La inflación de febrero le propinó un golpe de realidad a las expectativas futuras del gobierno nacional a pocos meses de la contienda electoral. El 6,6% que dio a conocer durante la semana pasada el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) posiciona a la gestión económica de Sergio Massa más cerca de donde comenzó que del objetivo de reducir el índice de precios al 4% mensual. Con más certezas que incertidumbre sobre lo que puede ocurrir en el corto plazo, las negociaciones salariales siguen adelante y hasta los acuerdos trimestrales empiezan a quedar desactualizados.
Más preocupante aún que las pérdidas constantes que vienen sufriendo los salarios respecto a la inflación en los últimos años, es la dificultad que trae aparejada la dispersión de precios y variaciones en los acuerdos futuros. La economía normalizó aumentos diarios (o semanales) en todos los rubros esenciales mientras que en el mejor de los casos los salarios pueden contar con intervalos de aumentos trimestrales. Este escenario genera un sube y baja constante en el poder adquisitivo y dificulta saber si la mejora conseguida por un gremio es duradera o transitoria, ni cuánto puede llegar a durar.
Un ejemplo claro sobre la incertidumbre y desconfianza que existe en relación a las estimaciones inflacionarias del gobierno nacional es la negociación que acaba de cerrar la provincia de Santa Fe con los docentes. El acuerdo llegó una vez que la oferta se estiró al 40% para el primer semestre, en tres tramos (22% en marzo, 10% en mayo y 8% en julio), con cláusula de revisión y reapertura a fines de julio. El número en sí deja expuesto que el 60% de inflación anual fijado por Nación fue demasiado optimista, mientras que las condiciones aceptadas por la administración provincial admiten que el índice de precios terminará el año mucho más arriba de la estimación.
En su último informe de coyuntura, el Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso), analizó este fenómeno y sostuvo que las pautas de inflación anunciadas por las autoridades económicas, como se vio en la historia reciente, no garantizan que la inflación converja a ella. Pero al momento de fijar una pauta hacia adelante, mínimamente tiene que ser consistente con lo que otros incrementos nominales ya fijan para adelante.
“El 60% que puso el gobierno sobre la mesa quedó a mitad de camino entre un plan de estabilización y una baja gradual de la inflación. El problema de esa pauta es que surge de un modelo fiscal y monetario que no contempla los fenómenos inerciales sobre los que tanto hemos venido insistiendo desde el Ceso y que se ha instalado como una cuestión central en los discursos pero no en las políticas. Así, la pauta de inflación oficial deja de ser creíble y atar las paritarias a la misma sólo sirve para generar pérdidas salariales que obliguen a renegociar al poco tiempo”, consideraron desde el centro de estudios.
Los niveles de inflación y las constantes caídas del salario real se hacen cada vez más pronunciadas y dificultan conocer los ingresos reales de un sector, ya que nadie tiene muy en claro si la mejora que consiguió en un acuerdo paritario es duradera, transitoria o cuanto puede llegar a durar. Desde Ceso graficaron el comportamiento y el impacto que tienen los acuerdos trimestrales durante un año con distintos escenarios de inflación.
Lo que quedó claro durante estos últimos años es que la alta inflación no se explica precisamente por la presión salarial. Fue una teoría discutida entre 2007 y 2015, que quedó completamente relegada desde 2016 en adelante cuando la inflación se aceleró y los ingresos de los trabajadores perdieron gran parte de su poder adquisitivo. Así, la realidad distributiva dejó de lado aquellas teorías que ponían en la puja salarial la base explicativa del aumento de los precios. En 2018 el año comenzó con paritarias cerrando en torno al 15% y la inflación fue de 47,7%. En 2021 los principales acuerdos se firmaron en torno al 30% y la inflación terminó siendo del 50,9%. “Si hay alta inflación no es porque los salarios hayan aumentado excesivamente. Por el contrario, a lo largo de estos años se los ve correr de atrás a los precios”, señalaron desde Ceso.
La poca reacción de los salarios en 2018 y 2019 significó una fuerte pérdida de poder adquisitivo frente a la aceleración inflacionaria. Dejando de lado el período excepcional de la pandemia, en 2022, a pesar de haber duplicado otra vez la inflación respecto al año anterior, no se vio un fenómeno de caída en los ingresos tan pronunciado. Eso se explica por el estado de “paritaria permanente” en el que se encuentran la mayoría de los convenios. En 2022, la caída del salario registrado se dio entre julio y agosto. Luego, desde noviembre se vio incluso una leve recuperación
Los informales
Si la situación de los sectores que cuentan con un empleo formal y paritarias abiertas se encuentra envuelta en la incertidumbre, la de aquellos que poseen menos recursos es más que preocupante. Entre ellos se puede identificar a quienes cobran programas con transferencias desde el Estado y a los informales. Los primeros incluso cuentan con mayor certidumbre e ingresos acordes a la evolución salarial que los primeros.
En enero de este año, el programa Tarjeta Alimentar estaba un 24,7% por debajo en términos reales desde enero 2020 – el momento de su entrada en vigencia – y un 4,8% por encima del valor de enero 2022. El Haber Mínimo Jubilatorio (HMJ) incluyendo bonos, también estaba un 4% por encima del valor de enero 2022 pero 24% por debajo de enero 2020. En este caso vale aclarar que diciembre 2019 y enero 2020 tuvieron los bonos más grandes de los últimos años. Sin incluir los bonos, el HMJ estaba un 14,2% por detrás del valor que tuvo en enero de 2020 y es un 13,3% abajo del de un año atrás. Por último, el Salario Mínimo Vital y Móvil, referencia para el programa Potenciar Trabajo, estaba un 6,6% por debajo de enero 2020 y un 2,8% por encima de enero 2022.
Ante el inicio de la campaña electoral, una de las incógnitas es si el oficialismo desplegará más políticas públicas para alcanzar a estos sectores. Por ahora, medidas como la ampliación del universo de Asignaciones Familiares benefician a un sector medio entre los que empiezan a pagar Ganancias. Por otro lado, el nivel de crédito formal en toda la economía hoy es muy bajo, pero los programas que tiene de estímulo al consumo vía crédito impactan en sectores medios y no tanto en los sectores informales que, si acceden al crédito, es por montos relativamente pequeños. Las transferencias directas ya están en niveles históricamente altos y el espacio fiscal es acotado, aún logrando que el FMI sea flexible en la meta fiscal. La pregunta que todavía no tiene respuesta es si el FdT tendrá una política orientada a su base social todavía mayor a la que tiene actualmente y, en caso de hacerla, si tiene chances políticas de capitalizarlo.