayudarán a los tratamientos de muchas patologías, desde el cáncer hasta los daños cerebrales.
—¿Qué perspectiva tenés a futuro? ¿Estamos mejor preparados si hay otra pandemia?
Esperemos que sí. Algo se ha aprendido de esta pandemia que ha resultado la mayor catástrofe de salud pública en los últimos cien años. Pero no podemos olvidar de las lecciones aprendidas y de lo que se hizo bien o mal. Los avances científicos que llegaron con la pandemia tienen que ayudarnos para saber enfrentarnos con futuras pandemias para que el impacto no alcance estas dimensiones.