“Yo no soy humilde, es difícil serlo cuando lo que uno se propone es ser el mejor del mundo”. La frase es de Alberto Demiddi, el mejor remero argentino de la historia, de cuyo nacimiento se cumplieron 75 años esta semana.
Es que aquella silueta solitaria refugiada en el silencio del Río Paraná, con la única compañía del canto de los pájaros y los tenues chasquidos del agua, sudando sacrificio y perseverancia no tenía otra meta que no fuera el escalón más alto de los podios internacionales. Más tarde, lejos del país, solo con su bote, sus dos remos y una voluntad indomable, Demiddi hizo ondear muchas veces la bandera celeste y blanca hasta el tope de un mástil victorioso. Quiso ser el mejor. Y lo logró.
Apodado por sus rivales como “La Máquina”, Demiddi fue el más grande remero de la historia del deporte argentino, pero siempre lamentó haber perdido su mejor carrera. Fue campeón argentino, sudamericano, panamericano, europeo y mundial, pero llegó segundo en la carrera que no podía perder, la del oro olímpico en Munich 1972. Y se lo reprochó siempre.
Hombre talentoso, decente, obstinado y solitario, no era sencillo tratarlo: él mismo admitía tener “un carácter de mierda”. Y esa frontalidad le bastaba para cruzar a la vereda de enfrente del poder dirigencial, para no prestarle atención a los periodistas o para pelearse cuando hubiera una causa que lo justificara.
Demiddi había nacido el martes 11 de abril de 1944 en Capital Federal, pero llegó de muy pequeño con su familia a Rosario y su destino parecía ser la natación. Su padre, un romano que había aprendido a nadar en el río Tíber, era entrenador en el Club Atlético Newell’s Old Boys y comenzó a entrenarlo mientras Alberto estudiaba en el colegio Dante Alighieri.
Representando a Newell’s, club del que se hizo hincha, Demiddi fue campeón de natación dos veces en los 400 metros, y cuando Luis Alberto Nicolao –único nadador argentino que batió dos veces el récord mundial de 100 metros mariposa– era el primero en el ranking, el nombre de Alberto Demiddi aparecía en el quinto lugar.
“Aspiraba ser nadador, es verdad. Es más, uno de los mejores recuerdos que tengo del deporte fue cuando gané a los 13 años en el campeonato de natación de Rosario. Pero un año más tarde mi papá me vio fumando a la salida del cine, me corrió desde el cine hasta el Monumento a la Bandera y ahí se terminó mi etapa de nadador”, contó una vez Demiddi sobre aquella disputa con su padre que lo alejó de la pileta y lo acercó al bote.
Los primeros remos
“Por entonces, todo lo que era deporte me llamaba la atención: hice básquet, atletismo, frontón, tenis criollo, pero sin asentarme en uno en particular. Estaba en quinto año de la Dante cuando Napoleón Sivieri, presidente del club de Regatas Rosario, le pidió a mi padre que me probara en remo. Y así empecé, a los 16 años”, rememoró.
A partir de entonces, en las aguas del Río Paraná, comenzaron a forjarse sus sueños.
“Al mes de estar practicando remo faltó un integrante de ocho juniors, me pusieron y tuvimos la suerte de ganar dos o tres regatas. Comprendí enseguida que se trataba de un deporte duro, duro como pocos, pero quizás esos primeros triunfos de entrada me animaron”, rememoró una vez Demiddi en una nota de la revista El Gráfico.
Por esos años, una tarde en el Tigre vio remar a Mario Nadelcu, campeón single, y advirtió su estilo muy particular de mover el bote. “Era como si viniera en una nube, me gustó y prometí hacerme singlista”, graficó Demiddi. Pero, además, su temperamento no podía permitirle más que correr en solitario: “Era muy jodido”, reconoció siempre.
Su empuje, tenacidad y resistencia con un par de remos cortos le valieron para conseguir sus primeros éxitos importantes.
Demiddi forjó su carrera como atleta en las aguas del Río Paraná y luego llegaron los títulos nacionales, y la proyección sudamericana. En 1962 se consagró campeón argentino single scull, título que revalidó ganándolo 12 veces seguidas, hasta 1973.
Del Paraná hacia el mundo
En 1964 se produjo su despegue internacional. Obtuvo el campeonato Sudamericano en Laguna do Freitas, próxima a Río de Janeiro, y con el estímulo y el dinero del propio Napoleón Sivieri viajaron a Inglaterra para la exigente Real Regata de Henley –la más antigua y distinguida regata de Europa–, donde entró segundo.
Ese meritorio segundo puesto motivo el elogio del prestigioso sir Eugen John Henry Vanderstegen Millington Drake, ex embajador británico en Buenos Aires (entre 1929 y 1933), quien después de verlo competir le escribió una carta diciéndole: “Lo felicito por su actuación y le auguro muchos títulos. Admiro en usted un estilo que no he visto en otros remeros”.
También 1964 fue su bautismo olímpico con el cuarto puesto logrado en Tokio.
Las conquistas siguieron: fue nuevamente campeón sudamericano 1965 y 1968, campeón panamericano 1967 en Winnipeg, Canadá, nuevamente segundo en Henley 1966, y en los Juegos Olímpicos de México 1968 escaló el peldaño más bajo del podio: su bronce fue una de las dos medallas que el deporte argentino logró en esas olimpíadas.
Al año siguiente, las canchas europeas supieron de su calidad, cuando se consagró campeón continental. El lago Wörther, en Klagenfort, Austria, fue testigo de su primera conquista en el viejo continente. Todo el país habló de la hazaña de Demiddi, un empleado del Banco Municipal de Rosario, hincha de Newell’s, de 81 kilos y 1,83 de estatura, que andaba en un Fiat 600.
Campeón del mundo en Canadá
Una vez consagrado campeón de Europa, la próxima meta de Demiddi fue el campeonato del mundo de single scull, a disputarse en Saint Catherine, Canadá, en setiembre de 1970. Pero a su regreso de Austria el bote con el que había ganado el campeonato europeo se rompió en Hamburgo, Alemania.
El seguro encargado de la reposición encomendó la construcción de un nuevo bote a la prestigiosa carpintería suiza Stämpfli. El nuevo bote medía 8,10 metros de largo, en su parte más ancha 52 centímetros y pesaba 18 kilos: era un poco más largo de lo común.
“Debe ser la primera vez que Stämpfli construye una nave con la orza torcida. Al tener mayor base de sustentación el bote no cabecea. Este detalle inesperado complicó todo lo previsto”, explicó Demiddi.
Pero ese no fue el único inconveniente que Demiddi tuvo que superar para consagrarse como el mejor remero del mundo. El barco que transportaba su nuevo bote hacia Canadá –también llevaba las embarcaciones de los de los alemanes orientales, sus más firmes competidores– tuvo una avería en una máquina y se detuvo en Londres a repararla, llegando así tan sólo dos días antes de la competencia, prevista para el 6 de setiembre de 1970.
“Era mi gran objetivo –contaría después–. Corrí las eliminatorias sin saber cómo era la embarcación”.
“En las series anduve bien, pero (el soviético Yuri) Malishev hizo un tiempo más veloz. En la final tenía cinco rivales en la cancha y uno adicional: el calor. Hacía como 40 grados. Salí en punta y me asediaron hasta los 1.200 metros. Vi como Malishev me pasó. Yo fui una computadora IBM: recordé otras carreras donde el ruso aceleró de entrada y después tuvo que agachar la cabeza. Fue así, y en los 1.500 metros ya se estaba quedando. Fue la mejor y más brava carrera de mi vida. Salí a 40 remadas por minuto; luego andaba en 36, disminuí a 32 y rematé en 34”, recordó.
“Después gané con cierta holgura. Agobiado por el calor, Malishev entró quinto”, contó Demiddi.
Los años trajeron más y más títulos: el Sudamericano 1970, el Panamericano 1971 en Cali, Colombia, y ese año retuvo en el lago Bagsvaerd, en Copenhague, Dinamarca, el campeonato Europeo que había conquistado en 1969 en Austria.
En 1971 Demiddi también se dio el gusto de ganar la Real Regata Henley, en la que había sido segundo en 1964 y 1966, venciendo espectacularmente en la final al norteamericano Jim Dietz.
Su último gran desafío era lograr la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Munich 1972, en una regata que fue televisada para la Argentina y que “el relator de América” José María Muñoz narró por Radio Rivadavia.
“Me entrené a fondo, como siempre. Era supervisor de ventas de Coca-Cola en Rosario y me habían dado un par de meses de licencia para prepararme”, recordaría después.
Pero Demiddi sabía que era el gran favorito, y por eso su rostro no disimuló la amargura en el momento en el que el soviético Yuri Malishev saludó con el oro en lo alto. Él salió segundo.
“Me ganaron bien. Simplemente me pasó algo muy íntimo: hacía mucho tiempo que no perdía y ya estaba desacostumbrado a mirar las cosas desde abajo”, reflexionó Demiddi, para quien la medalla de plata en Munich 1972 no fue consuelo.
Y ya no hubo revancha. Malishev no corrió más contra él, y Demiddi sintió que lo apuraba el retiro. Dejó de ser remero en 1974, el mismo año en que su querido Newell’s Old Boys ganó su primer campeonato de primera división de la AFA en la cancha de Rosario Central.
Luego se destacó como entrenador del Club Regatas La Marina en la ciudad de Tigre.
Fue distinguido con dos premios Olimpia de oro (1969 y 1971), un premio Konex de platino como uno de los mejores deportistas argentinos y un diploma al mérito en su deporte (ambos en 1980).
Alberto Demiddi murió el 25 de octubre de 2000, en San Fernando, provincia de Buenos Aires, víctima de cáncer. Tenía 56 años y un sitial destacado en la historia más gloriosa del deporte nacional.