Central depende de Central, no importa el rival de turno. Ninguno parece tener plantel para preocupar, pero la cosa no será sencilla. No lo fue con Belgrano, infinitamente inferior, y que estuvo a punto de dejarlo a pie. El enemigo está en casa. Central debe derrotar a Central, sus miedos, ansiedades, vergüenzas, presiones, cargadas. Cuando lo consiga deberá ocuparse del rival de turno. Aquella Promoción les pesó a tipos duchos como el Kily González o Moreno y Fabianesi, lo salvó Jesús Méndez y una corazonada en Córdoba para definir un partido que le venía de canto, y en Rosario fue Zelaya el que consiguió empatar la revancha y dejar al equipo en Primera división. Mucha angustia, mucho trauma, y otra vez a pasar por ello. Ahora sin los experimentados y sin Miguel Russo, técnico insignia en la vida canalla.
El nivel de los rivales a no dejarse vencer es parecido al que tenía Belgrano, el mejor equipo del Nacional pueda que sea como Atlético Tucumán. Si se tratase de un partido amistoso, o una copa de verano no habría equivalencias posibles. Pero, las condiciones las crean. El fervor con el que llega el equipo del Nacional B que va en busca de un sueño (jugar en Primera), lo hace desde la alegría, desde la fe, que le eleva considerablemente la autoestima y lo pone en posición de hazaña. El que defiende su lugar (Central y Gimnasia) lo hace desde el sufrimiento, nadie quiere ocupar su lugar. Y eso lo achica, lo empareja con el que llega. Gimnasia pasó por una situación casi caótica, tuvo que remontar tres goles de diferencia y lo consiguió.
Mantener la solidez defensiva que viene mostrando el equipo en los partidos ante Godoy Cruz y Estudiantes será decisivo. Desencantar al oponente es el primer mandamiento. Galíndez, Burdisso y Braghieri las clave para conseguirlo. Manejar la pelota con Paglialunga y Rivero le otorgará confianza para sentirse superior. Pero lo más importante pasará por poner a punto a Figueroa y Caraglio. Nadie duda del talento de Lucho, una tijera en gran resolución ante Estudiantes lo sigue acreditando. También que pareció el papá del jugador que fue cuando a punto de encarar a Orión Sosa le robó la pelota de atrás como si se tratara a un veterano sin poder de reacción.
Leo Madelón y su cuerpo técnico tienen el tiempo necesario para trabajar con el libro de autoayuda que trajo el DT y así levantar el ánimo de los jugadores. La gente da la sensación que empezó a confiar. Y los directivos ya debieran delinear el equipo para no volver a pasar por ésta situación, dejar de pensar en los regalos que traerán de Sudáfrica (sin Usandizaga y Billiguer, Argentina jugará igual y no dependerá de ellos su nivel, ni futuro) y de una vez por todas entender de qué se trata ser dirigente de Central, una institución que vive, transpira y sufre por el fútbol.