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¡Ah, el lenguaje! ¿No es lo más oscuro de la vida?

En “Who is me?”, Pablo Portogalo, ensayista, periodista, autor de una docena de libros y destacada voz de la poesía contemporánea argentina, vuelve sobre una pregunta fundamental que su indagación poética viene buscando abordar cada vez con más fuerza: la relación o vínculo entre poesía y vida


Marcelo Rizzi /Especial para El Ciudadano

La relación o vínculo entre poesía y vida ha sido y es un tema recurrente en la reflexión crítica. En este sentido, la obra de Pablo Portogalo –pseudónimo de Pablo Ananía (Rosario, 1942)–, ha venido destacándose como una expresión profundamente intensa de la poesía contemporánea argentina que busca abordar esa pregunta fundamental. Si, como señala Giorgio Agamben, existe una brecha entre “vida” y “palabra” que ni la existencia individual ni el desarrollo histórico pueden resolver por completo, esta afirmación resuena poderosamente en la obra de Ananía, agregando otra capa de complejidad a su indagación poética.

Hace unos días, una poeta se preguntaba en una de sus plataformas: “¿Hay todavía espacio en la poesía argentina que se escribe hoy para una lírica que se manifieste a través de pequeños objetos perdurables e incandescentes?”

Creo que la respuesta a esta pregunta, podría encontrarse en la prolífica producción de Pablo Ananía de los últimos años. Después de una pausa prolongada en la que no hizo pública su minuciosa construcción poética, Ananía ha vuelto con fuerza, ya sea a través del medio convencional del papel, como en este caso, o mediante los poemas que comparte en las redes sociales.

¿Sin escritura, sin hacer, sin ser, sin otros yos, sin

señal de luz, sin cruz ni habla, sin conciencia, sin

pesar ni nostalgia, cuál es sentido de la escritura?

XI. Nombres (página 43)

Los debates inacabados sobre el “yo lírico” como construcción y deconstrucción del sujeto en el propio acto de escritura son temas que el poeta explora y revela a lo largo de su nueva obra.

Ese yo está vivo todavía, engarbado por la desolación de una superficialidad irrecuperable

IV. Poprischin (página 26)

¿Qué dirá de mis imágenes el amigo Bergson, tan

obstinado, sino que todas son inevitablemente

impropias, que no existe la metáfora?

 

¿Existe en otro idioma lo que otro yo escribe

en lengua extranjera?

V. Yos (página 29)

En Who is me? se lleva a cabo un examen constante a través de versos que exploran las ancestralidades que han moldeado la imaginación lírica del poeta. Este diálogo con los “ancestros” (quizás el único posible con los muertos) se manifiesta no solo a través de las lecturas de toda una vida, sino también mediante fotografías familiares y personales. Se percibe claramente que el poeta aborda la pregunta central de este poemario, que simula una novela personal: ¿qué quedará de mí sino estos frágiles vestigios, este enjambre endemoniado de palabras, estas imágenes congeladas en un tiempo sin tiempo? Tiempo suspendido, a su vez, en la consciencia del lector por venir, sometido a una tensión irreductible una vez que ingresa a este universo semántico tan singular.

Envuélvanse lectores por un instante en esta

capa de viaje que no es un poema.

 

Oigan, si pueden, los pasos en el fondo de

este jardín en ruinas en el que voy perdiendo

mi minúscula memoria.

XII. Consuelo (pág. 47)

A través de estos artefactos de magistral belleza, Pablo Ananía parece sugerirnos que la solución a la paradoja o dilema que reduce una existencia a registros sensibles (escritura, imágenes, etc.), en los cuales el “yo” se disuelve inexorablemente, es al mismo tiempo la condición que posibilita que este mismo “yo” alcance un atributo propio e inconfundible, una vía de acceso a su inmanente perdurabilidad. O para decirlo con palabras de Gastón Bachelard: “La poesía, que es una metafísica instantánea, cuando obedece simplemente al tiempo de la vida, es menos que la vida: no puede ser más que la vida sino inmovilizando la vida, sino viviendo en la realidad la dialéctica de las dichas y las penas. Es entonces el principio de una simultaneidad esencial en el que el ser más disperso y más desunido conquista su unidad”.

¿Qué se conserva de un ángel sino fragmentos

de su habla, restos silábicos, mísero abrigarme

con desechos de su voz? ¿Se van alumbrando

bajo la arcada atónita de la alborada mis ideas

IX. En nombre del ángel (página 37)

Palabras del libro (Nota bene)*

“Podría adjudicársele el enigma «who is me?» a alguno de los personajes del notable William Shakespeare. Pero no es así. En ninguna de sus obras sucede. Ningún personaje se formula esa pregunta. No sé dé donde la tomé. Además, creo, no tiene una traducción precisa al español, aunque a mí me cabe la absolutamente literal: «¿quién es yo?» Interrogar: una treta del yo –escribe Blanchot–: sacrificar al yo empírico para preservar al ego formal, aniquilarse para salvar el alma. Está claro: la pregunta no esconde un sentido ontológico. No se corresponde con la angustia adolescente. No es por el Dasein heideggeriano ni se le ocurrió a Sartre y no tengo registro de haberla leído en Nietzsche. Es, simplemente, consecuencia de la angustia de un actor o una actriz que inquiere al director de una obra en la cual quizás sea protagonista: ¿Me reservaste un papel? Who is me? ¿Quién, qué personaje soy? ¿Cuál haré? ¿Seré uno, muchos, reconocible, anónimo, hombre, mujer, niño, amo, monarca, bruja o ese idiota, el tipo de las lágrimas en Macbeth, ya desprovisto de poder y hasta del habla?”

*Pablo Portogalo

El autor nació en Rosario. Publicó Tipos, observaciones (1981), Ciudad Irreal (1987), La comedia continua (1989), Pensar sin pensar (1992), Más milagro que muerte (1994), Hemos construido este país desde el principio al fin equivocados (1999), Diccionario inmoral de los argentinos (2005), La poema (2012), Un espectro asedia a la Argentina (2017), Mal de ojo (2021), El animal profundo (2022) y Canto a la Argentina, un manifiesto peronista (2023).

 

 

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