El poeta y psicoanalista argentino Miguel Oscar Menassa (1940), propuesto por la Asociación Internacional de Escritores (IWA) como candidato al Premio Nobel de Literatura, puso de manifiesto la íntima vinculación que existe entre poesía y psicoanálisis y cómo esta dupla distingue toda su obra.
Radicado en España desde 1976, Menassa ha desarrollado una prolífica actividad en varias disciplinas, pero siempre teniendo como punto de partida el psicoanálisis aunado con la poesía en cuanto esta última disparadora de metáforas, y por ende en su posibilidad de extenderse en múltiples significados.
“Tuve influencia cuando era muy chico de algunos autores como William Faulkner, que me llevó a entender a Sigmund Freud, una obra con grandes paréntesis, grandes espacios psíquicos, y a los 12 años comencé a escribir poesía”, cuenta.
“De los poetas de Buenos Aires, me dejaron una huella (Enrique) González Tuñón, (José) Portogalo, (Jorge Luis) Borges un poco menos, (Nicolás) Olivari… algo parecido a la generación del 27 de España”, reflexiona.
Menassa recuerda una anécdota con González Tuñón en la casa de Portogalo donde a los 17 años le muestra un cuaderno lleno de poemas: “Lo leyó y me preguntó para quién escribía. Yo le contesté: «Para el pueblo» y me contestó entonces que tenía que hacerlo mejor y aprender a puntuar. Rompí el cuaderno y escribí Pequeña historia (1961), que es mi primer libro”.
Otro de sus libros, Los otros tiempos, es la historia del grupo con el que Menassa se reunía todos los viernes para hacer una revisión crítica de Freud tras recibirse como médico al final de la década del 60 y con el que fundó en 1971 el Movimiento Científico Cultural Grupo Cero.
Ya en 1975, todavía en la Argentina, su libro Yo pecador había tenido una gran repercusión: “Más de mil personas asistieron a la presentación que se hizo en el Teatro General San Martín y tuvieron que habilitar otra sala”, rememora.
A la novela, llega tardíamente en 1989 con No ve la rosa. Luego le seguirán El sexo del amor (1999), El indio del Jarama, Editoriales (1992-1997), Poeta condenado (2000), Cartas a mi mujer (2001) y Monólogo entre la vaca y el vagabundo (2002).
De su traslado a España Menassa cuenta: “Llegué en agosto (de 1976, tras recibir veladas amenazas) y en octubre di mi primer recital de poesía y abrí un grupo sobre la obra de Freud. Me costó más trabajo adaptarme al aceite español que a mi trabajo”, evoca.
En esos primeros años trasladó el Grupo O de Buenos Aires, con gente más joven. “Era un grupo de psicoanalistas que me propusieron una coordinación grupal de la obra de Freud y Lacan. Y al cabo de una semana me dicen de crear la Escuela de Poesía y Psicoanálisis”, lo que hizo en 1981.
“Ahí se forman muchos de mis más dilectos discípulos, como Pilar Ríos”, dice. “Los psicoanalistas en esta escuela deben escribir poesía hasta que lo hagan tan bien como para publicar y tienen que escribir sobre psicoanálisis para mostrar cómo les fue transmitida esta disciplina”, explica el médico entre cuyos textos poéticos figuran El amor existe y la libertad (1984), Un argentino en España (1987), Poemas y cartas a mi amante local, joven, poeta, psicoanalista (1987), La murga del solo. La guerra del Golfo (1995), Llantos del exilio (2001), Al sur de Europa (2002), La maestría y yo (2007).