Por Carolina Carranza*
Según el último censo (2022) en Argentina hay un 1,9% de personas analfabetas. Muchas de ellas viven en Rosario, circulan por sus calles, pero se mantienen por fuera de todo. Van al súper o al almacén, pero no pueden leer la etiqueta de un producto, permanecen casi en silencio, prácticamente invisibles. Personas que por no saber leer y escribir no pueden mandar mensajes de texto, reconocer el número del colectivo o comunicarse por WhatsApp más allá de los audios.
Hasta el 2021 se habla de unas 30 mil personas analfabetas sólo en el departamento Rosario. Se llega a este dato gracias a la organización Alfabetización Santa Fe que se dedica hace más de 8 años a la educación popular, aquella que se brinda sin ningún tipo de formalidad y busca compartir saberes, entendiendo que cada uno es dueño de un conocimiento que el otro no tiene. Esta idea fue impulsada por Paulo Freire, pedagogo brasileño que en 1963 alfabetizó a más de 300 personas que se encontraban haciendo trabajo rural al norte de Brasil.
Los voluntarios son, sin dudas, los héroes sin capa, que le ponen el cuerpo a esta hermosa tarea, que no sólo la definen como una gran responsabilidad sino como devolver un derecho. Los vínculos que se establecen van más allá de la enseñanza, sino que se solidifican al ver la expresión de cada participante al reconocer letras, signos o al formar su propio nombre; y hasta al adquirir la motricidad para agarrar una lapicera, en muchos casos, por primera vez. O la emoción que les genera leer, escuchar y repetir lo qué hasta ese momento era inimaginable.
Evelyn Sabastta, presidenta de Alfabetización Santa Fe, organización que recientemente obtuvo su personería jurídica como Asociación Civil, cuenta como comenzó la ardua tarea de alfabetizar en diferentes barrios y en contexto de encierro, en las unidades penitenciarias 3 y 6 de Rosario, agregando recientemente la unidad 5.
—¿Cómo nace la organización?
—La organización comenzó su trabajo en la unidad penitenciaria número 6 en el 2013 cuando ésta pertenecía a la Policía y no al Servicio Penitenciario en sí. En ese momento ingresó el compañero Guillermo Cabruja, utilizando la cartilla del “Yo sí puedo”, material para alfabetizar que se implementa en Cuba desde el 2002. A partir del 2016 se empieza a profundizar el trabajo en las unidades invitando a las personas de la comunidad en general a que se sumen a conocer nuestra labor y a pensarse como voluntarios, como actores sociales despertando en ellos el compromiso de enseñar a leer y a escribir. Logrando así tener más de seis talleres que hoy incluyen música, lectoescritura y narración.
—¿Qué es alfabetizar?
—Es un acto creador, es una potencia de poder poner el protagonismo de la vida de alguien en palabras con otros. Y eso nos hace pertenecer a un nosotros, el cual creemos que tiene que ver con pensar en los derechos humanos, preguntarnos por qué una persona llega a la adultez sin saber leer y escribir. Es buscar un resarcimiento del tejido social, ya que si alguien no sabe leer y escribir es porque se le está impidiendo ejercer un derecho. Entonces nosotros nos involucramos y nos ponemos como medio para devolver ese derecho.
—¿Qué descubre la persona que aprende a leer y a escribir?
—La persona cuando descubre la herramienta de la lectoescritura puede ampliar un montón de cosas en su vida, por eso es importante que lo haga acompañado de alguien que piense en lo mismo. También les hace pensar que no están solos cuando viven una injusticia o cuando pertenecen a la desigualdad social, que es muy grande a nivel país.
—¿En cuánto tiempo aproximadamente una persona puede aprender a leer y escribir?
—Si bien depende del proceso de adaptación de cada uno, en cuatro o cinco meses la persona puede empezar a escribir frases ya que, en su mayoría, dejaron la escuela primaria en tercer o cuarto grado, dejando la lectoescritura detenida en el tiempo. Se puede lograr estando dos o tres veces por semana, sentados con ejercicios y entendiendo que las problemáticas en los barrios y en las unidades son muy complejas, abordándolo como un todo.
—¿Actualmente dónde están realizando esta tarea?
—Hoy la organización está en la unidad 3 y en el complejo penitenciario número 5 donde pudimos ingresar luego de mucho tiempo de querer hacerlo También estamos en el barrio Ludueña en coordinación con una escuela.
—¿Articulan con otras instituciones?
—Sí, hace ya dos años articulamos con varias facultades como Humanidades, Comunicación Social, Trabajo Social, Arquitectura, Derecho y Psicología. Esto nos da la posibilidad de generar un rico intercambio, ya que podemos integrar voluntarios que vienen de carreras en curso o ya avanzados que pueden hacer una especie de articulación de práctica aunque no sea oficial, por ser educadores no formales. Les brinda a ambas partes una gran experiencia que derriba mitos y prejuicios.
Ponerle el cuerpo
Viviana Giaccone, quien es voluntaria desde 2019, comparte y describe cómo es para ella ponerle el cuerpo y el corazón a esta tarea. Además de ser contadora pública, es tallerista y alfabetizadora en el pabellón 11 de la unidad penitenciaria número 6 de la ciudad.
Ella conoció un mundo que la apasiona al compartir con chicos de entre 20 y 30 años sus experiencias y cómo llevaban el encierro. Los ayudó a que puedan expresar sobre todo sus dolores e incertidumbres, hasta que encuentren un lugar para el juego y la distracción. “Todos los participantes ya sabían leer y escribir, por eso en mi taller y encuentro con ellos nos dedicamos a compartir lecturas, libros y escrituras que escriben ellos mismos, eso nos dio lugar a publicar un libro con dibujos, cuentos y poemas de autoría propia que se llama No somos lo que piensan, con lo cual pudimos materializar el trabajo realizado y ser un nexo entre el encierro y nosotros, sin excluir, sino como deberíamos pensarnos: como una sociedad en conjunto, ya que nadie se salva solo”, recalcó.
A nivel personal detalló que ella no es la misma cada viernes que ingresa a la unidad ya que encontró allí un lugar de escucha y de intercambio, de risas y de cariño. Buscando continuar después el trabajo con los vínculos que acompañan, como familia y afectos ya que siguen en contacto cuando ellos recuperan su libertad.
Sin duda, hay miles de realidades y no podemos conocerlas todas, pero tal vez comprometiéndonos con el sentir del otro se podría mejorar el presente de muchos. La salida siempre es en comunidad. Nadie se salva solo y son las redes de contención y empatía las que permiten derribar los muros, tanto externos como de nuestras propias limitaciones.
Para poder conocer más y seguir el trabajo de esta organización: alfabetización.santafe en Instagram y en Facebook.
Carolina Carranza en la redacción del diario El Ciudadano
Convenio La Cigarra – Santa Fe Más
La Cooperativa de Trabajo La Cigarra firmó por segundo año consecutivo un convenio para dictar talleres con el programa Santa Fe Más, que depende del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia. Está orientado a jóvenes de entre 16 y 30 años con el fin de brindarles herramientas que ayuden a la inserción en el mundo del trabajo.
El desafío es grande y se lleva a cabo en tres talleres de un encuentro semanal con personas de todas las edades, quienes fueron seleccionadas por haber transitado capacitaciones relacionadas con la comunicación y el periodismo en las organizaciones sociales de las que dependen.
*Integrante de Comunidad Rebelde