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Agustín Guerrero: “Hacer tango hoy es hacer política”

El pianista, líder del quinteto que lleva su nombre, llegará a la ciudad para presentar “Estupidez”, una obra conceptual interdisciplinaria que tiene al género como columna vertebral

“Hacer tango en la actualidad implica tener una postura en relación a la política cultural que, a mi entender, es algo central en la conformación de la identidad y de un país”, afirmó el gran Agustín Guerrero, líder del quinteto que lleva su nombre, en el marco de un diálogo con El Ciudadano en donde adelantó de qué trata Estupidez, la obra “conceptual interdisciplinaria”, como la definió, que presentará por primera vez en Rosario.

Estupidez muestra quince piezas musicales compuestas por el propio Agustín Guerrero, uno de los músicos más importantes del tango actual, precedidas por sonetos escritos y recitados en vivo por el escritor y periodista Pablo Marchetti. En simultáneo, se proyectarán videos realizados por Gonzalo Duro que buscan dar sostén visual al concepto que se quiere representar en cada una de las piezas.

Así, a partir de una estética tanguera, el quinteto integrado por Julio Coviello (bandoneón), Martín Rodríguez (guitarra eléctrica), Diego Rodríguez (contrabajo y bajo), Lucas Diego (batería) y el propio Guerrero (piano, sintetizadores y composición musical) propone una fusión de elementos provenientes del jazz y del rock, a través de un lenguaje propio de la música contemporánea del siglo XX y XXI.

—La idea de esta obra se origina en base a canciones que abordan la estupidez humana. ¿Qué te motivó a trabajar esa búsqueda?
—Se trata de una obra conceptual interdisciplinaria. Y nace, en primera instancia, de un planteo que me hago, como una suerte de hipótesis tras pensar que el hombre está condenado a ser cada vez más estúpido. La justificación de dicha afirmación tiene que ver con el exceso de información, con cómo crece en volumen y a la velocidad con que se transmite por los medios de comunicación. Captamos y asimilamos menos información que tenemos a disposición generando una sociedad compuesta por individuos que desarrollan un saber específico pero más lejos de un saber amplio y abarcativo. Eso genera desfasajes. Esa hipótesis pesimista conduciría a una destrucción. Uno puede, desde el idealismo, oponerse a eso o visibilizarlo y convertirlo en arte. Y esa es la idea de la obra.

—El tono del espectáculo es de denuncia, de despertar de conciencias, o simplemente apela a nombrar las estupideces para visibilizarlas y hacernos reconocer en esas formas. ¿Cuál fue la búsqueda?
—Todo eso que dijiste. De alguna manera es como poner un espejo enfrente de nosotros y de quien vaya a escuchar para que se sienta identificado con las temáticas y que lo haga repensar nuestra sociedad, realidad y vínculos. Por eso los nombres (de los temas) hacen referencia a cuestiones que pueden ser cercanas o lejanas. Tiene una cuestión autorreferencial y autocrítica la obra. No estoy haciendo un planteo de la estupidez del resto sino que lo fundamental es que lo hago desde mí y hacia la gente más cercana y quienes quieran apreciar la obra.

—¿De qué tratan esas canciones?
—Una de las canciones se titula “Monocultivo” y pienso que en Rosario y Santa Fe debe ser una temática bastante presente. Hay otra que se titula “Casa de tango” haciendo referencia a lo que es la comercialización del tango al turismo al que se le ofrece algo berreta, estandarizado y caricaturesco para hacer dinero. Otra de las piezas se llama “Libre Mercado” y tiene una connotación más ideológica planteando que el individualismo, en ninguna circunstancia, puede ser algo beneficioso para la humanidad sino todo lo contrario. En “Hambruna”, otro tema, digo que me parece ridículo y estúpido que haya gente que se muere de hambre en un mundo donde hay tanta riqueza acumulada. En “Disneylandia” hay una crítica al entretenimiento como diversión fácil y sin ningún tipo de conciencia y profundidad. Todas las piezas hacen alusión a una cuestión que, en el fondo, considero que tienen que ver con una incapacidad que tenemos como seres vivientes: incapacidad para construir para el bien común.

—Tardaste cuatro años en escribir la obra y en el medio fuiste haciendo otras cosas. ¿Cómo se fue dando el abordaje?
—Venía charlando esto con Néstor Ibarra, un profesor al que le dedico esta obra. Con él hablábamos del tema porque había un libro que se llama La historia de la estupidez humana. Empecé a sentir y observar lo que hacía gente cercana y yo mismo, cosas que no tenían sentido. La primera idea fue la del “scrum”. Nunca jugué al rugby pero tengo amigos que lo hacen y siempre me pareció gracioso que haya treinta tipos apilados peleando por una pelota haciéndose mierda la columna. Es ridículo y antiestético.

—¿Cómo plasmás las estupideces en música?
—Está bueno porque uno puede tener una idea pero después hay que poder hacerla música. En “Scrum” lo logré plantear musicalmente con dos músicas que van disputándose, como algo tanguero y rockero que se va peleando el espacio en una pieza corta.

—¿Sumar a Pablo Marchetti a recitar en vivo apunta a abrir ese espectro y llegar con más claridad?
—Cuando pensé la obra lo hice sobre músicas e imágenes. Pero en realidad las imágenes vinieron después. Un día pensé en poner textos explicativos como lo hace Les Luthiers y se lo comenté a Pablo. Él me dijo que era muy largo para hablar y surgió, así, hacer sonetos. Le agrega un contenido literario que, a veces, la música como en el ejemplo del “scrum”, desde su abstracción, cuesta más explicar. Con la palabra hay una llegada más simple por más elaborada que sea la poesía. La palabra es concreta y los conceptos son claros sin abstracciones. La música no tiene conceptos, tiene sonidos. Y los sonidos vienen a ser las ideas. Es más complicado.

—La política y la creación artística son dos elementos que van de la mano en tu carrera. Hace algunos años hiciste una adaptación de “Epopeya argentina”, una obra de Astor Piazzolla que le supo escribir al peronismo. ¿El tango es hoy el reservorio de la expresión de denuncia? ¿Ocupa el lugar dejado por el rock de los 70 y 80?
—Considero que sí. Hay expresiones artísticas que toman una postura más definida a nivel político y más explícito, y otros que lo hacen desde un lugar más implícito. Y desde este último lugar todos porque hacer tango en la actualidad implica tener una postura en relación a la política cultural que a mi entender es algo central en la conformación de la identidad de un país. Me parece que hacer tango hoy es hacer política. Y eso lo concuerdo con mi amigo Lautaro Kahler que es una idea de él a la que adhiero. Siendo el tango un género marginal por fuera de cualquier mercado, estando en los márgenes del margen, implica una postura política sí o sí. Hoy el tango no da de comer a nadie. Es como pasaba con el rock de los 70. Tenía un rol artístico, cultural y político porque tampoco generaba plata. El tango ocupa ese lugar hoy en día a pesar de que hay un rock del under que sigue existiendo. Yo digo que el tango es más que un género musical: es una identidad de quienes somos de una zona determinada por la llanura pampeana. Eso puede trasladarse hacia otros territorios y otros países pero no deja de ser nuestra identidad por lo que considero que nosotros somos el tango. Cuestionar si esto es o no tango no tiene importancia. Porque si lo hace un artista genuino, que es fiel a su identidad y a su tierra, de alguna manera está representando el tango, así esté abarcando otros géneros musicales. Porque el tango somos todos los que formamos esta sociedad y yo, lo que hago, es trabajar para la música; yo soy tango.

Para agendar

Estupidez, obra conceptual interdisciplinaria del Agustín Guerrero Quinteto será presentada este domingo, a las 21, en el Complejo Cultural Atlas de Mitre 645

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