El pasado jueves 27 de mayo el gobierno nacional anunció que a través del Programa Integral de Reconocimiento de Períodos de Servicio por Tareas de Cuidado la Administración Nacional de la Seguridad Social (Ansés) permitirá jubilarse a 155.000 mujeres este año, y otras 30.000 el año que viene, quienes estando en edad de hacerlo no tienen los 30 años de aportes requeridos para acceder a la jubilación.
Se trata de una medida que reconoce algo que los feminismos reclaman desde hace años y que conseguido el objetivo de la ley de interrupción voluntaria del embarazo pasó a ser, en medio de la pandemia, una de las principales reivindicaciones: las tareas de cuidado son un trabajo. Sobre este tema El Ciudadano conversó con Florencia Rovetto, secretaria de Género y Sexualidades de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
—¿Cómo ves el anuncio, qué impacto te produjo?
—Me parece una medida súper importante en este contexto de pandemia que ha incrementado las desigualdades estructurales y, sobre todo, las que tienen que ver con la diferencia de género, que afectó mayoritariamente a mujeres e identidades diversas, también por el achicamiento del mercado de trabajo. Las restricciones implicaron, en algunos casos, no seguir adelante con un proyecto de vida. Restituye una medida que ya existió pero la amplía y profundiza, que es la jubilación para amas de casas, pero la amplía a otras poblaciones. Y también es una mirada del Estado sobre la redistribución de la riqueza y es el Estado el que tiene que encargarse de eso, porque no lo hará ningún privado. Y si queremos un país justo e igualitario tenemos llegar a todas las personas, sobre todo aquellas en edad jubilatoria donde llegan las mayores vulnerabilidades y si no han tenido acompañamiento específico es más difícil para ellas.
—¿Qué incluye las tareas de cuidado?
—Son todos los cuidados desde que nacemos hasta que morimos. Hay momentos de la vida que requieren más cuidados: los primeros y los últimos años. Por las características, las condiciones físicas y demás no podemos cuidarnos o valernos por nosotros mismos cuando somos bebés, niños y ancianos. Necesitamos todos los cuidados para vivir. Si todos pudieran identificar la centralidad que tienen los cuidados, las diferentes formas de cuidado que impactan en lo social, estaríamos hablando de otro paradigma. Vitalmente necesitamos los cuidados, en general pero también en las tareas cotidianas, como tener la ropa limpia para salir o alimentarnos e incluso el trabajo de hacer lo que deseamos. Cuidados también desde lo afectivo, los espacios de contención, los de disfrute, recreativos, lo que hacemos por nosotros mismos y para otros. No es sólo cuidar a alguien enfermo o en pañales sino también cómo cuidamos nuestras existencias.
—¿Cómo se ven repartidas hoy las tareas de cuidado?
—Desde la teoría lo venimos diciendo, pero también desde los propios feminismos: las tareas de cuidado recaen más en mujeres, en un 90 por ciento, y esto hace que las mujeres tengan menos lugar para el mercado de trabajo, se retiran o no pueden proyectar mejores trabajos. También genera historias de vida, situaciones de mujeres que llegan a una edad pero no pueden jubilarse por no tener suficientes aportes. Es el salario por el trabajo reproductivo que no paga nadie, ni la familia ni el Estado ni un privado. Ese trabajo de cuidado que se sostiene desde las feminidades, también sostiene el resto de la vida: no podemos salir a trabajar sin comida, sin limpieza. El trabajo mal llamado reproductivo. O en todo caso tiene que ver con reproducir la vida, tanto el trabajo formal como este trabajo que no está cuantificado porque es imposible: es de contención, de cuidados hacia otros y de auto cuidados. Hay un derecho a cuidar de otros y esta medida nos acerca más a esos derechos o a reconocer todo lo que implica el trabajo doméstico. Y sin duda hay que trabajar mucho para sensibilizar y trabajar para que sean repartidos en los hogares y no seamos nosotras las que más nos hagamos cargo. Algunos recuerdan que hay familias monoparentales con un solo varón o que hay algunos que ayudan, pero no se trata de ayudar sino repartir iguales las funciones y roles.
—Nombraste las jubilaciones a las amas de casa, durante el gobierno de Cristina Fernández; ¿qué pasó entre esa medida y ésta?
—En el medio llegaron los feminismos, que uno de los temas que lograron instalar en los últimos años, los feminismos y las disidencias, desde el Ni Una Menos y el debate por el aborto, fue sacar el aborto del clóset, sacar la violencia del ámbito privado y todo lo que implican los derechos de las personas LGBTIQ, todos estos avances y debates en simultáneo han permitido sacar también a los cuidados del armario. Desprivatizarlos y pensarlos como sociedad del Estado. Los Estados tienen que hacerse cargo de los cuidados, porque son indispensables para la existencia de una nación. Esta metáfora de sacar del clóset es fundamental. Y creo que esto ha cambiado, estamos pudiendo hablar con más claridad sobre este tema y poniéndolo en debate público. Tomando medidas como estas y políticas públicas más amplias y concretas. No es sólo la jubilación sino poner el cuidado en la agenda.
—¿Cómo ves la articulación entre Estados y movimientos feministas?
—Hay muchas militantes feministas, académicas, investigadores, muchas personas participando del Estado y hasta ocupando carteras y roles de funcionarias y funcionaries en ministerios y distintos espacios. Esto ha cambiado también y tiene que ver con la institucionalización de ámbitos. En la UNR también: fue la primera universidad en jerarquizar un área como Género y Sexualidades al máximo nivel en una gestión. Fuimos ganando posiciones y definiciones políticas, venía bárbaro todo esto hasta que vino una pandemia y hay muchas cosas que sabemos que son cambios estructurales y a largo plazo. Hay cosas que necesitamos seguir profundizando y cambios concretos que garanticen eso, justicia e igualdad para toda la población. Estamos en medio de una pandemia y mucho de lo que no se puede o no se ha hecho tiene que ver con que hay cambios que necesitan más tiempo porque son estructuras mentales.
—¿Te parece que estos debates públicos se vuelven más populares y llegan a lugares quizás alejados de las militancias o las academias?
—Creo que en las nuevas generaciones se ve muy claramente, en las pibas, pibes y pibis. No han militado nunca pero mucha de su discursividad y narratividad toma rápidamente los debates de hoy. Creo que a estas generaciones se ha llegado por muchas razones: las redes sociales, pero también porque hay discusiones públicas más masivas e instaladas que hace diez años.