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Análisis: la izquierda y la derecha en 2019

Primero fue Jaime Durán Barba quien caracterizó a Mauricio Macri como exponente de una “nueva izquierda”. En otra intervención identificó al PRO como “el único partido de izquierda que hay en la Argentina”

 

Por Gabriel Rafart *

Algunos intelectuales insisten con que el macrismo se coloca en el margen izquierdo del mundo político. En su mayor parte integran el Club Político Argentino, colectivo de personalidades de la inteligencia nacional que es radicalmente antikirchenista y es el principal activo cultural de un gobierno que carece de verbo y doctrina.

Primero fue Jaime Durán Barba quien caracterizó a Mauricio Macri como exponente de una “nueva izquierda”. En otra intervención identificó al PRO como “el único partido de izquierda que hay en la Argentina”. Ello se debería a que “es un partido totalmente inclusivo, respetuoso; hay armenios, judíos, islámicos en las listas”. Durán Barba en estos días encontró una voz de respaldo a tan insólita calificación. Fue la del historiador y profesor universitario Luis Alberto Romero, desde una columna de su autoría publicada en <La Nación<.

Los argumentos del hijo del gran historiador José Luis Romero están lejos de ser originales. Si bien primero reconoce que el binomio izquierda y derecha tiene una virtud, también apunta que hay una historia que ya ha sido superada. La ventaja de la dupla es que “recuerda que la política es conflicto”. Con ello entenderíamos la actualización de antagonismos y grietas.

En cambio, atendiendo a la fórmula ya transitada pero de gran impacto emocional de Francis Fukuyama, aquella dupla dice poco o nada respecto a los contenidos de los conflictos contemporáneos. Señala que los problemas de la democratización, de la vigencia de ley y la nueva cuestión de género, entre otras, constituyen dimensiones que ya no están atrapadas en esa díada de izquierda y derecha.

Dice Romero: “En lo institucional compiten hoy dos maneras de entender la democracia. Una –recuperada en 1983– se asocia con el régimen republicano, la división de poderes y el Estado de derecho. La otra, que se desarrolló entre 1989 y 2015 bajo la consigna de la democratización, impulsa la subordinación de las instituciones a la voluntad mayoritaria, delegada en un líder político, y la limitación de los controles y contrapesos”. Respecto de esto último dice: “La cuestión de la «producción» del sufragio, normal en nuestra democracia, se hace con los pobres que reciben subsidios”. Seguidamente deja de lado todas las novedades que alguna vez identificó en su rol de profesor y que venían de otros historiadores, la antropología política y de una renovada sociología respecto del “clientelismo” para señalar que los frutos de esa democratización hacia los pobres “van a parar a la red de intermediarios, entre ellos, las organizaciones sociales”.

Sin duda una perspectiva clásica y lejana de los procesos de empoderamiento que implica la democracia cuando trabaja de manera positiva sobre las clases populares. Aquí una definición muy propia de las lecturas de clase.

Romero avanza sobre el momento actual. Actualiza lo dicho por otros intelectuales que en momentos anteriores fueron de izquierda, ya peronista, ya marxista, como Vicente Palermo o Jorge Sigal. “Estoy convencido de que hoy la oferta de Cristina Kirchner se ubica en el mantenimiento del statu quo, es decir, en la derecha. Macri encarna su modificación, la modernización y el progreso. Ese es el lugar tradicionalmente asignado a la izquierda”, sostiene. En esta parte de su afirmación, la izquierda es el igual al progresismo liberal del siglo XIX. Una mirada que sin duda es anquilosada. Aún más, en estos días hubo un político macrista que pidió revivir la vieja dupla civilización y barbarie. Al mundo macrista, la civilización. Al resto le cabe la barbarie.

Hay mucho de pereza intelectual y memoria selectiva en la perspectiva de esta inteligencia. Posiblemente la misma que se le reclama a una más numerosa y activa intelectualidad que no comulga con el macrismo. Aquella intelectualidad que claramente se ubica en la derecha y sólo relanza viejas ideas del pasado decimonónico y del más reciente, el del final de la Guerra Fría, sin siquiera detenerse en que el mundo de izquierdas y derechas tiene un lenguaje distintivo respecto al principal problema de la sociedad capitalista: la cuestión de la igualdad.

 

 

(*) Historiador. Profesor de la Universidad Nacional del Comahue. De vaconfirma.com.ar

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