Los principales representantes de los talibanes ya están en la capital de Afganistán para negociar un futuro gobierno tras la toma del poder, mientras aumenta la desesperación de miles de personas que asedian las inmediaciones del aeropuerto para intentar huir y crece la incertidumbre por cómo será el futuro en el país en el resto del territorio.
El cofundador y jefe negociador de los talibanes, mullah Abdul Ghani Baradar, llegó este sábado a la capital afgana para mantener conversaciones con miembros de su grupo y otros representantes políticos con vistas a formar un nuevo gobierno.
«Estará en Kabul para mantener conversaciones con líderes de los combatientes yihadistas y con responsables políticos para formar un gobierno inclusivo», dijo un dirigente talibán a la agencia de noticias AFP.
Se trata apenas del último de una larga lista de dirigentes que hace tiempo no se veían abiertamente en Kabul, la capital afgana, y en los últimos días volvieron a aparecer para confirmar las negociaciones a contrarreloj que dominan la escena política del país tras la toma de los talibanes de la ciudad y de todo el territorio nacional.
Otro histórico líder talibán visto en la capital en días recientes es Khalil Haqqani, uno de los «terroristas más buscados» por Estados Unidos con una recompensa de 5 millones de dólares.
Medios sociales protalibanes mostraron imágenes de Haqqani reunido con Gulbuddin Hekmatyar, quien fue su rival durante la guerra civil de comienzos de 1990 y una figura todavía influyente en la política afgana.
Otra nombre importante de la llamada red Haqqani, Anas Haqqani, también estuvo en la capital y se reunió con el expresidente Hamid Karzai y con Abdullah Abdullah, que dirigía el proceso de paz para la administración anterior.
Mientras estos dirigentes negocian el futuro político del país, miles de personas se mantenían hoy en inmediaciones del aeropuerto de Kabul -el único lugar del país aún bajo control estadounidense- para intentar salir de Afganistán: mujeres con bebés recién nacidos, personas en sillas de ruedas y adultos mayores apretados uno con los otros esperando su oportunidad.
El Ejército estadounidense decide cuándo y cómo abrir y cerrar las puertas de la terminal aérea sin patrón alguno, lo que está enervando todavía más a los afganos que esperan su oportunidad, según la agencia de noticias Europa Press.
La embajada estadounidense en Afganistán alertó hoy a todos los ciudadanos que quedan en el país que se alejen de esta zona por ahora por «potenciales amenazas a la seguridad», luego de informar que han habido agresiones «esporádicas» de fuerzas talibanes a personas que intentaban trepar los muros del aeropuerto.
Hasta ahora, Estados Unidos evacuó 17.000 personas desde allí, una cifra enorme pero que palidece frente a los que siguen demandando un vuelo y la cercanía de la fecha última para la retirada norteamericana acordada con los talibanes: 31 de agosto.
De hecho, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, consideró «imposible» evacuar a todos los colaboradores afganos para el 31 de agosto y lamentó que las medidas de seguridad adoptadas por Estados Unidos en el aeropuerto de Kabul dificultan la operación, en una entrevista publicada hoy por la agencia de noticias AFP.
«Por lo que sé, de momento, los estadounidenses no han dicho que vayan a quedarse más allá del 31 de agosto, pero podrían cambiar de opinión. Quieren evacuar a 60.000 personas entre ahora y finales de este mes. Es matemáticamente imposible», agregó.
Mientras la urgencia pública está puesta en las evacuaciones, las frenéticas negociaciones del liderazgo talibán y dirigentes afganos no son las únicas en esta crisis.
Los principales líderes del mundo y de los países vecinos están manteniendo constantes reuniones bilaterales y, a veces, incluso multilaterales para discutir cómo reaccionar frente a la llegada al poder de los talibanes, 20 años después de ser derrocados por la invasión liderada por Estados Unidos y apoyada durante las dos décadas siguientes por sus aliados de la OTAN.
La serie de reuniones internacionales continuó hoy con una conversación entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y su par turco, Recep Tayyip Erdogan, dos líderes que han decidido mantener sus representaciones en Afganistán y hoy acordaron «reforzar la coordinación bilateral» en ese país, según un comunicado difundido por el Kremlin y reproducido por la agencia de noticias Sputnik.
Putin también habló hoy con Imran Khan, el primer ministro de Pakistán, un país clave en el conflicto afgano y un aliado vital de los talibanes en las últimas décadas; mientras que Erdogan conversó con la canciller alemana, Angela Merkel, aliada suya en la OTAN.
Por el momento, tanto Estados Unidos como la Unión Europea han dejado claro que no reconocen al nuevo Gobierno que está formando los talibanes y esto ha alimentado el temor en Afganistán a un nuevo aislamiento similar al que vivieron bajo el primer Gobierno talibán.
Uno de los primeros efectos ya se siente en la economía.
Los precios de los artículos aumentaron paulatinamente en Kabul y los bancos permanecen cerrados desde la entrada de los talibanes en la capital de Afganistán la semana pasada.
Según el medio local Jaama Press, tanto las entidades bancarias como el principal mercado de intercambio de moneda, Sarai Shahzada, llevan sin atender a los clientes desde el domingo.
Los cajeros automáticos tampoco están operativos y el pago de los salarios a los funcionarios y al resto de empleados de organizaciones privadas están paralizados, lo que ha dejado a miles de personas en el limbo.
Además, en el interior del país se siente cada vez con más fuerza la incertidumbre de cómo será un segundo Gobierno talibán, especialmente para las mujeres.
Pese a las promesas de mayor moderación de la cúpula talibán y de la relativa tranquilidad en Kabul, la capital, en el resto del país ya se empiezan a ver cambios.
Un director de escuela en la ciudad nororiental de Kunduz, donde los talibanes tradicionalmente tienen menos influencia, dijo a AFP que el grupo estaba permitiendo la educación de niñas de todas las edades, pero bajo estricta segregación.
Otra de sus órdenes es que no se permite música ni canto.
Sin embargo, contó que en los mercados y en los hospitales, todavía se podía ver a las mujeres sin acompañantes masculinos.