Por Elisa Bearzotti / Especial para el Ciudadano
A pesar de la escasa concurrencia (un magro 65%), este domingo las urnas santafesinas igual cumplieron su función y evitaron una vez más el desgarramiento de la clase política, supliendo la propia incapacidad para generar acuerdos con el fáctico dato aritmético que proporciona el conteo final. Así las cosas, cuatro fórmulas de candidatos a gobernador y vice alcanzaron el piso mínimo de votos, quedando habilitadas para competir en las elecciones generales del 10 de septiembre, según informó el Tribunal Electoral. Se trata de los binomios que integran Maximiliano Pullaro y Gisela Scaglia (Unidos para Cambiar Santa Fe); Marcelo Lewandowski y Silvina Frana (Juntos Avancemos); Edelvino Bodoira y Nora Sánchez (Viva la Libertad); y Carla Deiana y Mauricio Acosta (Frente de Izquierda). Como ocurre habitualmente, a partir de ahora y hasta la fecha asignada para las elecciones definitivas veremos correr sangre a mansalva por todos los medios de comunicación: tele, radios, redes, portales, convertidos en el balcón ideal para que los candidatos vociferen ataques, critiquen propuestas ajenas, y manifiesten habilidades discursivas con abundancia de figuras retóricas, dignas de mejores propósitos. Y esto será así porque el hablar sin decir nada habilita la posibilidad de sortear temas difíciles, tales como plazos, cronogramas de acciones, maneras de evaluar lo hecho y explicar lo que falta… en una palabra: discutir proyectos que sirvan para mejorar la vida de todos los santafesinos. A pesar de ello -quizás porque hemos vivido épocas más difíciles- seguimos celebrando la posibilidad de colocar el voto en la urna cada 4 años, ejercicio que nos obliga a abrir las mentes, informarnos, apostar y, por qué no, descubrir que nos equivocamos, que debemos cambiar la ficha y volver a intentarlo. Celebramos que la rueda de la democracia siga girando a pesar de los errores y desaciertos, y confiamos en que el aprendizaje de la historia nos ayude a evitar a los “redentores del pueblo”, esos personajes que aparecen de vez en cuando disfrazados de Súperman, y acostumbran lanzar al viento tres o cuatro consignas básicas como si fueran verdades bíblicas.
Pero más allá de seguir apostando al recambio de figuritas dentro del entorno democrático, un sistema imperfecto y lleno de baches, la política también nos sorprende con buenas noticias. Una de ellas fue la reciente cumbre entre la Celac -Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños- y la Unión Europea, finalizada esta semana luego de un largo impasse de 8 años (la última se realizó en 2015). Y no es que de pronto a la Unión Europea se le haya despertado el interés por nuestros empobrecidos países, sino que se encuentra algo alarmada (un poco a destiempo tal vez) por la larga sombra de Oriente que se viene posando sobre estos territorios plenos de riqueza y tan necesitados de oportunidades. Lo que queda claro es que con este acercamiento, la Unión Europea está intentando contrarrestar la creciente influencia de China en la región, ya que el gigante asiático ha conseguido convertirse en el segundo socio comercial, por detrás de Estados Unidos y por delante de los países de la comunidad europea. Y, tal como esperábamos, el modo de hacerlo es, justamente, proponiendo un plan de inversiones. Por eso, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se apuró a anunciar una inversión de 45.000 millones de euros (50.560 millones de dólares) en un plazo de varios años para las economías de Latinoamérica mediante el programa Global Gateway, un plan que la UE pergeñó como respuesta a las masivas inversiones de China.
Si bien la cuestión de la deforestación de la Amazonia y su impacto en las cuestiones ambientales sigue generando controversia entre los bloques, al igual que la falta de apoyo explícito a Ucrania que la UE pretendía conseguir a cambio de los euros prometidos, no deja de resultar positivo poder contar con el interés de los países del primer mundo para alimentar nuestras alicaídas economías. En ese sentido el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva destacó que “la defensa de los valores ambientales, que todos compartimos, no puede ser excusa para el proteccionismo. El poder adquisitivo del Estado es una herramienta fundamental para las inversiones en salud, educación e innovación”. En su ponencia, de acuerdo a lo informado por la agencia de noticias AFP, Lula prometió poner fin a la deforestación de la Amazonia para el año 2030 pero indicó que “la selva tropical no puede ser vista solo como un santuario ecológico, ya que allí viven unos 50 millones de personas que precisan tener condiciones de sobrevivencia digna y decente”. Asimismo destacó la importancia de la inversión en América Latina por el papel “estratégico” que tiene para Europa y el mundo, al sostener que la región posee “enormes oportunidades” y que estos países “requieren inversiones en infraestructuras logísticas diversificadas, sociales y urbanas”.
La guerra de Ucrania -mencionada directa o indirectamente en varios de los discursos de apertura- fue uno de los puntos más polémicos. Según lo indicado por el portal de noticias Euronews, “la guerra en Ucrania ha deslucido la cumbre entre la Unión Europea y los países de América Latina y el Caribe debido a las diferentes sensibilidades existentes a ambos lados del Atlántico, por lo cual el texto final se ha suavizado y no condena la agresión”. En tanto, el presidente Alberto Fernández aseguró que el encuentro ha servido para que Latinoamérica pueda impulsar su propia producción industrial. “Es la primera vez que pudimos discutir con toda claridad un mecanismo para acabar con el extractivismo en América Latina. Esta idea de que América Latina es sólo proveedora de producción primaria y pareciera que siempre estuvo impedida de industrializar esa producción primaria. Demandó cinco siglos, pero finalmente lo conseguimos”, apuntó Fernández. El acuerdo final incluyó también un breve párrafo para hacer referencia al pasado esclavista europeo y su impacto en América Latina.
Dicen que nunca es tarde cuando la dicha es buena. ¿Por qué no creer que es posible vivir como nos merecemos? “Let’s make it happen!”, “¡hagámoslo realidad!”, podría decirse en una traducción imperfecta. Pero me gusta más la versión en inglés porque expresa muy bien la necesidad de actuar juntos. Todos debemos “hacer que ocurra”: los políticos y también nosotros, la gente común. Para ello es necesario actuar con consciencia, sin dejarnos deslumbrar por “espejitos de colores”, ofrecer un voto maduro y calificado, un voto serio… tan serio como el futuro que deseamos construir.