Es un lugar común afirmar que el liderazgo económico global de Estados Unidos parece amenazado por el ascenso de China, pero ¿no es en realidad Alemania el país industrializado que debería estar más preocupado?
En el país europeo no son pocos quienes creen que sí; uno de ellos un economista de Innovation Workshop (IW), un think tank basado en Colonia, Christian Rusche, quien explicó su punto de vista en una nota reciente de la cadena Deutsche Welle.
La cuestión puede añadir aún más tensión a un escenario global donde China y Alemania aparecen como “socios por necesidad” ante el ataque que la presidencia de Donald Trump encara contra pilares del proceso de globalización.
“Con su programa Hecho en China 2025, la estrategia de desarrollo de China para el sector manufacturero, Beijing ha iniciado algo que puede convertirse en peligroso para la economía alemana”, advirtió Rusche.
¿De qué se trata esta iniciativa? Lanzada a mediados de 2015, apunta a generar un alto nivel de inversión sostenida en distintos sectores industriales, especialmente aquellos que incluyen robótica o automatización.
“Esto significa que China está apuntando directamente a sectores que son el centro de la fortaleza de la economía alemana”, señaló el economista Rusche, al evaluar la relación entre su país y el gigante asiático.
En el centro de la competencia está lo que se conoce como Industria 4.0: se trata de tecnologías que van un paso más allá de, por ejemplo, la automatización en el proceso manufacturero.
En buen romance significa la creación de “fábricas inteligentes” en las que las partes que necesitan ser ensambladas y los robots que trabajarán con ellas pueden comunicarse independientemente entre ellas, indicó el especialista.
“Esto permite un trabajo justo a tiempo y a demanda automatizado, efectuando manufacturas a medida, de manera integrada y respondiendo en tiempo real a la demanda”, señaló el economista.
Esta es la carrera tecnológica y económica que China no quiere perder y que pone nerviosos a los jugadores líderes de esa industria de punta, como es la alemana.
En ese contexto, Angela Merkel tiene más preocupaciones: si bien el crecimiento económico alemán continúa robusto, algunos analistas manifiestan preocupaciones.
Una nota reciente de la agencia Bloomberg destacó que si bien Alemania se encamina a su mayor nivel de crecimiento desde 2011, en los últimos meses se registra una caída en la confianza de los inversores.
La apreciación del euro genera nervios en parte del sector exportador: la moneda comunitaria estaba en torno de 1,04 dólar el año pasado y ahora se ubica en 1,18.
Otro problema para Alemania tiene que ver con la industria automotriz: el diario británico The Independent destacó que el dolor de cabeza para Merkel con este tema continúa.
Si bien las pequeñas y medianas empresas ocupan un lugar central en la economía germana, los pesos pesado como Volkswagen y Daimler definen en parte la suerte del sector productivo local.
En la nota se citan cálculos que indican que las 35 compañías más grandes mueven un 30 por ciento en las variaciones del producto.
El creciente escándalo que afecta a la industria automotriz alemana impacta en ese terreno.
Se trata de la trampa que hizo Volkswagen sobre los niveles de emisión de gases en sus automóviles y que se conoció hace dos años pero que sigue causando serios problemas.
A la compañía se le impusieron controles extra y tuvo que sacar del mercado unos cinco millones de automóviles diésel.
En ese contexto, una demanda presentada en la ciudad norteamericana de San Francisco el mes pasado indicó que BMW, Daimler, VW –sus marcas Audi y Porsche– compartían información referida a tecnologías entre 1996 y por lo menos 2015, lo que viola las leyes antitrust estadounidenses.
Como sea, varios frentes abiertos para un país en el que el liderazgo “sólido como una roca” de Merkel avanza inconmovible hacia su cuarto mandato consecutivo.