Un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba) indagó la relación entre las variaciones en el consumo de la electricidad y los cambios en las temperaturas de las distintas regiones de la Argentina y advirtió que es necesario “tomar conciencia” de dónde proviene la energía que consumimos y su impacto en el ambiente.
Tamara Propato, especialista en Ciencias Ambientales y Energía que llevó adelante el proyecto junto a otros investigadores desde 2016, dijo que “estudiar estas relaciones es una de las claves para enfrentar de la mejor manera los impactos futuros del consumo de energía en las distintas regiones del país”.
La investigación, que abarcó el período 1997-2014, fue difundida por Sobre La Tierra (SLT), área de Divulgación Científica y Tecnológica de Fauba, y también fue publicada en la revista científica <Climatic Change< recientemente.
Principales generadores del cambio climático
“La matriz energética primaria de la Argentina está compuesta por un 48% de gas natural y 40% de petróleo, es decir, combustibles fósiles, que liberan Gases con Efecto Invernadero (GEI) y son los principales generadores del cambio climático”, analizó Propato, quien además es becaria del Conicet en el Inta.
La electricidad “es una fuente secundaria que puede provenir de cualquier fuente primaria, como la de los combustibles fósiles, la energía eólica, hidráulica, nuclear, solar, entre otras”, explicó.
En la Argentina, “el 65% de la electricidad se genera a partir del gas natural y el 22% con la hidroeléctrica, pero sigue siendo muy importante el gas natural o el petróleo para generarla”, completó.
También detalló que decidió estudiar el consumo de electricidad y no el consumo de petróleo porque la electricidad “es un buen estimador de la demanda total de la energía debido a que todas las energías pueden generarla”.
Entre las diferencias que halló comparando las distintas regiones del país, Propato describió las formas de las relaciones entre el consumo eléctrico cuando sube o baja la temperatura regional.
“Las formas más comunes son la de «palo de hockey», que ocurre cuando el consumo aumenta sólo a bajas o sólo a altas temperaturas, y la forma de «U», que representa un incremento en el consumo tanto a altas como a bajas temperaturas”, indicó la investigadora.
Por lo tanto, explicó que “las regiones más frías, como Comahue o Cuyo, mostraron forma de «palo de hockey» porque sus habitantes consumen más electricidad cuando ocurren altas temperaturas y cuando hace mucho frío usan estufas a gas”.
Comportamiento adaptativo
En tanto, en el norte y el litoral, el vínculo tiene forma de «U», porque “en los hogares se usan aparatos eléctricos tanto para calentar como para refrigerar los ambientes por altas o bajas temperaturas, ya que el acceso al gas de red es menor al 25%”.
Además, la especialista determinó a nivel regional la temperatura en la que el consumo de electricidad es mínimo, denominada “temperatura umbral”, sobre la cual por encima o por debajo de ella el consumo aumenta, e indicó que visualmente se trata del punto más bajo de la «U» o del «palo de hockey»”.
“A lo largo y ancho del país, el valor de la temperatura umbral varió entre 14 y 20 °C, y se asoció a la temperatura media diaria de cada región”, señaló.
Esto significa que “las personas tenemos un comportamiento adaptativo”, es decir, que la temperatura a la que sentimos mucho frío o mucho calor cambia según el contexto, y, si estamos en una región cálida, empezamos a percibir el calor y encendemos los aparatos eléctricos a temperaturas más altas que en regiones más frías, y lo mismo sucede al revés”.
Todas las energías generan un impacto en el ambiente
Ante la pregunta sobre cómo impacta en el ambiente que en la Argentina la electricidad sea producida en su mayoría a partir de combustibles fósiles (gas, carbón y petróleo), la especialista advirtió que “hay una retroalimentación amplificadora, porque los combustibles fósiles emiten gases con efecto invernadero (GEI) como el dióxido de carbono, gas metano y otros, que aumentan su concentración en la atmósfera”.
“Cuando la Tierra devuelve la energía emitida por el Sol, ésta en vez de liberarse y traspasar la atmósfera con estos gases, se retienen, entonces aumenta la temperatura del planeta, por lo cual hace más calor y a su vez aumentan los patrones del consumo de energía: a más calor más demanda de frío y a más frío más demanda de calefacción”, agregó.
Paralelamente, destacó que “todas las energías generan un impacto en el ambiente porque, para producir energía hidroeléctrica o eólica, se necesita más espacio y eso impacta si se debe sacar un bosque”. Sin embargo, planteó que “estas energías no generan calentamiento global”.
Tomar conciencia de dónde proviene la energía
En cuanto a las proyecciones que presenta este estudio, la autora indicó que “es necesario prestar atención a las regiones donde el consumo de electricidad es más sensible a la temperatura, como Gran Buenos Aires o las regiones del norte”.
También, señaló que es necesario “tomar conciencia de dónde proviene la energía, cómo va cambiando la tecnología y la cantidad de aparatos eléctricos que tenemos en nuestro hogar».
En esta línea, tomando en cuenta los indicadores del cambio climático en el estudio, proyectó que, si la temperatura promedio aumenta un 0,5°C entre todas las regiones, “se va a traducir en un 7,2% en promedio de aumento del consumo de electricidad”.
No obstante, la autora aclaró que, en ese cálculo, no incluyó el aumento en la población de la Argentina, aumentos en la actividad económica, ni cambios en las cuestiones de mercado, como tampoco la evolución de la tecnología.