“¡Bienvenida a Got Talent Argentina!”, gritó el bailarín y jurado uruguayo Emir Abdul Gani ante la mirada expectante de la rosarina Alejandra Belinky. Así el pasado domingo 3 de septiembre la cantante local pasó a la segunda ronda del programa que, con la conducción de Lizy Tagliani, se emite de lunes a jueves a las 21.45 y los domingos a las 22.15 por Telefé.
Minutos antes, Alejandra había subido al imponente escenario de este formato internacional, había contado que es madre de cinco hijos, docente y antropóloga y que uno de sus sueños es que “la ópera no esté encerrada en los teatros para un grupo selecto; que la gente vaya al teatro a ver ópera pero que también esto se difunda más ampliamente. Es un arte hermoso”. Y luego empezó a cantar ante la inocultable cara de asombro de La Joaqui, la referente de la música urbana y otra de las jurados del certamen junto a Abel Pintos y Florencia Peña.
Alejandra llegó a Got Talent después de un largo recorrido que incluye desde las clases de guitarra de Viky en Arroyito cuando tenía 14 años, pasando por las Master Class presenciales y virtuales con la reconocida cantante lírica santafesina, radicada en Europa, Virginia Tola, hasta las jornadas de “canto callejero” en la peatonal Córdoba rosarina. “No fui al programa a competir, no me gusta la competencia. Todos van a mostrar algo que aman hacer y todos tienen derecho a que les vaya bien. Como artista y como persona crecí mucho más compartiendo que compitiendo”, dijo Alejandra a El Ciudadano.
La voz de mamá
Alejandra comenzó su recorrido en la música cuando tenía 14 años y con guitarra en mano. Las clases de Vicky en Arroyito la pusieron frente a frente con su amor por la música y le enseñaron la importancia de que los docentes de arte sean amorosos y respetuosos, algo que intenta replicar hoy con sus alumnos.
Siempre le gustó cantar. La voz “todo terreno” la heredó de su mamá que como docente se hacía escuchar. “Yo iba a la escuela donde ella trabajaba y se la escuchaba en todo el edificio”, contó entre risas. Cuando terminó la secundaria se anotó en la Escuela Provincial de Música. Y a los 23, cuando ya perfilaba para ser antropóloga, empezó en la lírica.
“Siempre me gustó el canto, en la escuela de música todos me decían que tenía buena voz pero sentía que el Teatro Colón y todo eso era algo que no estaba a mi alcance”, dijo. Y reconoció que fue un vecino de su edificio al que escuchaba cantar ópera quien la animó a empezar: “Por eso voy a las escuelas, les canto a los chicos y les digo: «Ustedes lo pueden hacer si quieren, la ópera es para todos». Porque parece que uno tiene que ser una especie de extraterrestre para tener esa voz cuando en realidad es como cualquier deporte, entrenamiento, podes tener facilidad o no, pero se desarrolla. No es algo para poca gente”, aseguró.
Los golpes de suerte
Cuando Alejandra se casó y tuvo su primer hijo dejó de estudiar un tiempo hasta que se mudó a zona sur. “A la vuelta de mi casa daba clases otra profesora. La vida me fue poniendo esas cosas, es increíble”, dijo.
“Cuando entré como becaria en el Conicet estuve muy abocada a la investigación con la responsabilidad que me generaba trabajar para el Estado. Investigaba sobre Religiosidad Popular, tengo publicaciones nacionales e internacionales, y no pude dedicarme a la música. Era como un hueco en el alma. Es como que te falta una parte de vos, como que vas perdiendo tu identidad. Yo puedo estar sin investigar, aunque tengo un poco entrenado el ojo clínico, una mirada antropológica para todo, pero sí puedo decir que no puedo vivir sin hacer música, no puedo estar un día entero sin cantar. Es lo más genuino en mi. Lo que más me conecta conmigo”, confesó.
“Tomé la decisión de volver a cantar en un momento terrible de mi vida, que fue cuando murió mi vieja. Estuve tres días llorando sin parar. El canto lírico es bastante parecido al llanto o a la risa, a la carcajada. Ese sonido que sale del diafragma. Entonces fueron días y días llorando, hasta que empecé a cantar, a acordarme de todas las obras que me habían dado los profesores”, relató.
Ese regreso fue hace ya diez años. “Lo necesitaba. fue vital en ese momento”, dijo. Y aseguró: “Me pude encontrar, reencontrarme conmigo misma. No se trata de un hobby, tengo otros hobbies, esto es una energía muy profunda, una pulsión”.
Desde ese momento, pasó por varios maestros y maestras, idas y vueltas, hasta que se cruzó a la talentosa y reconocida internacionalmente Virginia Tola. “Ella vino a dar una Master Class en Rosario. Es divina, súper sencilla, humilde, amorosa, respetuosa. Me acerqué y le dije: «Quiero que me escuches». Me estaban haciendo cantar un repertorio mezzosoprano pero en realidad soy soprano. Tengo una voz medio rara, difícil de clasificar. Ella me ubico bien y me ayudo muchísimo”.
Tola la tuvo mucho tiempo practicando técnica, de forma presencial cuando venía al país y de manera virtual desde España donde reside. “Me transmitió mucha confianza”, aseguró.
Post aislamiento
En 2020, la historia conocida por todos y todas fue el aislamiento, la imposibilidad de desarrollar el arte en vivo en todas sus expresiones y lo que eso significó para las y los artistas. “En pandemia, con un grupo de cantantes, nos organizamos como Trabajadores de la Lírica en Rosario (TLIR). Nos dimos una mano entre todos. Primero para conseguir recursos para sobrevivir porque si bien muchos seguimos dando clases online, los eventos no existían, yo cantaba mucho en casamientos por ejemplo. Cuando todo empezó a abrirse gestionamos eh hicimos El Liricazo en el Teatro Municipal La Comedia al que fue un montón de gente”, contó sobre el evento que en 2022 se realizó en homenaje a la soprano María Sol Bennasar y cuya recaudación fue donada a la Orquesta Escuela del Barrio Ludueña.
“Lo lindo de eso es que nos fuimos organizando. Dentro de ese mismo grupo, uno más pequeño, el año pasado nos mandamos a cantar a la peatonal. Éramos cuatro o cinco. La idea fue de María González. Ella había conseguido unos equipos de audio. Hubo veces que recaudamos muy bien”, dijo sobre los shows que se pudieron disfrutar en la peatonal Córdoba y Entre Ríos o en la intersección con calle Paraguay. “Fue increíble ver cómo la gente lo disfrutaba. Los chiquitos se quedaban impactados. Nuestra idea era hacer unos mangos, obviamente, porque el arte es trabajo, pero además poder mostrar y compartir lo que hacemos. Es lo que dije en Got Talent: quiero compartir con la gente, sacar la ópera de los teatros, para darla a conocer y que más gente vaya al teatro. Vos lo mostrás afuera y a los que le gustó después van al teatro. Es una dialéctica. Si siempre estás encerrada en el teatro esperando que la gente vaya, el que no lo escucha, no sabe lo que es, no va a ir nunca. Pero si salís y lo mostrás, estás captando público para vos y para otros. Queremos que crezca la ópera en Rosario, eso nos interesaba y por eso lo hacíamos”, relató.
A la tevé abierta
Alejandra llegó a Got Talent por su hijo Leopoldo. Un día, de la nada, le mando el link de inscripción por Instagram. “Siempre supe que a mi edad es mas difícil dedicarme. Pensé: «Lo voy a intentar por este lado». Mi idea es que me conozcan, tener más oportunidades, para mí y para todos”, dijo. Y confesó: “Tenía mis prejuicios, pero me sorprendió la buena onda que hay en Telefé, un ambiente tranquilo, de trabajo. Detrás de cámara, el peluquero, las maquilladoras, los productores me cuidaron mucho. Está todo muy organizado, te tratan muy bien, super amoroso todo, con serenidad; es algo que parece loco por la energía potente del show en tele”.