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Agrotóxicos: ranas y sapos adelantan en Santa Fe y Chaco lo que puede pasar con los humanos

Científicos del Conicet comprobaron durante 4 años el efecto de los agroquímicos en el sistema reproductor y el hígado de los anfibios en arrozales de las dos provincias. “Ya nadie pone en duda de que se están usando sustancias tóxicas”, advirtió uno de los investigadores

Investigadores e investigadoras de Conicet comprobaron que los agroquímicos impactaron en el sistema reproductor y el hígado de ranas y sapos, estado que da indicios de lo que podría ocurrir en otros animales e, incluso, en el ser humano. El estudio, que se publicó en la revista científica Water Air & Soil Pollution, fue realizado por científicos y científicas la Universidad Nacional del Litoral (Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas-UNL) y la Universidad Nacional del Nordeste. Los científicos evaluaron los efectos de la exposición crónica a agroquímicos en dos especies de anfibios que habitan en arroceras de Santa Fe y Chaco, indicó la agencia Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTyS).

Para la investigación eligieron, en cada provincia, un campo arrocero y ambiente natural sin contaminantes donde se colectaron ejemplares machos adultos de dos especies de ranas y sapos. Los investigadores estudiaron dos órganos especialmente sensibles a la exposición con agroquímicos: las gónadas (glándula genital, masculina o femenina) y el hígado.

En Santa Fe seleccionaron una especie de rana (lysapsus limellum) que cumple todo su ciclo vital, desde la fase de renacuajo hasta adulto, en ambientes acuáticos como los que se generan en las arroceras.

En tanto, en los campos de Chaco recolectaron ejemplares de un sapo (rhinella bergi) que inicia su etapa larval en el agua pero que luego, ya en su etapa adulta, se traslada a la tierra y está presente en zonas disímiles, desde sabanas secas hasta pastizales parcialmente inundados. En ambos casos se trata de animales altamente susceptibles que habitan en dichos cultivos y que, por ese motivo, se encuentran crónicamente expuestos a sustancias como bentazon, molinato, propanil, clomazone, 2,4-D y al herbicida más conocido y estudiado en el territorio, el glifosato, entre otros químicos.

 

Contaminados

En el estudio, que se extendió por cuatro años, los científicos determinaron que las dos especies presentaron anomalías por exposición a los agroquímicos. Y la especie presente en los arrozales de Santa Fe mostró alteraciones más visibles en los testículos.

Ambas especies también mostraron alteraciones en el hígado, pero estas fueron más pronunciadas en los ejemplares nativos de las arroceras de Chaco.

Rafael Lajmanovich, integrante del equipo de investigación, explicó que “los anfibios son considerados «especies centinela»”, como bioindicadores claves de lo que está ocurriendo en el medio ambiente. “Son especies que tienen la piel muy sensible y muy permeable, lo que quiere decir que los tóxicos penetran muy fácilmente en ellos”.

Una especie centinela es aquella que es capaz de acumular contaminantes en sus tejidos y ser utilizada para detectar riesgos para los seres humanos y anticipar un peligro.

“Otros estudios indican que el desarrollo hormonal, sobre todo de las tiroides de los anfibios, tiene muchas similitudes con las hormonas del humano”, mencionó Lajmanovich. Aunque se realizaron paralelismos entre los anfibios y el ser humano, el investigador fue contundente: “La exposición a los agrotóxicos es totalmente distinta, pero las alteraciones que se producen son comparables, esto está demostrado”.

“En la actualidad se discute la distancia a la que se debe estar para que la exposición de agroquímicos no haga daño y no el modelo productivo; ya nadie pone en duda de que se están usando sustancias tóxicas”, señaló el especialista.

Añadió que desde el punto de vista de la fauna es un estado de alarma. “Y si lo queremos trasladar a la población humana, sería un incremento del riesgo”.

“Los anfibios brindan servicios ecológicos, cumplen funciones muy importantes en los ecosistemas porque son controladores biológicos de plagas”, precisó y agregó: “Los pesticidas matan a los anfibios e indirectamente generan que haya más insectos”.

 

 

Un cóctel

Además de Lajmanovich, el equipo de investigación tuvo como integrantes a Lucila Curi, Paola Peltzer y Maximiliano Attademo.

Curi marcó que para el cultivo de arroz “se utilizan fungicidas, pesticidas e insecticidas, con lo que las distintas especies están expuestas a una mezcla de compuestos durante toda su vida”.

“Hay agroquímicos –continuó– que tienen la capacidad de actuar como disruptores endocrinos, de manera que pueden alterar las vías de señalización que regulan la reproducción de estas especies”.

Por otro lado, Curi agregó que el análisis del hígado también fue relevante “porque ese órgano cumple el rol detoxificante en el organismo”, de ahí que “si los ejemplares de las arroceras estuvieron crónicamente expuestos, el hígado podría verse más exigido que en ejemplares de ambientes no contaminados”.

Según publicó la Agencia TSS, de la Universidad Nacional de San Martín, en la Argentina se utilizan 107 plaguicidas prohibidos en todo el mundo, de los cuales el el 33% son considerados como altamente peligrosos según los criterios establecidos por la Organización Mundial de la Salud y la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO). El relevamiento lo hizo el ingeniero agrónomo Javier Sousa Casadinho para la Red de Acción en Plaguicidas y Alternativas para América Latina. Entre ellos, se destacan la “Atrazina”, un herbicida que se utiliza para controlar el crecimiento de “malezas” en la agricultura, el “Paraquat”, que se aplica en los cultivos de tabaco y hortalizas, y el glifosato. El nombre comercial del glifosato en la Argentina es Roundup, está patentado por Bayer/Monsanto y se estima que cada año se esparcen mas de 200 millones de litros en las distintas regiones del país.

Este herbicida –por el cual Bayer/Monsanto están enfrentando un centenar de juicios en Estados Unidos y ha sido condenada por un tribunal extraordinario de la Haya– es considerado “inocuo” en el país y se lo utiliza indiscriminadamente desde hace más de 20 años, “lo que ha provocado altas acumulaciones no sólo en los campos, sino que también se han detectado niveles de glifosato superiores a los de los cultivos aun debajo del agua, en el lecho del Río Paraná, por ejemplo, o en aljibes del impenetrable chaqueño, en los que los pobladores colectan agua de lluvia para consumir, ya que el agua de pozo que se obtiene en el lugar no es apta para consumo humano porque tiene elevados niveles de sales”.

Lajmanovich, quien integra el Laboratorio de Ecotoxicología de la UNL, también elaboró junto a colegas de la cátedra de Toxicología, Farmacología y Bioquímica Legal e investigadores del Programa de Investigación y Análisis de Residuos y Contaminantes Químicos de la Facultad de Química de la UNL, el primer estudio que da cuenta de los efectos combinados del glifosato y el arsénico en anfibios.

“La Argentina es uno de los sitios con mayor hidroarsenicismo del planeta y uno de los países con mayor uso de glifosato, lo que la vuelve un escenario de riesgo ecotoxicológico bastante importante, pero muchas veces hay que demostrar ese riesgo de manera experimental”, marcó el especialista. La investigación parieron de de la hipótesis del médico Channa Jayasumana, de Sri Lanka, que en 2014 postuló que el glifosato mezclado con metaloides (como el arsénico) producía enfermedad renal crónica. “Antes que ser un herbicida, el glifosato es un quelante de metales, es decir, que tiene afinidad por los metales. De hecho, fue patentado por Monsanto en 1964 como un producto para destapar cañerías”, advirtió Lajmanovich.

El grupo comenzó los análisis en 2017, y los datos preliminares se presentaron en el Congreso de Salud Socioambiental que tuvo lugar en Rosario en junio de 2019. Y fueron de temer: “Si se considera la toxicidad de la sustancia A, que es uno, y la de la sustancia B, que también es uno, la mezcla de ambas no es dos sino tres”, marcó Lajmanovich y detalló que los resultados más contundentes en cuanto a la potenciación de arsénico con glifosato fueron que producen daño en el ADN, disrupción en las hormonas tiroideas y un aumento en la proliferación celular.

“Ambas sustancias mezcladas producen un efecto que solas no producen, lo que da una fuerte potencia para producir teratología o malformaciones en el desarrollo”, advirtió el investigador. Recordó que y agregó que también evaluaron la exposición aguda (por ejemplo, cuando ocurre una intoxicación), en la que se analiza la letalidad que provocan las sustancias, y la exposición crónica, es decir prolongada en el tiempo, para la cual usaron una dosis ocho veces menor a la dosis que no causa efecto.

Además de Santa Fe el arsénico está presente en los ambientes rurales de las provincias de Buenos Aires, Chaco, Córdoba y Santiago del Estero, “que son además las más fumigadas con glifosato”.

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