A distancia del dejo empalagoso que domina a ciertos homenajes que empantanan la agenda porteña, el reconocimiento a los 50 años al álbum «Almendra», disco inaugural del aquel grupo liderado por Luis Alberto Spinetta, se concretó en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner con un concepto acotado, definido, que aseguró el clima de reposo imprescindible para hacer posible el hecho musical.
La figura de Spinetta es que acaso, especialmente en este tiempo, el centro de festejos nostalgiosos, corales, pletóricos de cariño pero no siempre consustanciados con la estructura y la dinámica de un concierto, sea del estilo que fuere. En ese punto, la apuesta organizada con la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y los arreglos de Juan «Pollo» Raffo alcanzó, por lo menos, el mérito de alejarse del modelo más corrompido en materia de homenajes.
Luego, claro, sobrevienen las cuestiones de gusto y he allí la dificultad de traducir a un lenguaje sinfónico aquello que fue imaginado para un esquema bien diferente, aunque, en ese desafío, la lírica y el paisajismo de Almendra se acomodan mejor a ese salto que otras formaciones del tiempo primario del rock argentino como Los Gatos o Manal, por citar sólo a sus contemporáneos.
«Fue –y descubro nada- una formación seminal que anticipó gestos que luego sus integrantes iban a reflejar en otras experiencias de nuestra música», reflexionó, sobre la presentación, el propio Raffo.
Aquel álbum, grabado en 1969 y lanzado en el verano del año siguiente, fue muchas veces encumbrado como «el mejor disco del rock argentino» en encuestas de consumo periodístico. Fue un manojo de nueve composiciones de Spinetta (menos «Color Humano», de Edelmiro Molinari) que, a pesar de mostrar estrechos lazos con la tradición de la canción popular, revistió entonces un sesgo de audacia y excepción que sólo era concebible en aquel microclima del rock argentino, y que hoy indudablemente ha perdido a fuerza de acumular más puntos de encuentro que de ruptura con la historia musical que la precedió.
Bajo la dirección de Mariano Chiacchiarini, la Orquesta Juan de Dios Filiberto, más Emilio Del Guercio, Edelmiro Molinari, Rodolfo García –todos ex Almendra- y Mariana Bianchini y Rubén Goldín, ofrecieron el recorrido completo de aquel álbum, con el aporte de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, que representó en el escenario y en las gradas aquello que los músicos evocaban con sus instrumentos.
La obvia ausencia de la voz de Spinetta fue suplida, inteligentemente, en forma colectiva. Tras una suerte de obertura, el programa se inició con «Laura va», con su línea reconocible de bandoneones y un arreglo sinfónico donde prevalecieron vientos y cuerdas para luego avanzar en un muestro con vaivenes.
Tras la secuencia del disco, «Tema de Pototo», aquel simple que precedió al álbum inaugural de Almendra –composición también influyente en otros artistas del rock argentino- completó el desenlace, a sala llena, con entradas agotadas.
«Además de lo que aportó musicalmente, Almendra representa el modelo beatle: el de un grupo de amigos del barrio que se juntan y cambian la historia de la música», sintetizó Raffo.
La respuesta del público, que acaso acompañó en términos de calendario aquella transformación musical, obligó a programar un segundo concierto, que se realizará el 6 de noviembre, otra vez en el Auditorio Nacional del CCK.