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Análisis: ¿la droga asesina?

“No hay drogas buenas y malas, sino usos sensatos o insensatos de las mismas”, Antonio Escohotado.

 

Por Fabián Peralta (*)

 

La posibilidad de debatir, intercambiar y planificar una nueva política de drogas está muy relacionada a la chance que tengamos de correr el eje y salirnos de preconceptos que nos impiden una discusión profunda y seria. Uno de los preconceptos más arraigados y que nos desvía de la posibilidad de dar esta discusión es el rol de sujeto que se le da a la sustancia permanentemente. Para poder ser más gráficos, vamos a citar un caso que tuvo una gran difusión mediática y que solo nos dejó mucho ruido y pocas conclusiones útiles. El caso que involucró a al cantante de rock Pity Álvarez y que costó la vida a una persona, debió habernos provocado un debate mucho más ambicioso que nos coloque en otro lugar como sociedad. Debió provocarnos un poco más de profundidad en los análisis y hacer el mayor esfuerzo por esquivar los títulos sensacionalistas que no sólo se caracterizan por ser efímeros sino que dejan poco y desvían el o los ejes de un debate productivo.

“Droga asesina”, fue uno de los títulos que podía leerse por esos días. Fue un título, podrá tener algún logro desde lo periodístico –en el mejor de los casos– pero vuelve a caer, por enésima vez, en un error que claramente nos centra en la sustancia y no en la persona. “La droga avanza”, “la droga mata”, “la droga asesina”, repiten los titulares. Siempre la droga es convertida en el sujeto que acciona y la persona en la cosa que sufre esa acción. Este atajo que distorsiona todo debate no sólo es tomado por algunos medios de comunicación sino también lo utilizan funcionarios de los más altos niveles. El ministro de Seguridad de Buenos Aires, Cristián Ritondo, afirmó en los últimos días: «Principalmente quiero decir que la droga mata». Lo hizo durante una conferencia de prensa de manera que se replique con la mayor potencia posible. El tema es mucho más que discursivo. Es determinante en las acciones políticas que el Estado lleva adelante. Si el problema está en las sustancias y son las sustancias las que matan, eliminándolas se eliminan los problemas. Es entonces que centramos las políticas de drogas en la droga, y por eso plantea la guerra a las drogas. “Un mundo sin drogas”, “Argentina sin narcotráfico”, son algunos eslogan. Si ellas son quienes avanzan, atrapan, matan, asesinan, para solucionar el problema hay que eliminarlas.

Parece claro que la droga por sí no mata, no atrapa, no avanza, no acciona, sino que es la forma en que un individuo se relaciona con la misma lo que puede enfermar o deteriorar la salud, incluso hasta la muerte. Le sacamos el rol de protagonista a la persona que decide por distintas razones consumir drogas. Dejamos de hablar de las personas, de sus derechos, de sus necesidades, de sus deseos o expectativas de vida. Hacemos de la cosa el eje y de las personas la cosa. Claramente así no pude haber política que nos presente resultados aceptables en términos sociales o sanitarios. Muy por el contrario, todos los indicadores han aumentado con las políticas que ponen en la droga su eje de acción. Cuando uno tiene la oportunidad de participar de talleres preventivos con adolescentes y puede escuchar sus reclamos advierte que son muchos más racionales y maduros que los propios adultos. Ser escuchados. Ver coherencia entre discurso y acción por parte de los adultos. Ser respetados. Tener posibilidades. Contar con el sistema educativo más allá de una currícula. Saber dónde buscar y encontrar ayuda en caso de requerirla.

Tal vez cuando nos aferremos a la idea que los y las usuarias son los destinatarios de las políticas que debe generar el Estado dejemos de poner toda la carga en la sustancia. Cuando asumamos que la problemática es mucho más compleja que controles y decomisos, cuando aceptemos que el consumidor es una la persona y como tal sus derechos deben ser respetados en toda acción política, cuando descartemos títulos tan efectistas como falsos, vamos a poder enhebrar una política sensata y por ende efectiva. Una donde cada uno cumpla su rol y donde los medios de comunicación sean un actor clave para esa nueva política.

 

(*) Ex diputado nacional. Integrante de la ONG MIradas

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