“¿Está?”. “Está”, respondieron del otro lado de la línea. Recién entonces Jorge Capitanich se subió al auto y viajó hasta la torre de YPF en Puerto Madero, adonde terminaban un almuerzo que el jefe de Gabinete se lo perdió (casi sin mozos, para que no hubiera filtraciones); el grupo quebró la molicie del feriado del lunes con la noticia más importante del año: el anuncio del final de la guerra entre la petrolera y Repsol de España para terminar en paz el entuerto que surgió de la expropiación de parte de sus acciones en abril de 2012. Ese grupo había negociado en secreto desde marzo pasado, cuando fue el primer acercamiento de las partes para terminar con una pelea en la cual los españoles reclamaban como indemnización por el 51por ciento de las acciones expropiadas, suma que llegaba a 15.000 millones de euros.
Según lo que anunció el lunes el acuerdo tripartito entre la Argentina, España y México, termina con las demandas de los españoles en los tribunales Ciadi y en juzgados de varias capitales del mundo. Por ese pacto, la parte española, que tiene el 12 por ciento de las acciones de YPF, termina las hostilidades y se compromete a que sus dos directores dejen de entorpecer la tarea en la cúpula de la empresa y empiecen a actuar como socios amigables.
Según los comunicados de la empresa Repsol y del gobierno argentino ahora debe fijarse “el monto de la compensación y su pago con activos líquidos y que ambas partes desistirán de las acciones legales en curso” y dice que “las partes coinciden en que el presente principio de acuerdo contribuye a normalizar y fortalecer los históricos vínculos entre los tres países y sus empresas”.
El grupo que negoció en la mañana el lunes en el piso 33° de la Torre YPF estuvo integrado por los españoles Juan Manuel Soria (ministro de Industria, Energía y Turismo), el titular de la Caixa, grupo controlante de Repsol, Isidoro Fainé, y tres altos directivos de Repsol: Luis Cabra, Nemesio Fernández Cuesta y Miguel Klingenberg. Se sentó también uno de los impulsores de la negociación, el mexicano Emilio Lozoya (presidente de Pemex, petrolera estatal que posee el 10 por ciento de las acciones de Repsol), viejo amigo del CEO de YPF, Miguel Galuccio, de cuando éste trabajaba en la sede mexicana de la firma Schlumberger.
Por la Argentina, además de Galuccio, estaban Axel Kicillof, Carlos Zannini y el embajador argentino en España, Carlos Betini.
El acuerdo debe ser aprobado por el Consejo de Repsol en la sesión de hoy en Madrid. Según el comunicado de la firma en esa reunión, “deberá pronunciarse sobre sus términos y condiciones para acordar lo que estime conveniente en exclusivo interés de la compañía y de sus accionistas”. También irá un proyecto de ley al Congreso argentino para avalar el acuerdo, como lo exige la ley de expropiación de las acciones.
Según lo negociado, la Argentina debe compensar esas acciones apropiadas en “activos líquidos”, o sea dinero. En Madrid se informó que ese monto podría pagarse con bonos garantizados de la deuda argentina. En la negociación fina puede avanzarse también hacia el pago con activos petroleros o “acreaje” (yacimientos con recursos ya localizados e justipreciados), hasta alcanzar una suma que no se precisó.
El valor de YPF en libros es de 7.000 millones de dólares y la demanda española llegaba a los 15.000 millones de euros.
Cuando en marzo pasado se produjo en Olivos la reunión entre Fainé y Cristina de Kirchner que disparó las negociaciones que se cerraron el lunes, el monto conversado era de 5.000 millones de dólares. El diario español Expansión dio esa cifra y uno de los asistentes a las reuniones en el piso 33° deslizó: “No te equivocás si das ese número”.
Como quedan muchas alternativas aún que resolver, ese monto puede variar hacia arriba o hacia abajo, pero es claro que la Argentina estaría logrando al final del camino lo que pretendía en marzo pasado.
De las negociaciones forma parte un amplio menú de posibilidades de cumplir la compensación. Una de los formatos es la constitución de nuevas empresas con YPF y Repsol asociadas en nuevos yacimientos y capitalizadas por la parte argentina con el aporte de “acreaje” –yacimientos propios–.
Es el que más le interesa a Pemex, ya socia de Repsol, para entrar en Vaca Muerta, considerado la segunda reserva mundial de gas y petróleo no convencional. Pemex no tiene áreas en la Argentina y como Repsol ha visto cómo, pese a las dificultades que enfrentaba YPF por los juicios en todo el mundo de Repsol, la firma argentina ya cerró el ingreso en ese negocio de empresas como Chevron, Dow Chemical y otras.
El festejo en la sobremesa es que saca a las dos partes de un pantano que demoraba el desenvolvimiento en el negocio tan atractivo del “shale”, en el cual la Argentina es mirada con celo y envidia en todo el mundo.
El acuerdo liberará la posibilidad de que la Argentina pueda negociar sin problemas con otras empresas.
Este acuerdo es el final de varias guerras. La principal, quizás por ahora una batalla, entre Argentina y España, heridas de los dos lados por esta expropiación y otros desencuentros (Aerolíneas, biodiésel). La otra es la que han librado desde el año pasado en titular de la Caixa, Fainé, partidario de un acuerdo, con el belicoso Antoni Brufau, CEO de Repsol, que jugó en contra en defensa de la empresa pero también agraviado por los modos que empleó la Argentina con la expropiación. Alineó a muchos batallones en contra del pacto, pero ahora puede decir que a él le sacaron las acciones y que con él se logra un acercamiento. Perdió ante Fainé y no faltan quienes especulan con que Brufau se retirará de la firma.
Que éste no formase parte de las negociaciones fue una condición de la Argentina, que en la auditoría de Repsol como mayoritaria de YPF dice haber detectado irregularidades contables que podrían terminar en querellas por presunta mala administración.
Si hubiera que identificar los pedales de este acuerdo deben figurar Galuccio, a quien le costó convencer a la Casa Rosada de algún acuerdo que le facilitase los negocios por el mundo, y el embajador Betini, quien fatigó despachos en Madrid y Buenos Aires durante más de un año. En los niveles altos habrá reconocimiento para Mariano Rajoy, cuyo jefe de gabinete Jorge Moragas tuvo sobre su mesa la primera minuta enviada por Buenos Aires para iniciar las conversaciones. “Rajoy jugó de 10”, dijo uno de los argentinos que estuvo en el piso 33°. El otro es el presidente de México Enrique Peña Nieto, quien le ha dado un impulso desconocido a Pemex –incluye la incorporación de capital privado a una firma totalmente estatal pero modelo de pobre administración–. Este diario adelantó sobre estas negociaciones en la edición del 4 de marzo pasado, y los detalles que allí se informaron han quedado ahora confirmados.