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Ametralladora, por ahora no: la insólita lucha municipal contra el dengue usando motosierras

En los últimos días, cuadrillas municipales pasaron por barrio Azcuénaga destrozando árboles que vecinos cuidan con esmero. El motivo es la aparente pelea al mosquito, pero la falta de conocimiento hizo que talaran ejemplares que son repelentes naturales: terminan ayudando a los insectos

“¡Pará! ¡Paraaaaá! ¡¿Qué están haciendo?!”, gritó el irascible vecino de barrio Azcuénaga. Había escuchado un ruido tan desconocido como persistente, y se asomó por su ventana.

Quedó perplejo en la vereda, cerca del cordón un operario con una motoguadaña que en lugar de una tanza en el final del eje tenía una motosierra, la emprendía contra un árbol, destrozándolo. El vecino comenzó a lanzar todo tipo de improperios contra quien portaba la larga arma de destrucción, y contra otros dos trabajadores: una cuadrilla de tres. Desencajado, les espetó que no sabían lo que estaban haciendo: presumiblemente se trataba de un operativo contra el dengue, pero el pequeño árbol que estaban destrozando, una variedad de ingá plantado en Teniente Agneta al 700, tiene entre sus propiedades –es una planta nativa americana, alimentaria y medicinal– precisamente espantar a los mosquitos, a través de su fragancia natural.

Los operarios, que evidentemente ignoraban tanto a la especie como las más elementales técnicas de poda o escamonda, hicieron visible su molestia, pero no perdieron la calma: estaban ejecutando tareas que le habían sido encomendadas. No fue el único desastre que hicieron: a pocas cuadras de allí, sobre la calle Camilo Aldao, la víctima fue un joven ejemplar de aguaribay: con efecto más extendido que la anterior especie, el schinus molle, mucho más presente en el árbolado público, es conocido como el “árbol de la pimienta roja”, y con sus hojas y frutos hervido se prepara precisamente… un repelente para mosquitos que se puede utilizar sobre la piel.

Así, además de molestar a vecinas y vecinos, el incongruente operativo municipal, que continuó sembrando ramas cortadas en todas las calles del barrio, en lugar de combatirlos, está ayudando a los mosquitos.

La insólita acción municipal apunta donde no está el mosquito y deja de lado donde sí está: ambos lugares distan 10 metros.

 

Consultado por El Ciudadano, el propio secretario de Salud de la Municipalidad, Leonardo Caruana, corrigió lo que para cualquier vecino resulta evidente, y lo conocen en su propia piel: los mosquitos están a ras del suelo y habitan en pastos altos sin cortar, no en ramas de árboles, es decir, a gran distancia de los nutrientes que las hembras necesitan para poder reproducirse.

Acaso en otras geografías, por ejemplo hacia el norte de la Mesopotamia, o en las zonas de los Bajos Submeridionales del norte santafesino exista una fauna arbórea que pueda servirles a este tipo de insectos; en los barrios rosarinos, sus blancos suelen desplazarse sin abandonar el suelo, lo cual –además– tampoco podrían hacer con mucha eficacia si lo intentaran. Así las cosas, es el caminar de mamíferos sobre veredas-jardín descuidadas y con pastos altos lo que señala a los mosquitos la presencia de sus potenciales víctimas, y no las ramas de árboles a las que cualquier viento convierte en refugios inestables.

Devenido en insólito operativo de asistencia al dengue, el incoherente uso de motosierras en la prevención quedó evidenciado además por el trabajo en sí: los cortes tenían como límite el largo de la motoguadaña, ya que los operarios no contaban con otro tipo de herramientas que les piermitiera ir más allá de sus brazos. Un trabajo pesado que no tiene sentido alguno, cuando el efecto puede ser todo lo contrario al buscado: es que la cuadrilla no contaba con nadie que tuviera un mínimo conocimiento de las distintas variedades de plantas, y menos de sus propiedades.

La lógica de que se trataba de un presunto operativo anti-dengue la completa la ausencia total de otro tipo de herramientas, como escaleras, que pudieran disfrazar al operativo de despeje de luminarias.

El contraste resultó tan marcado que en una misma bocacalle, en este caso Zuviría y Larrea, se agolpaban en la noche de este viernes montículos de ramas cortadas en dos esquinas, y pastos de 30 centímetros o más en una tercera. Precisamente donde están los mosquitos, el operativo no hizo absolutamente nada.

El surrealista y activo operativo contrasta, además, con el abandono de otras zonas del mismo barrio, como la parada del transporte público de pasajeros de Teniente Agneta y avenida Eva Perón, vandalizada dos veces antes de la pandemia, y sin uno de los paneles de vidrio que las caracterizan hasta pocos días atrás. Tan reciente es la reposición, que todavía están en el piso del refugio vidrios astillados de la rotura intencional cometida al menos tres años atrás, con el consecuente saqueo de las luminarias y dispositivos de electricidad de su interior.

 

Pasaron tres años, el deterioro persiste, y la cuadrllla que pasó por barrio Azcuénaga le sumó más.

 

El último dato sobre la inconsistencia del ilógico operativo lo aportó a El Ciudadano el propio Caruana, cuya idoneidad en el área de Salud lo hizo permanecer en dos gestiones de distinto signo: fue funcionario de la intendenta socialista Mónica Fein, y permaneció en la administración del ex radical Pablo Javkin, nada más y nada menos que atravesando toda la pandemia de coronavirus. Especialista en Medicina General y de Familia, el médico egresado de la Universidad Nacional de Rosario advirtió que, sin ser “especialista en vectores” puede haber mosquitos en los árboles, pero no el exótico aedes aegypti, causante del dengue y potencialmente de las fiebres Zika y chikungunya, que reciben, en el primer caso, el nombre de la región ecuatorial de África y Asia en la que se originó el virus, y en el segundo es un vocablo lingüistico en una lengua de Tanzania –makonde– que refiere a los síntomas de la enfermedad. “El mosquito de los árboles es el cúlex, el de las zanjas, que en general está dentro de las casas, pero en el aire, en general. Suelen estar volando”.

“Puede estar –abundó Caruana– en los patios en general. Nace de lugares chiquititos con agua limpia: si un árbol tiene un hueco y tiene agua limpia por ahí puede crecer y multiplicarse y volar, pero en general se comporta como una mascota: o sea, vive dentro en el ámbito familiar. Y el otro que está en los árboles es a la altura del río, en los parques, y en las plazas”.

Es decir, una apuesta a la prevención del dengue puede consistir en cortar pastos, no en destrozar malvones o cortar ramas de árboles.

¿Y puede hacer algo más el municipio en la batalla para tener al mosquito (y cualquier mosquito) bajo control? Del mismo modo que buena parte de la seguridad ciudadana está en sus manos, y podría prevenir robos cotidianos con sólo aumentar la frecuencia del transporte urbano de pasajeros o –al menos– reparar la página web Cuando Llega, desde hace largo tiempo inaccesible desde toda computadora, o controlar que funcione de forma satisfactoria desde los teléfonos móviles, también puede facilitar el control entregando cinco plantas, en lugar de destruir árboles. No es ninguna ciencia: las plantas de citronela, menta, romero, lavanda y albahaca son repelentes naturales de estos insectos. Y fáciles de cultivar.

 

Destruir árboles que son repelentes naturales ayuda a la proliferación de mosquitos, en lugar de combatirlos.
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