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Algo va cambiando de a poco: hoy ver fútbol femenino es normal

El fútbol femenino crece en Argentina, de eso no hay dudas. La selección consiguió pasaje al Mundial de Francia, las ligas locales empiezan a darle un lugar (de a poco), y muchas chicas se entusiasman con patear una pelota

El fútbol femenino crece en Argentina, de eso no hay dudas. La selección consiguió pasaje al Mundial de Francia, las ligas locales empiezan a darle un lugar (de a poco), y muchas chicas se entusiasman con patear una pelota, algo que hace no muchos años parecía un privilegio de los hombres, al menos por estos pagos.

Las mujeres siempre jugaron al fútbol. Recuerdo que con mi hermana pasábamos horas en la habitación con la puerta como arco. Y eran muchas las veces que me ganaba. Incluso hubiera preferido tenerla en mi equipo del barrio en lugar de alguno de los pibes que eran más ‘maletones’. Pero no se veía bien. Nuestra sociedad había establecido en ese tiempo que el fútbol era para hombres. Y esa regla mental era inflexible, no admitía segundas lecturas.

“Andá a lavar los platos” o “el fútbol es para hombres” eran frases acuñadas a fuego que rechazaban cualquier intento de rebelión de las mujeres, que de a poco se animaban a ir a la cancha, siempre desde afuera. Poco importaba que en Brasil, Estados Unidos o China las chicas jugaran y se lucieran, aunque siempre lejos de las luces del éxito televisivo o las ganancias de los hombres.

Algo cambió. O van cambiando de a poco. Hoy ver fútbol femenino es normal, y aquellas que se animan a dar ese paso, no lo hacen con miedo, ni a escondidas. Hay orgullo, ganas de mostrarse, y de luchar por mayor igualdad, en especial desde lo económico. Aunque la pelea va a ser larga y nada sencilla.

En Argentina fue noticia que Lucía Barbuto fuera elegida como presidenta de Banfield. Resultaba más natural tener una mujer al mando de un país, una provincia o una ciudad, que al frente de un club de fútbol. Y todavía la propia Barbuto se sorprende por los homenajes que le hacen en distintas canchas cuando juega el Taladro y la reconocen con algún presente, como un hecho extraño. Una situación que luce contradictoria en tiempos donde la mujer impone presencia, y se planta firme ante una sociedad que muchas veces le cuesta dejarle el lugar que siempre debió tener.

Tal vez haya que mirar un poco a España, no sólo por el Clásico que se jugó hace días en el Bernabéu, o por el orgullo de tener jugando allí a Messi, el mejor del mundo, que es nuestro. Los gallegos, esos a los que embrutecimos como parte de chistes que nutrieron nuestra vida, entendieron que una mujer, Vero Boquete, merecía tener su nombre en el estadio del Compostela, en una ciudad tradicional e histórica como Santiago de Compostela, ni más ni menos. Al final, tal vez los brutos éramos nosotros.

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