“Salí, me comí una piña y ya está”. Así es como Guillermo Raschia recuerda ahora su fiesta de graduación. El viernes pasado, durante el evento –su evento– un patovica lo golpeó con saña en la cara. Lo acusaban de pegarle a una chica, pero nadie vio a esa aparente víctima. “No sé si realmente le pegaron a alguien y me confundieron con otra persona, o son pelotudos porque son pelotudos y nada más”, sintetizó el joven de 23 años, que aún hoy carga la bronca de haber sido víctima de una injusticia que se repite casi cotidianamente en la noche rosarina.
Guillermo Raschia tiene 23 años y es estudiante de Arquitectura en la Universidad Nacional de Rosario. Dice que es un chico simple, que le gusta la fotografía, leer, “cosas así”. “Soy tranquilo, posta”, resalta mas de una vez. Y es más, agrega que aprendió a ser pacífico casi a la fuerza, cuando en la secundaria se peleó con un amigo: “Me partieron la cabeza. A partir de ahí empecé a dejar pasar las cosas. A lo mejor te puteo, pero no le pego a nadie”. No es necesario que Guillermo explique muchas veces que no es una de esas personas que podría armar algún tipo de lío. Es tranquilo, sumamente tranquilo, y contagia su paz a los que tiene alrededor.
En ese contexto, es de imaginar lo que luego relató. “En mi graduación yo estaba con mis amigos, en mi planeta. No había hecho nada, pero en eso viene un patovica, me agarra del brazo y me dice: «Salí de acá, dale, Salí». No sabia lo que había hecho, pero el me decía que yo lo sabía muy bien. Decidí salir, hacerle caso y después volver a entrar, pero en la puerta me encontré con tres patovicas más. «Te hacés el vivo y le pegás a las mujeres», me dijeron, y después me pegaron una piña en la cara”. Después de eso, ya cerca de las 4.30 de la madrugada del sábado, Guillermo se fue del Salón Metropolitano, donde se estaba haciendo la fiesta.
A Guillermo lo acusaban por haberle pegado a una chica en la boca, pero él afirma no haber visto a la chica y mucho menos haberle pegado a alguien. “Me fui, tenia bronca, nervios, miedo a que me sigan golpeando. Aún no se si realmente le pegaron a alguien y me confundieron con otra persona, o son pelotudos porque son pelotudos y nada más”. El joven decidió hacer público el hecho porque dice que siempre pasa lo mismo. Y esa afirmación no es menor. Llueven denuncias por abuso de la fuerza de parte de personal de seguridad en boliches y salones de fiesta, aunque siempre salen a la luz los casos más graves. Es vox populi, lo saben y dicen los jóvenes y adolescentes, los marginados más aún, que en la noche los patovicas no tienen control.
“Lo quiero hacer publico porque es siempre lo mismo. No es la primera vez que se escucha que pasa algo así. Nunca me había pasado a mí, pero sí lo vi o le ha pasado a gente conocida, y a mí me rompe las bolas que pasen estas cosas”, dijo, con bronca, Guillermo. Después, explicó que no hizo la denuncia por miedo a que después los patovicas le peguen en otro lugar, dejando en claro la impunidad con la que actúan. En ese sentido, contó que cuando le pegaron había un policía al lado de el, y que no hizo nada. “Ni siquiera me demoraron por supuestamente haberle pegado a una chica. Directamente me pegaron. Llamé al 911, me dijeron que no podían mandar móviles pero que haga la denuncia en la comisaría. Cuando salieron mis amigos, nos fuimos a una panadería y me acerqué a una comisaría a preguntar de onda, contar lo que me pasó y averiguar qué es lo que tengo que hacer o pensaban ellos que tenía que hacer. El policía me dijo que haga la denuncia si quería, pero que no servía de nada”.