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Ambición, inmoralidad, instinto, cualidades que definen a “El pingüino”

El spin-off del film “The Batman” se ambienta en un caótico ambiente post-apocalíptico que resulta la oportunidad para que el personaje de cuerpo maltrecho y objeto de constantes burlas, saque provecho de su instinto criminal y cobre notoriedad entre la mafia reinante

Tras un tiempo de caída en el nivel de la producción, HBO repunta con un estreno destacable que vuelve a los cánones de la cadena y a su nivel habitual. Se trata de El pingüino, un spin-off de la película The Batman (Matt Reeves, 2022). Laureen Le Franc oficia de creadora y Reeves queda a cargo de la producción.

The Batman ya intentaba replantear el universo cinematográfico del superhéroe desde una perspectiva diferente. Construido entre evocaciones del cine negro y del de gangsters, el mundo de Ciudad Gótica se presentaba como un territorio eminentemente nocturno, en el que apenas pequeñas zonas muy limitadas de luz dejaban entrever lo que salía de las sombras.

El día casi era inexistente, y una tonalidad ocre lo teñía todo de un aire ominoso. La atmósfera general estaba lograda, y un cierto clima apocalíptico en el que la corrupción ya ha tendido sus tentáculos por todos los rincones, también alcanzaba cierto grado de tono decadente perceptible.

Quizás el problema es que, incluso en su larguísima extensión, la película no logra profundizar y desarrollar sus personajes. Todo se queda en la superficie. La oscuridad no esconde nada. La gravedad no escapa a la pose. Los gestos apesadumbrados de este  Batman apenas si logran esbozar algún trazo que nunca llega a desplegarse y cobrar forma dramática.

La película trastabilla en una solemnidad que se declara finalmente vacía por no sustentarse en un desarrollo dramático acorde. Pero sin embargo, con sus escasos logros, pudo servir de base y preparar el terreno para esta miniserie, que ya se estaba preparando incluso antes del estreno de la película. Ahora sí, El Pingüino aprovecha ese territorio caótico y devastado para desarrollar personajes y alcanzar aquello en lo que The Batman había fallado.

El Pingüino comienza poco después de los acontecimientos de The Batman. Ciudad Gótica es ya un terreno de sesgos post-apocalípticos. Tras el desastre generado por El acertijo (en un atentado inundó las zonas pobres de la ciudad), el caos gobierna y las bandas mafiosas se disputan un poder acéfalo.

El caótico ambiente reinante es la oportunidad perfecta para que un personaje “secundario” saque provecho con sus instintos primarios y cobre la notoriedad ansiada. Ese personaje, claro, es El Pingüino (Colin Farrell), un maltrecho y ninguneado “operario” de la mafia.

Si bien la serie mantiene la singular atmósfera de la película de la que surge, encuentra incluso un mayor equilibrio visual por hacer pie en un desarrollo sólido del relato y de los personajes. Sumando a esa solidez, opta por un viraje en el que sale más que airosa: ahora ya en ese territorio marcadamente post-apocalíptico, en los aires de cine negro preponderantes en The Batman, la serie se desplaza declaradamente al drama mafioso, remitiendo inevitablemente al cine de gangsters (el ascenso criminal del marginado, a lo Scarface) y a referentes claros como El Padrino y la más cercana serie Los Soprano. La cruza entre esos aires ominosos, el clima post-apocalíptico, el ascenso gangsteril, los entreveros de la mafia y el costado algo lejano de las historias de superhéroes y villanos, resultan en un cóctel de singular coherencia y personalidad.

Cabe aclarar que si bien el relato comienza con los acontecimientos finales de The Batman, la serie se plantea, en una sabia decisión, con una autonomía total con respecto a la película. En una breve introducción, a través de noticias televisadas, se resumen la situación de Ciudad Gótica y se da paso a la historia independiente del ascenso criminal de El Pingüino.

Aquí Oswald es un malhechor de segunda categoría, un esbirro secundario de la mafia, un perdedor de vida gris y cuerpo maltrecho, objeto de constantes burlas y ninguneos, pero que ostenta ambición, inmoralidad, e instinto. Dudosos atributos que le harán comprender de inmediato la posibilidad que le presenta el caos generalizado y el descabezamiento del principal imperio mafioso. Sin plan, pero con lúcido instinto, Oswald irá tejiendo intrigas para ubicarse en un lugar privilegiado del mundo criminal de Ciudad Gótica y así cumplir su propio “sueño americano”.

Si bien la figura principal de El Pingüino (apodo burlón que claro, Oswald detesta), con el irreconocible Colin Farrel tras una creíble masa de maquillaje, es suficiente sustento para el relato, se suma de inmediato al juego de intrigas otra villana ejemplar (Cristin Miliotti), desquiciada, una psicópata recién salida del célebre manicomio de Gótica, y que es la única e improbable heredera del imperio criminal acéfalo de la familia Falcone.

A Oswald se suma un joven inexperto que oficiará de aprendiz accidental, un desclasado, un delincuente menor que también verá en la caótica situación una oportunidad de ascenso. En esta Ciudad Gótica no hay resquicios de pureza. La corrupción lo ha tomado todo y, en apariencia, ya de modo irreversible. Es un mundo de villanos, pero sin héroes.

Como es habitual en HBO, se estrena un capítulo con frecuencia semanal, lo cual no deja de ser una suerte de respeto valorable con respecto a la lógica de las series. Aquí cuenta la fecunda postergación del deseo, y no su satisfacción inmediata en el consumo maratónico.

El Pingüino / HBO Max / 1era. Temporada

Creadores: Laureen Le Franc / Matt Reeves

Intérpretes: Collin Farrell, Cristin Milioti, Rhenzy Feliz

 

 

 

 

 

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