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Alma y la naturaleza de las voces

La escritora rosarina Alma Maritano acaba de publicar “la Voz”, una novela en la que registra distintas oralidades para conformar un fresco social en que las diferencias tengan espacio suficiente para convivir.

Por Silvina Tamous.

 

La Voz/ Alma Maritano/ Editorial HomoSapiens /302 pág.

 

El miércoles pasado la escritora Alma Maritano presentó su novela La Voz, un texto aparecido en la colección Ciudad y Orilla, que dirige Marcelo Scalona para la editorial HomoSapiens. En esta novela juegan tres personajes y tres registros musicales que van desde la ópera Tosca hasta la música de, la banda de rock, Divididos. Maritano se mete en los personajes jóvenes con la especial habilidad que ya mostró en la mayoría de sus novelas para adolescentes, pero busca a través de “la voz” el encuentro con lo diferente y reflejar de alguna manera las distintas voces que componen una sociedad y necesitan ser escuchadas. A continuación explica algunas de las motivaciones para escribir la novela, sus particularidades y las “voces” que la surcan.

—¿Cómo surge la idea de “La Voz”?

—Surge sin duda de un inconsciente en el que estuvo toda mi vida agazapado el deseo enorme de cantar. Es la gran frustración de mi vida. La imagen de la mujer de la barranca (que ilustra la tapa del libro) es una excantante. Pierde la voz por una serie de circunstancias, pero poco a poco en mi imaginación, junto con la literatura, esa figura que no me abandonaba, y que no tenía rostro, empezó por tener voz. La hice haber sido cantante, para sin duda volcar allí todo mi deseo frustrado y poder hablar de la música, lírica sobre todo, en un principio, que es mi otra pasión.

—Escribiste durante muchos años literatura para adolescente y para niños. Un libro como “El Visitante” logra todavía fuertes identificaciones por parte de los chicos. Y en este libro hay dos personajes jóvenes. ¿Cuánta distancia existe entre esos jóvenes y los de “El Visitante”?

Maritano pone en letras su deseo frustrado de cantar para "poder hablar de la música"

—Los jóvenes, de unos dieciocho y veinte, más o menos, no tienen absolutamente nada que ver con esos chicos de El Visitante. Más bien representan un tipo de chicos de hoy, uno sin ambiciones ni deseos ni futuro, más bien apático y perezoso, con oscuras veleidades rayanas en la delincuencia, con la sola pasión de la música. Y el otro, producto de un ambiente que le permite otro tipo de aspiraciones y de cultura, pero muy conflictivo también. Hay un abismo entre estos chicos y aquéllos. Tenía necesidad de construirlos de ese modo para permitir el cruce y el contraste entre ellos dos y con la excantante, con la que entablan una relación afectivamente muy estrecha.

—También hay un personaje de una mujer mayor que juega con estos jóvenes todo el tiempo. ¿Te costó hablar desde ese personaje, cuando estás acostumbrada a hablar desde los jóvenes?

—Por un lado me costó, me dieron trabajo los diálogos entre ellos, esa relación tan extraña. Por otro, a medida que pasaron los meses, se fue creando solo el lenguaje, las actitudes, los sentimientos. Son personajes con los que me compenetré totalmente. De otro modo, por otra parte, no hubiera podido escribirlos. En cuanto a todo lo que los rodea, circunstancias, lugares, historias personales, historia del país y de otros países, problemas amorosos, homosexuales, todo está, me resulta imposible urdir una novela tan compleja sin referirme sobre todo a la historia y a la política. Es más, creo que en última instancia es una novela absolutamente política.

—¿Por qué sería una novela política?

—Habla de decadencias y resurgimientos, de pasiones e indiferencias políticas, de gente que se mata por sus ideales y de gente que hace matar a otros en su abuso de poder y su indiferencia por la vida humana, de jóvenes sin futuro porque cúpulas gubernamentales y situaciones negras de nuestra historia les abortaron su futuro, de condiciones sociales en las que tantos se debaten sin poder salir y construyen por eso una vida carente de perspectivas, de clases sociales corruptas, de delincuencias surgidas de un consumismo que planea sobre un universo enfermo de ambiciones materiales, y además de situaciones históricas nuestras, pasadas, que marcaron una etapa nefasta.

—“El Visitante” fue el primer libro que leyeron muchos chicos de distintas generaciones; en él se habló de política, de sindicatos, de homosexualidad. ¿Qué te parece que habría que decir hoy para hablar de los jóvenes?

—De ahí que la palabra “voz” cobre aquí un sentido simbólico. El vocablo adquiere connotaciones de cuerpo, somos un cuerpo con una voz. Somos un rostro. Nuestra voz y nuestro rostro son únicos. Pero así como en una orquesta sinfónica se activan instrumentos con “voces” absolutamente diferentes, cada uno de ellos debe estar muy atento al sonido de la voz del otro, para que la orquesta funcione armónicamente. En resumen, estoy hablando de la enorme necesidad de la democracia, del cruce de voces, de la aceptación de las otras, de la no exclusión, de la escucha atenta y solidaria. Somos altamente valiosos como individuos, y como individuos defendemos nuestros derechos a ejercer la libertad. Pero a la vez esa libertad, esa voz “única”, si está sola, egoístamente individualista, se pierde, se diluye en una estéril ausencia de compromiso.

 

 

En busca de la generación intermedia

 

Ciudad y Orilla es una colección compuesta por títulos de escritores rosarinos que lanzó la editorial Homo Sapiens, y que tiene como objetivo crear un catálogo de autores locales que dé cuenta de la generación que sucedió a los nombres más conocidos de la ciudad como Angélica Gorodischer, Jorge Riestra o Roberto Fontanarrosa. El proyecto nació el año pasado y ya se editaron la mitad de las doce primeras publicaciones pautadas. El director de la colección, Marcelo Scalona, sostiene que Rosario es una ciudad que debe crear su propia movida y dar cuenta de lo que se está produciendo localmente. Y considera que la editorial busca sistematizar una colección de autores rosarinos no tan publicados. Empezar con aquellos que tienen una trayectoria, para darle una solidez y cierto prestigio, y buscar esa tradición de autores de entre 35 y 60 años, “una generación intermedia entre Angélica Gorodischer y Jorge Riestra, para nombrar dos de los autores importantes locales que están vivos. Debajo de ellos está una generación intermedia muy importante, con entre 15 y 20 autores que trabajan desde hace mucho tiempo”, explicó Scalona.

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