El aborto de la amiga que lo hizo sola en un baño con pastillas cuando no se sabía del todo si eran seguras. El de otra amiga que una década después abortó acompañada, en aquelarre, con medio kilo de helado, risas, dolores y cartas para pasar las horas del efecto del misoprostrol. El de las madres que se animaron a contarles a sus hijas décadas después que habían abortado una, dos, tres veces, cuando el debate de 2018 sacó al aborto del clóset. El de la abuela, la bisabuela y la abuela de la abuela. El propio. El de la piba que no sabemos quién era pero necesitaba un teléfono y se lo conseguimos. Los abortos de María Campos, Liliana Herrera y Romina Fernández que murieron por infecciones generalizadas por usar sondas, perejil o perchas. El que le negaron a Ana María Acevedo en el Hospital Iturraspe de Santa Fe y la condenaron a muerte por no tratarle un cáncer para no dañar al feto. Los abortos que terminaron con la vida de más de 3.040 mujeres y personas gestantes desde la vuelta de la democracia. Los cerca de 500 mil que nos hicimos en promedio por año sin importar qué opinaba el Estado sobre el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.
Todos los abortos estuvieron en la memoria colectiva feminista de las millones de pibas, mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries la madrugada de este 30 de diciembre, cuando a las 4.12 el Senado de la Nación aprobó la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo por 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención. En el cierre del año de la pandemia, la Argentina se convirtió en uno de los primeros 10 países en empezar la campaña de vacunación contra el covid-19 y en el más grande en población y territorio de Latinoamérica en legalizar y despenalizar el aborto voluntario hasta la semana 14 de embarazo.
Fue una jornada histórica seguida en las calles y en los palcos del Congreso Nacional, en las plazas y parques de más de 120 ciudades, en los livings de las casas y en distintos lugares del mundo. El debate al Congreso llegó gracias a una genealogía de luchas feministas, con la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito como la articulación federal de una pelea de más de 30 años y con activismos que se desplegaron en todo el país.
Uno de los nombres más evocados de la noche fue el de la activista Dora Coledesky. De hecho, ya muchas y muches bautizaron la ley de IVE con su nombre. La ley fue posible también por el impulso del gobierno nacional, que encabezó la propuesta parlamentaria y las estrategias para conseguir los votos en las dos cámaras.
Un pañuelo verde en las calles de Rosario
La pantalla mira a toda la plaza San Martín y da la espalda a calle Santa Fe. Frente a ella, desde temprano, las integrantes de la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito de Rosario se sientan en reposeras y se preparan para el día más esperado de sus vidas. Muchas llevan más de 30 años peleando por este derecho. Visten ropa verde, barbijo riguroso y pañuelo símbolo del aborto legal en la muñeca. El calor pega fuerte y la plaza se llena de a poco. El ágora de la capital del aborto legal, el centro de la ciudad de la Bandera que cuenta con orgullo que desde 2012 no tiene muertes por aborto clandestino, es el punto de encuentro para dar una vez más la pelea por el derecho a decidir. Mabel Gabarra, Silvia Augsburger, Vivi Della Siega, Silvia Guidobaldi, Soledad Gorostiaga, Lucrecia Aranda, Lali Tubino, Sol Iguri Gorostiaga y cada una de las integrantes de la regional Rosario escuchan atentas cada exposición, mientras a su alrededor la plaza se llena de pibas, lesbianas, travestis, trans, no binaries.
A diferencia de 2018, cuando salieron de la ciudad más de 160 colectivos rumbo al Congreso, este año la pandemia obligó a redefinir estrategias. Lejos de jugar en contra de la visibilización y presión popular, las vigilias en todo el país fueron el escenario y la puesta en escena del federalismo feminista, ese que se construye desde 1986 en los Encuentros Nacionales de Mujeres (ahora plurinacionales y con las disidencias sexuales). La de Rosario fue una más de las 120 que se replicaron en ciudades de toda la Argentina. Pero no fue una más porque ninguna lo es. Como en cada punto del país, tuvo la particularidad de ser el lugar de encuentro de las luchas y las conquistas de las últimas cuatro décadas.
Durante el debate de 2018 de la ley de IVE Rosario saltó a la fama como la capital del aborto legal, como la definió la periodista Luciana Peker. Detrás había una política sanitaria exitosa centrada en garantizar derechos de las mujeres y personas gestantes en todas las decisiones que toman en sus vidas: cuando quieren acceder a un anticonceptivo, cuando quieren maternar, cuando no quieren hacerlo. El famoso protocolo de Interrupción Voluntaria del Embarazo del Ministerio de Salud nacional, que nació con el fallo FAL, en esta ciudad se tradujo paulatinamente en el acceso al aborto legal sin restricciones.
Pero para lograrlo fue necesario mucho más que decisión política. Como la ley de IVE no es sólo consecuencia del impulso del Poder Ejecutivo, la política sanitaria de Rosario es producto de una sinergia de actores y actrices que trabajaron juntos: el movimiento feminista, profesionales de la salud y la gestión pública. Y, de nuevo, no fueron tres actores escindidos: muchas activistas pasaron por la gestión o el poder legislativo, los médicos y médicas estuvieron en gestión y en el activismo, la gestión estuvo integrada e interpelada por ellos y ellas. Eso se tradujo en la provisión de anticonceptivos en los 90, en la ordenanza de salud sexual y reproductiva del 97, en el primer protocolo de aborto no punible del país en 2007, en la provisión de misoprostol, en el parto respetado, entre otras políticas sanitarias.
En simultáneo, la ciudad fue desarrollando un movimiento feminista transversal a las distintas fuerzas políticas e intergeneracional. En la pelea por el aborto legal de la Argentina fue clave el Encuentro Nacional de Mujeres de 2003 en Rosario, donde se dio un giro. Por primera vez se hizo una asamblea de la que participaron más de 400 personas y se agregó a la grilla el taller de estrategias hacia la legalización, un punto fundamental para terminar con las discusiones que se daban con quienes estaban en contra. Mabel Gabarra suele contar que la decisión fue para generar un espacio que permitiera avanzar en debates: quienes estaban en contra podían ir a otros talleres. Fue un cambio sustancial porque dio pie, en el ENM de Mendoza de 2004, a la decisión de formar la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. En ese encuentro en Rosario se dio otro hito en la historia del activismo feminista argentino: por primera vez se usaron los pañuelos verdes para marchar. Con más de 15 mil personas en las calles, fue el Encuentro de las piqueteras, el del primer taller de trabajo sexual y el que tuvo al aborto como bandera. Y, como todo encuentro, definió una vez más la identidad del feminismo local.
En este sentido, hay otro punto central: Rosario es la única ciudad del país que recibió al Encuentro tres veces: 1989, 2003 y 2016. Y cada uno dejó huella. Muchas de las activistas de hoy vienen desde el primero. Con el de 2016 se dio el famoso salto a la masividad de la generación Ni Una Menos. Pero fue también el lugar para una revolución más invisible: la generación intermedia. “Ni pi ni vi”, les dice la feminista santafesina Noelia Figueroa para referenciar que no son las pibas ni las viejas. Esa generación se convirtió en una parte central del activismo y de la articulación transversal feminista.
Toda esa interseccionalidad de luchas, todas esas feministas pibas, intermedias, grandes, pioneras, las médicas y los médicos, las enfermeras y enfermeros, las abogadas y trabajadoras sociales, de la cultura y de la economía popular, las putas y sindicalistas, las periodistas y funcionarias de ayer y de hoy, se encontraron en la plaza San Martín este martes y miércoles. Y fue una jornada para volver a verse después del año de la pandemia y reconocerse mutuamente en la lucha.
Hubo pantalla gigante con transmisión del debate, feria feminista, actividades culturales y sorpresas. También se insistió permanentemente con las medidas de cuidado para prevenir contagios, con el uso de barbijo obligatorio, la distancia social y el uso de alcohol en gel. El verde y el brillo del glitter se mezclaron con el calor, las reposeras y mantas en el piso.
A la sesión en el Senado se llegó con prudencia pero con seguridad. Desde la Cámara alta y el Ejecutivo, nadie quería asegurar que los votos alcanzaban hasta que no se apretaran los botones verdes. Pero el optimismo recorría a activistas, referentas y referentes, funcionarias y funcionarios, legisladoras y legisladores desde el comienzo de la semana. El escenario de empate aparecía como una opción que la mayoría prefería evitar: no porque hubiesen dudas sobre el voto de Cristina Fernández, quien ya apoyó el proyecto en 2018, sino porque la legitimidad de la ley iba a ser más fuerte con mayoría. Nadie esperaba, sin embargo, que la política y el activismo lograran revertir el 38 en contra de 2018 con exactamente la misma cantidad de votos y que el triunfo verde fuera tan contundente, con 11 votos arriba.
Hubo ocho senadores y senadoras que definieron la votación y en los que estuvieron todos los ojos. Todos se inclinaron por el verde. Los entrerrianos Stella Olalla y Edgardo Kueider, la neuquina Lucila Crexell eran los votos indefinidos. También fue clave el voto de Silvina García Larraburu: si bien en los poroteos la daban a favor porque firmó el dictamen, en 2018 había votado en contra. “Mi voto es un voto deconstruido y positivo”, dijo. Además, estaba en duda el apoyo de cordobesa Laura Rodríguez Machado, de Cambiemos, quien sufrió presiones para no acompañar el proyecto. Los otros tres fueron del salteño Sergio Leavy, el catamarqueño Oscar Castillo y el rionegrino Alberto Weretilneck.
En la Plaza San Martín esos fueron los discursos más esperados. Con cada definición positiva la plaza estallaba. También fueron escuchadas con atención las intervenciones de la senadora santafesina por el Frente de Todos, Marilin Sacnun, y su par, el rafaelino Roberto Mirabella, ambos a favor. El de Sacnun, de hecho, retrasó el pañuelazo previsto para las 19 porque desde la Campaña consideraron que era importante que la plaza la escuchara. La abogada atacó los argumentos de inconstitucionalidad y cerró dedicando su voto positivo a Ana María Acevedo, Belén, Lucía y todas las pibas que luchan en las calles por el aborto legal. Fue ovacionada. Pasadas las 20, se hizo el pañuelazo y los cánticos feministas coparon la plaza mientras desde el escenario arengaban. Al terminar los espectáculos, cerca de las 23, la multitud se fue buscando un lugar fresco para sentarse, escuchar el debate y esperar la votación.
Las pioneras, nuestras pioneras, fueron el centro de los mimos. Apenas sucedió la votación y la plaza estalló en llantos, abrazos y más cánticos, Vivi Della Siega quedó rodeada de pibas que agradecían. Ella les respondió: “La única pelea que se pierde es la que se abandona, chicas, nunca dejen de luchar”. Silvia Augsburger recibía cada abrazo tras la advertencia de que estaba transpirada, mientras las chicas le agradecían por la ley de Matrimonio Igualitario, de la que fue coautora con Vilma Ibarra, y la de IVE de 2007, que presentó con su firma, cuando era diputada nacional. Mabel Gabarra trataba de que los lentes no se le empañaran con las lágrimas mientras a su alrededor hacían fila para saludarla.
Y después qué
Durante la vigilia en Rosario las integrantes de la Campaña dieron una conferencia de prensa. Gabarra apuntó directo a los reclamos de inconstitucionalidad que se pueden venir. Esa misma mañana, la senadora Silvia Elías de Pérez había anunciado que, si la ley salía, al día siguiente iba a la Justicia. Gabarra le recordó que en 1994 las feministas ya ganaron esa pelea en pleno menemismo, cuando impidieron la cláusula Barra en la Constituyente del 94. Rodolfo Barra, el impulsor y ministro de Justicia menemista, este año fue uno de los principales voceros en contra de la ley con los mismos argumentos con los que perdió 26 años atrás. Para Augsburger los planteos de inconstitucionalidad son esperables pero no preocupantes. Hay legislación nacional e internacional de sobra para no hacerles lugar. Toda fue expuesta en el debate.
Lo que sí será una tarea para el “después de” es el seguimiento de la implementación de la ley. La experiencia de los protocolos de ILE muestra que habrá provincias con mayores resistencias, más allá de que el carácter de orden público obliga a la implementación sin necesidad de adhesión. También será un punto a prestar atención la regulación de la objeción de conciencia para que no se convierta en un obstáculo para el acceso. Los feminismos tendrán ahí un rol central a la hora de marcar la cancha al Estado.
Sin dudas, uno de los temas de futuro para los feminismos será la irradiación de la IVE en Latinoamérica. Hasta ahora sólo Cuba y Uruguay tienen aborto voluntario, además de Guayana, Guyana Francesa y Puerto Rico, que adoptan la legislación de las naciones de las que dependen. Se suman dos estados de México: el Distrito Federal y Oaxaca (que avanzó en 2019). En Centroamérica hay seis países que están entre los más restrictivos del mundo, República Dominicana, El Salvador, Haití, Honduras, Nicaragua y Suriname, donde no está permitido bajo ninguna circunstancia y la persona gestante es criminalizada y perseguida con la cárcel. El resto tiene distintos grados de penalización y criminalización y sólo lo permite en algunas causales. En todos hay una constante: crecen los movimientos feministas que llevan adelante la pelea por la despenalización y que visibilizan los casos de las mujeres criminalizadas y muertas por abortar.
Con la ley, Argentina se convirtió en el país más grande en territorio y población en legalizar el aborto, saldando una de las deudas más grandes de la democracia. Las mujeres y personas gestantes dejaremos de ser ciudadanas de segunda y se termina el tutelaje del Estado sobre nuestros cuerpos. Durante la madrugada del miércoles, mientras desconcentraban sin todavía creer la conquista, un grupo de amigas se preguntaba cuál será la siguiente. Y soñaban con viajar a acompañar la lucha de otras compañeras para cumplir con la consigna de que América latina va a ser toda feminista.
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Las integrantes de la Regional Rosario de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que hicieron posible la pelea por el aborto legal son: Mabel Gabarra, Silvia Augsburguer, Viviana Della Siega, Lucrecia Aranda, Mabel Bustos, Silvia Guidobaldi, Susana Amichiardi, Eugenia Garralda Lazarte, Gandharí Benigno, Laura Tubino, Norma Lopez, Rosa Acosta, Andrea Campos, Carla Cipolletta, Lelis Coronel, Marina Acuña, Sofia Botto, Sol Iguri Gorostiaga, Eugenia Guzmán, Nadia Perez, Mariana Palacios, Paola Gross, Alejandra Pellizari, Melina Perez, Ernestina Saccani, Florencia Maggi, Ines Córdoba, Isabel Ruiz Diaz, Jorgelina Bardone, Natalia Howlin, Noelia Coudet, Susana Chiaroti, Gabriela Santinelli, Virginia Russo y Soledad Gorostiaga. A todas ellas y a las y les miles que construyeron esta lucha en la ciudad, gracias.