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Alejandro Vila: “A la ciencia no se la puede hacer en soledad”

Por Antonio Capriotti

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Los premios Konex fueron instituidos en 1980 con el fin de distinguir a las personalidades e instituciones, para que el ejemplo de los mejores sirviera de factor de emulación para los jóvenes. Desde 1990 se premió las trayectorias de los últimos 10 años de individuos e instituciones en diferentes actividades culturales, científicas, artísticas y deportivas.

Este año le tocó el turno a la investigación científica y cinco investigadores de la ciudad recibieron el reconocimiento por su trabajo destacado. “Es un reconocimiento a las contribuciones en la última década. Yo, en realidad, lo tomo como un reconocimiento al trabajo de mucha gente que hace posible que algunos seamos la cara visible de esto que es hacer ciencia. A la ciencia no se la puede hacer en soledad”, así se expresa uno de los investigadores distinguidos, el doctor Alejandro Vila, quien es investigador superior del Conicet y desarrolla su actividad en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), del que además es su director.

Cinco de los profesionales distinguidos de todo el país egresaron y siguen vinculados a la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de Rosario. “Los cinco trabajamos en dos institutos. Junto al doctor Néstor Carrillo desarrollamos nuestra actividad en el IBR y los doctores Teodoro Kaufman, Alejandro Olivieri y Ernesto Mata, pertenecen al Instituto de Química Rosario (Iquir)”, afirma Vila.

Hacer ciencia hoy

—¿La vida del científico y en particular del investigador está más reconocida en estos tiempos?

—Estamos más en el foco. Tenemos más exposición, lo cual es bueno, ya que casi toda la actividad de investigación científica que se hace en Argentina se desarrolla en el sector público. Por eso es importante que la gente sepa qué es lo que se hace con los impuestos que paga. Pero, a la vez, nos pone en una situación un tanto difícil porque si bien estamos acostumbrados a comunicar, no siempre lo estamos para el público en general. Comunicamos a nuestros pares. Y cada vez la ciencia se está haciendo más especializada, a tal punto que un químico orgánico lee un trabajo de química inorgánica y entiende poco, a pesar de haber estudiado en su formación de grado química inorgánica. Ese grado de especialización hace que usemos la jerga, y es un problema.

—Y eso los aísla…

—Siempre recurro al caso de Galileo Galilei, ya que él protagonizó una gran ruptura, entre otras: dejar de escribir en latín para recurrir a la lengua popular de ese tiempo y lugar: el toscano. Creo que nosotros, en nuestra comunidad de pares, estamos aprendiendo de a poco a seguir hablando latín entre nosotros y a incorporar el idioma de la gente cuando intentamos comunicar a la comunidad nuestros trabajos.

—¿En qué línea de investigación está trabajando junto a su grupo?

—Estamos enfocados en algo que es un problema común a la humanidad: la resistencia a los antibióticos. Nos enfrentamos a lo que se ha dado en llamar la superbacteria. Son bacterias que ofrecen resistencia a todo tipo de antibiótico. Vamos a tener en estos días la visita en nuestro laboratorio de tres colegas: Robert Bonomo, de Cleveland, Estados Unidos; Jean Spencer, de Brystol, Gran Bretaña y Graciela Mader, de Montevideo, Uruguay. Ellos son colaboradores míos y nos reunimos para dirigir nuestro esfuerzo a desarrollar inhibidores, nuevos fármacos para luchar contra la resistencia bacteriana a los antibióticos. Estamos tratando de encontrar algunas moléculas que permitan hacer frente a este problema mundial. Trabajamos en el laboratorio con las bacterias patógenas, las mismas que causan las infecciones, por lo cual si podemos hacer algunos tests con las moléculas seleccionadas en esas bacterias podemos adelantar los tiempos. El nuestro es un trabajo “in vitro”, pese a los cual puede allanarnos el camino para que el proceso no sea tan largo y que la humanidad pueda contar con terapéuticas antibióticas para hacer frente a lo que ya se considera un flagelo.

—Una vez concluida esta fase, ¿se patenta y pasa a empresas que tengan capacidad de producirlos?

—Hay algo que me gusta enfatizar: la gestión que el Ministerio de Ciencia e Innovación Tecnológica viene desarrollando en los últimos años. El Ministerio intenta que toda la investigación básica que se hace en el sector público pueda pasar al sector productivo. A partir de este cambio aparecen nuevas herramientas que nos permiten relacionarnos con los emprendedores, con empresas y disponer de ayuda para poder patentar nuestros descubrimientos. A partir de este cambio se han comenzado a abrir oficinas de patentes que trabajan dentro del estado y nos asesoran.

—¿A nombre de quién se patenta?

—A nosotros los salarios nos los pagan el Conicet y la Universidad de Rosario (UNR); y, además, hay instituciones que financian. Como empelados de estas instituciones, si accedemos a algún descubrimiento, acordamos un convenio marco por el cual se establecen porcentajes de regalías en función de las instituciones madres. Y creemos que es lo correcto.

—Rosario, en particular, ha sido reconocida dentro del país ya que, por concurso, le han adjudicado sendas plataformas tecnológicas de una veintena que se van a emplazar en Argentina…

—Estamos coordinando dentro del instituto una plataforma de biología estructural y metabolómica con un subsidio de 8 millones de pesos del Ministerio de Ciencia, que ganamos por concurso, con la que vamos a comenzar a hacer un tipo de estudio que hasta hace poco no se podía hacer en el país. Esto ayuda a desarrollar la investigación básica con el agregado de que se volcará al sector salud público o privado, ya que no es fácil invertir en un equipo de un millón y medio de dólares. Carece de sentido ese gasto para un análisis que se tiene que hacer cada tanto y que nosotros estaremos en condiciones de proveer.

—Además ustedes forman profesionales.

—Obviamente. La formación de recursos humanos es prioritaria. La gente es lo más importante ya que estamos formando recursos humanos que, cada vez más, se van a volcar masivamente al sector productivo.

Política de Estado

—¿El país, en materia de ciencia, le está dando un fuerte impulso?

—Veo, por primera vez, que no sólo hay inversión en ciencia, sino que hay un proyecto y que al haber una buena vinculación con el sector productivo ubican a la ciencia en un lugar que antes no lo tenía. Esto no lo logra un solo gobierno. Deberíamos pensar en elevar lo que se viene haciendo en ciencia a una política de Estado que haga inexorable su desarrollo. Espero que como comunidad entendamos que esto no es una cuestión sujeta al regateo, sino que hay que capitalizar y seguir adelante, de lo contrario vamos a cometer errores que ya fueron cometidos.

—Un modo de madurar…

—En el campo de la biotecnología y en la biología molecular, que son mis rubros, se ha crecido mucho con un posicionamiento internacional al que la comunidad rosarina ha empezado a reconocer y a tomarlo como propio. Es ya una parte de la cultura rosarina.

—¿Una distinción como el Konex ayuda a posicionar a la ciencia de la región?

—Un puñado de científicos solos en la ciudad, en la región o en el país no van a cambiar las cosas. Las cosas cambian cuando hay un cuerpo científico que trabaja de manera organizada y se crea a su alrededor una masa crítica que le dará sustento. Argentina fue un país con buenos científicos pero carecía de una comunidad científica organizada. Y es eso que necesitamos hoy, incorporar este quehacer a la cultura y reafirmarlo con políticas de estado que apunten, con sentido ideológico, a salir de la dependencia, cuando de ciencia y de salud se trata.

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