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Aguer: el aborto como crimen abominable, Alberto y Peker en la mira canónica

Lo entrevistó el periodista Ernesto Tenembaun y el religioso, nacido hace 76 años en el barrio de Mataderos, se despachó contra al aborto legal, los pañuelos verdes y el libro "Putita golosa". “Creo que debería estar excomulgado” dijo sobre el presidente que saque la práctica de la clandestinidad

El periodista Ernesto Tenembaun llamó al ex arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, para consultarlo sobre el meneado protocolo para la práctica del derecho al aborto legal y las declaraciones del presidente electo Alberto Fernández en el sentido de promover, desde el Ejecutivo, un nuevo debate parlamentario sobre la ley del aborto legal, que amplía y complementa lo que fija el Código Penal desde 1921. El religioso no lo dijo por sí, sino en respuesta a una pregunta: “Creo que debería estar excomulgado”, contestó aclarando que no es una sugerencia suya, como otras funestas del pasado, de su autoría,  sino lo que indica el derecho canónico y que, considera, al próximo jefe de Estado “no le importa” esa sanción religiosa.

Aguer cuestionó la cifra de interrupciones clandestinas de embarazos en el país con las que se pone en debate un problema de salud pública, insistió en cuestionar la literatura y la ideología de género, calificó el aborto como un “crimen abominable” con citas a la doctrina de la Iglesia, afirmó que es una preocupación de mujeres burguesas, no de “chicas pobres”. También se refirió a la “catadura” de las mujeres que identifican sus ideas con el pañuelo verde y recordó la consecuencia de “excomunión” para los médicos que hagan las prácticas de interrupción de embarazo, aunque concedió que a ellos, y a quienes las legislen, reglamenten o impulsen, quizá no les importe esa penalidad religiosa. También se refirió a la persistente caída en el número de argentinos que se consideran católicos: dijo que era un proceso lógico porque en las parroquias les hablan de “cuestiones sociales” en vez de predicar a Dios, como hacen los evangélicos, que por ello suman fieles entre los sectores más humildes.

Ideología de género, filosofía, placer y otras yerbas

Tenembaun le preguntó a Aguer sobre sus críticas, publicadas en el portal El Día de La Plata, al libro de la periodista Luciana Peker “Putita golosa. Por un feminismo del goce”.

“Lo que dice no está bien. Ya sólo el título es muy llamativo. A esa literatura de género le falta mucho para ser verdadera literatura. Sobre todo para tener una base filosófica seria. Enfoca la realidad humana desde un punto de vista totalmente parcial y limitado. El problema del goce, el placer, el sexo, el deseo. La vida humana es mucho más que eso. Se incluye, pero es mucho más. Yo lo que veo en la literatura de género es una reducción a un problema particular, que en todo caso deforma la totalidad del complejo humano que es mucho más amplio, más profundo”, repitió el religioso los cuestionamientos vertidos antes en la nota.

XX, XY, crimen abominable y excomunión

Tenembaun y Aguer se cruzaron primero en un debate sobre la condición de ser humano de un embrión, en relación al aborto. Los estudios genéticos a lo largo del siglo XX impiden negar que se trate de un ser humano, dijo el religioso nacido en el barrio porteño de Mataderos hace 76 años. Y justificó: “Tiene un ADN diverso al de sus progenitores, ya es varón o mujer, XX o XY desde entonces, desde el minúsculo embrión”. Luego citó al filósofo griego Platón: “Es lo que la filosofía occidental ha llamado el alma, ese embrión tiene un alma” porque “se mueve” y eso, adoctrinó, es el “principio de animación”. “Una ameba también se mueve, ¿tiene un alma?”, retrucó el periodista. “Será un alma vegetal”, atinó a responder, en una de sus pocas trastabilladas, el ex arzobispo que, aclaró, está retirado.

Por izquierda

Aguer volvió sobre la teoría de que, detrás de la legalización y la intervención del Estado en el problema de los embarazos no deseados y su interrupción legal, están las políticas globales de “control de la población” sobre los países pobres. Sobre eso, agregó que ocurre “desde hace décadas, sobre todo por influjo de Estados Unidos y grandes corporaciones internacionales”.