“Éste fue un regalo para mi corazón”. Esas palabras, escritas hace poco más de una semana por Mike Amigorena por si ganaba el premio de la Asociación de Cronistas del Espectáculo (ACE) al mejor unipersonal, dejaban entrever a un actor complacido, en un momento de gran plenitud artística. Y lo ganó por su elogiado trabajo en La noche antes de los bosques, de Bernard-Marie Koltès (En la soledad de los campos de algodón, Roberto Zucco), como también se lo llevaron Eli Sirlin por las luces e Iván Wyszograd por la música original, los tres rubros en los que estaba nominado el espectáculo que esta noche y mañana, a las 21.30, desembarcará en el teatro El Círculo (Laprida y Mendoza), en el marco de una gira.
Actor y músico de vasta trayectoria teatral, llegó a Buenos Aires desde Mendoza a los 19 años (tiene 38), para estudiar actuación.
Fueron muchos los años que pasaron desde aquel momento hasta que la televisión, que pareciera ser el único medio autorizado para legitimizar artistas, le dio el “batacazo” que le faltaba. Los exitosos Pells, de 2008, fue la plataforma de lanzamiento, aunque su cara ya era conocida por su paso por La cajita social club o Tiempo final, entre otros ciclos.
Sin embargo, Mike Amigorena es mucho más que un simple actor televisivo que puede desdoblarse y componer las “dos versiones” del atildado Pells. Amigorena es, en ciernes, un actor formado en el teatro; es ese mismo que con galanura compuso al pequeño ricachón de clase alta en la maravillosa El niño argentino, de Mauricio Kartun, y también el mismo que en 2011 será Hamlet de la mano de Juan Carlos Gené, porque, claro está, se trata de un actor afecto a correr riesgos. Tanto es así que aceptó el desafío de un Koltès (1948-1989), de la mano de la directora Alejandra Ciurlanti, un autor complejo que, En la noche antes de los bosques, propone un diálogo para un solo actor, a partir de una estructura dialéctica en la que el otro personaje permanece silente.
Es decir, un texto lleno de preguntas, de una poesía avasallante sobre esos seres de la noche, atormentados, que tanto conoció el autor, porque sabía (o creía saber), qué es lo que la noche oculta entre las sombras.
Horas antes de la entrega de los ACE, cuando se aprestaba a mostrar el espectáculo en su Mendoza natal, Amigorena mantuvo una charla con El Ciudadano en la que habló del impenetrable y por momentos sinuoso texto del malogrado autor francés, de su pasión por el teatro, y de la televisión como “un trabajo más”.
“La verdad que estar con esta obra en mi ciudad, Mendoza, en el teatro Independencia, y los ACE, después de la excelente temporada en (el complejo teatral porteño) La Plaza, es de una gran satisfacción, es el summum”, relató el actor, anticipando los entretelones de una charla en la que mostró a la persona detrás del personaje, un actor reflexivo que está muy lejos de encandilarse con un éxito fugaz.
—Tras el reconocimiento masivo de “Los exitosos Pells”, ¿necesitabas correrte de la televisión y volver al teatro como ese lugar de protección que por lo general representa un escenario para los actores?
—En mi caso personal, y a lo largo de la carrera, si no busco desafíos me voy aburriendo de lo que mejor me sale; entonces es como que, después de la televisión, está bueno resguardarse en el teatro y hacer este texto que es súper complejo y porque además no conocía a Koltès, su autor. Tampoco es que me haya distanciado de la tevé, simplemente terminó un ciclo en relación con la televisión, como va a terminar un ciclo en el teatro, quizás para volver a la televisión o al cine. Siento que va a ser así toda mi carrera: de una textura a la otra, porque si no hay desafío, no me divierto, y si yo no me divierto, no se va a divertir ni el acomodador.
—Venías de hacer “El niño argentino”, entre otros trabajos, pero Koltès suele ser un salto al vacío ¿Tuviste esa sensación cuando leíste el texto la primera vez?
—Sí, nunca nada tan exigido como Koltès: acá estoy solo en el escenario, cuando antes siempre estuve acompañado y con textos más terrenales. Éste es un texto poético, súper crudo, que toca las vísceras de cada uno de nosotros, es un balance del alma: en su escritura están retratados los marginales, los lúmpenes, las drogas; es un autor siempre ligado a una especie de sufrimiento, mostrando su verdad, porque también es un texto muy reflexivo.
—¿Compartís la visión de que en el espectáculo se juega una especie de gran instalación que conforman la escenografía de Alberto Negrín, las luces de Eli Sirlin, el diseño sonoro de Guillermo López y la música de Iván Wyszogrod, además de la dirección de Alejandra Ciurlanti?
—Esto que decís confirma que estoy dentro de un hecho artístico, generado por un equipo de primera: yo soy el que pone el cuerpo, la cara, pero detrás hay un equipo de excelentes creadores que me acompañan, por eso siento que estoy resguardado por los mejores.
—Si tuvieras que describir algunas de las sensaciones que te pasan por el cuerpo con este personaje, ¿cuáles serían?
—Son todas, porque me pasan cosas todo el tiempo, soy yo reflejado, hay mucho de mí en él, es una obra reveladora tanto para mí, que la interpreto, como para el que la ve. Es más, siento que es una obra fundamental para la especie humana porque creo que Koltès la escribió para que sea una especie de Biblia y se pueda hacer siempre, por el resto de los días, porque es un texto absolutamente atemporal. Pensá que la escribió en 1977 y, hoy por hoy, es lo más figurativo que hay; me da orgullo y me siento un privilegiado por poder representar este texto no sólo en Buenos Aires, sino ahora de gira por todo el país.
—¿Te imaginabas la carrera que tenés hoy, que implica el apoyo del público y también de la crítica, en tu Mendoza natal, cuando de adolescente decidiste estudiar actuación?
—No lo sé, pero es algo que agradezco, porque siento que es verdad: percibo el apoyo del público y de los críticos, pero no te puedo decir mucho más sobre el tema, porque lo único que hice hasta ahora fue trabajar para esto, trabajar para que se luciera lo que hago, trabajar desde el corazón para la gente y, evidentemente, eso es consecuente hacia la prensa en general y hacia la crítica en particular. En realidad, siempre me han tratado bien, pero por otro lado yo he sido siempre muy respetuoso de lo que hago y del público; siento que no podría hacer algo que moleste, más allá de que guste o no lo que esté haciendo, pero siempre teniendo en cuenta un sentido de la estética y con el corazón, y eso, por lo general, es como un pasaporte hacia algo que tiene que ser bueno.
—Este año, también te dedicaste al cine, un medio en el que, te interesa incursionar.
—Sí, ahora estoy por rodar una comedia negra junto a Natalia Oreiro con quien ya hicimos Miss Tacuarembó, y el año próximo esperamos que se concrete el proyecto de la adaptación cinematográfica de El niño argentino que tiene pensada rodar Luis Puenzo (La historia oficial).
—Volvés pronto a la televisión con un personaje complejo dentro del ciclo “Lo que el tiempo nos dejó”, que se conocerá por Telefé ¿Ésa también fue una elección?
—Sí, y vuelvo al principio, al tema de los desafíos: “El beso de Judas”, que así se llamará el capítulo (también podría llamarse “La caza del ángel”, que retrata desde la ficción el nacimiento de las Madres de Plaza de Mayo, y contará con Cecilia Roth, Alejandra Flechner, Jorge Suárez, Lidia Catalano, Verónica Llinás y la actuación especial de Antonio Gasalla), fue lo más difícil que me tocó hacer hasta ahora, porque es un personaje de una gran crueldad, pero me gustó hacerlo, más allá de que puede resultar un personaje odiado porque es un buchón que se infiltra entre las Madres de Plaza de Mayo diciendo que está buscando a su hermano y después las termina delatando y las Madres terminan siendo chupadas por los militares. Es horroroso pensar que esto pasó, porque las Madres de Plaza de Mayo lo adoptan, en cierta forma, como si fuera un hijo.
—Luego de Koltès, Shakespeare, porque en 2011 vas a hacer “Hamlet” dirigido por Juan Carlos Gené, ¿cómo llegás a ese personaje soñado por muchos y logrado por muy pocos?
—¿Sabés una cosa? Yo creo que los personajes me buscan a mí y no al revés, y no es pedantería: todo lo que me pasa es una consecuencia del trabajo; son 20 años de teatro, me vine a Buenos Aires desde Mendoza a los 19, y recién hace cuatro años que vivo de mi trabajo, con mucha dedicación. Pero hay un momento en todo ese proceso que la cabeza funciona de tal manera que no hay posibilidad de error. Hamlet será otro gran desafío de esos que te hablé al comienzo.
—¿Son importantes los premios para un artista que comienza a transitar un camino de éxito?, ¿son la confirmación de algo?
—Los premios son gestos de la industria y no podría ser tan pedante de decir que no me interesan, pero lo más grande para mí es poder sentir el regocijo del público, esa gente que me espera a la salida del teatro para darme un abrazo y contarme aquello que la obra le provocó: hay gente que me dice que empezó a replantearse cosas de su vida después de ver este espectáculo, y eso no tiene comparación con nada, porque siento que para eso soy artista. O bien que la gente se pueda acostar con una sonrisa viéndome en la tele; esos son los verdaderos premios para mí. El disfrute del público es lo que te toca el corazón de verdad.
—¿Sentís que el medio artístico argentino estaba preparado para recibir a un personaje como vos, con tus particularidades? Hay gente que cree que, por ejemplo, sos excéntrico porque te ponés una falda o jugás con cierta ambigüedad.
—Creo que si el medio no estaba preparado, es un problema del medio, porque no solamente tendría que estar preparado para mí, sino que la vida es así, atípica. Unos creen estar preparados para tantas cosas y a veces la vida cambia de un momento a otro y no estabas preparado para nada. Hace unos días se casó en Buenos Aires la primera pareja gay y detrás vinieron y vendrán otros, y hace diez años atrás, a los gays los cagaban a tiros en la calle. Entonces, en buena hora si mi aparición en el medio sirve para cambiar algo, porque todo lo que hago, lo hago para bien, y si algo cambia, mucho mejor.