Con unas pocas películas en su haber, films dentro de los cuales se destaca Mi amiga del parque (2015), la actriz, dramaturga y realizadora cinematográfica Ana Katz se convirtió en una de las directoras más destacadas del cine argentino contemporáneo.
Un nuevo escalón respecto de su singularidad a la hora de elegir una temática y filmarla, en esta escalera ascendente que la posiciona en los primeros lugares de los creadores de su generación es Sueño Florianópolis, protagonizada por Mercedes Morán, su hija Manuela Martínez, Gustavo Garzón y su hijo Joaquín Garzón, film que desde el jueves último se puede ver en los complejos de cine locales Showcase, Hoyts y Village.
La historia tiene como eje a un matrimonio de psicólogos que al comenzar la década del 90 y una vez superados sus 50 años, está en crisis terminal y quizás en busca de un sólo e improbable buen final salen con un destartalado Renault 12 Break a la ruta camino a Santa Catarina (Brasil), para llegar a un lugar con una forma de vida muy diferente a las que ellos traen a cuestas.
Lúcida comedia dramática que, como la mayoría de los films de Katz indaga en la psicología de personajes que buscan desesperadamente encontrar la felicidad, la directora, en una charla que mantuvo con la agencia de noticias <Télam<, habló de su identificación con los personajes y de cómo lo propio siempre se filtra en sus historias.
“Me pasa mucho escribiendo pero principalmente como lectora que la identificación y la empatía se produce de las maneras más extrañas. Creo que muchas veces con la gente que está en la misma situación que uno no se tiene suficiente perspectiva como para sacar alguna conclusión. En esta película tengo un disparador muy particular: los viajes que hice a Brasil con mis padres y mi hermano, viajes de 2000 kilómetros sin GPS y si tenías que llamar a alguien necesitabas un locutorio”, rememoró.
Respecto del anclaje que revelan los personajes de esta nueva comedia dramática, continuó: “La idea de anclaje me resultaba muy adecuada para trabajar en algo que también tenía que ver con mi viaje interior, por la transformación que estaban sufriendo ellos. Cuando se vive una transformación hay algo de perder la referencia. Y la elección de la época (los años 90) tiene que ver con varias cosas: el concepto mismo de viajar que ahora cambió mucho. La comunicación con celulares de ahora, la sensación de inmediatez del otro presente, lo modifica todo. Ahora estamos muy conectados pero eso no implica necesariamente una conexión afectiva. Esta pareja hace un viaje de soledad, en el caso de Lucrecia (Morán) no en un sentido de sentirse sola, sino de poder encontrarse a ella misma”.
La directora de El juego de la silla y Los Marziano, entre otras, también evaluó la importancia de la elección de dos personajes que además son psicólogos.
“Sucede que yo soy hija de dos psicoanalistas. Por ejemplo mi papá, que ya falleció, siempre es una fuente inagotable de anécdotas. Dicen que en casa de herrero cuchillo de palo; sin embargo tengo como esa necesidad de trabajar y buscar en el inconsciente de los demás, con el romanticismo que todavía suponen algunos terapeutas que persiguen la felicidad de los demás”, analizó.
Respecto de la impronta de los personajes que en medio de las diferencias en apariencia irreconciliables parecen querer colaborar entre sí para que las cosas salgan mejor aunque eso no suceda, la directora reflexionó: “Me daban muchas ganas de que se acompañaran en medio de esa confusión, no hacerle la vida imposible el uno al otro sino ser aliados en esa confusión, ir probando qué pasaba”.
Y respecto de la complicidad en saber cuál es la transgresión del otro y no intervenir para que eso no ocurra, la directora dijo: “Creo que ahí hay una especie de madurez, ellos han decidido separarse y están atravesando ese momento”.
Para ese paso, los personajes protagónicos del film parecieran estar atravesando una etapa de entrenamiento. “Es gracioso pensarlo así; lo que sí creo que a medida que voy creciendo voy comprobando que hay un montón de formas de resolver las cosas que son absolutamente insólitas. Por ejemplo: esto de ensayar algo que no conocen y no saben o quieren reconocer, como es la separación”.
“Y esto de alejarse en busca de algo diferente –continuó–, creo que tiene que ver con la fantasía brasileña, algo así como esto me pasa acá pero en Brasil no ocurriría, yo vergüenza tengo acá pero allá la pierdo, porque allá la gente es de cierta forma y uno entonces llena esos espacios con sus propias ideas, que por supuesto son un prejuicio absoluto”.
Con relación a cuál era la meta a la hora de contar la historia de Sueño Florianópolis, Katz evaluó finalmente: “Queríamos combinar un ritmo liviano que fluya pero que a la vez genere una profundidad, de manera que pueda dialogar con la vida de uno mismo. Pero al mismo tiempo no quería que eso surja de una cosa muy densa. Eso hace las cosas más llevables y a la vez más profundas. Es algo que me expresa. A fin de cuentas, el cine es el placer de dejar descansando la vida propia y entonces poder hacer el viaje de otro. Para mí, es el mejor regalo del mundo”.
A Guadalajara, México
Junto con Rojo, de Benjamín Naishtat, Sueño Florianópolis participará de la Competencia Iberoaméricana del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, que se desarrollará en esa ciudad mexicana del 8 al 15 de marzo próximos. La película de Katz ya ganó premios en el festival de Karlovy Vary (República Checa), entre otros, el de mejor actriz para la talentosa Mercedes Morán. También se verán en el concurso mexicano los films documentales argentinos <Contrapelota< de Diego Crespo y <Primas< de Laura Bari.