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Ante la crisis, trabajan el doble para ganar lo mismo

La inflación se traslada a precios y deben apelar a nuevas estrategias para sobrevivir: fraccionan los productos, caminan para conseguir mejores precios y compiten con cada vez más cantidad de feriantes

La pérdida de poder adquisitivo que sufrieron los sectores asalariados una vez conocida la inflación de 2018 fue notoria pero medible. El impacto de la devaluación golpeó en distintos sectores productivos, aunque a partir de recomposiciones salariales  fijaron paritarias para que la pérdida no sea por goleada. Distinta es la situación de pequeños productores, integrantes de la economía popular y de los sectores informales, que no tienen una paritaria y deben afrontar la crisis con otras herramientas.

Algunos son sus propios patrones, otros forman cooperativas, pero de cualquier forma tienen que solventar costos de manera que no impacte en sus productos ni afecte las ganancias. En el intento por sobrevivir, buena parte de este universo laboral sufrió pérdidas de empleo por no poder afrontar costos. Pero la crisis también se manifestó en jornadas laborales más extensas para mantener rentable una actividad, o directamente en el hecho de migrar a otro rubro con menores costos de producción.

 

“No queda otra que trasladar aumentos al producto”

 

Celcio Moliné es coordinador del Mercado Popular Rosario e integrante de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep). La misma abarca desde productores alimenticios (hortalizas, panificado, dulces artesanales, pastas) pasando por manteros y textiles, hasta recicladores de cartón. El referente aseguró que “no les queda otra que trasladar aumentos de costo al producto”, ya que tanto los combustibles para quienes utilizan vehículos, como las tarifas para quienes producen en sus casas “les impactan de forma directa”. A eso cabe sumar insumos como frascos, bolsas, o bandejas, “cosas que son importadas o dependen de empresas monopólicas que hacen que lo envasado también sufra inflación”.

 

“Autoexplotarse para sobrevivir”

 

Ante esta situación y en la necesidad del productor por encontrar un equilibrio en sus ganancias, Moliné explicó: “Como pone su mano de obra, no le queda otra que compensar autoexplotándose un poco más en aras de mantener el nivel de ventas y no verse tan afectado por la inflación de los productos que elabora”. Esto se traduce en producir más cantidad para aumentar menos de lo que el productor debería y mantener los clientes. “El que tiene que aumentar un 50% las pastas que elabora, aumenta un 30% en aras de ganar un poco más de mercado y trabajar dos horas más por día percibiendo menos”, ejemplificó. Y aseguró que cuando uno comercializa lo que elabora, tiene ciertas estrategias para hacerle frente a la crisis, que en este caso sería “autoexplotarse para sobrevivir”.

 

Estrategias ante la crisis

 

El Mercado Popular tiene sus propias herramientas ante la crisis. Una es la particularidad de acercar el producto de origen al cliente, eliminando eslabones intermedios. Por otra parte, la relación con su público guarda un vínculo más cercano. “Cuando conoces al cliente podes generar estrategias de comercialización más adecuada a la situación que sufre”, sostuvo el integrante de la Ctep. Acá es cuando entra en juego el ingenio para evitar ese traslado directo. Y por último mencionó un caso: “Si el cliente sufre para comprar un kilo de pan, en vez de vender por kilo, lo fraccionás de a medio kilo para que no le impacte tanto y mantenés un nivel de venta, pero ahí ves que eso implica más trabajo”.

 

“Hoy tenés que caminar”

 

Mari Cáceres es referente de la feria del tanque ubicada en la zona de Maradona y Rouillón. Trabaja allí como vendedora desde el año 2001. Una de las opciones más grandes que hay en la ciudad y que en diciembre “tenía veinticuatro cuadras y hoy tiene más de treinta”, según contó. El golpe más fuerte que generó la crisis se tradujo no solo en la extensión del parque comercial, sino también en el cambio de hábitos. “Hoy tenés que caminar y buscar el mayorista con el precio más barato”, expresó. Atrás quedó la costumbre de comprar mercadería en un solo proveedor, hoy se trata de ir al mejor postor.

La feria ofrece indumentaria y alimentos, producción propia y reventa, pero en cualquier caso no le escapan a tener que cotejar precios, re convertirse o trabajar más horas. “Productos que se elaboran ya no se pueden vender tanto por el traslado que implica a la venta, y en el caso de lo que se revende, se va buscando el precio, se busca lo más económico, no se trabaja la misma mercadería que antes”, aseguró. Y por último contó que además de esta situación de “necesidad y pobreza” que se ve en el lugar, “también está la vuelta al trueque”.

 

Trabajar el doble o cambiar de rubro

 

“La saladita rosarina” ubicada en la Plaza Homero Manzi es otra de las ferias más populares de la ciudad. Alicia Ochoa es una de sus coordinadoras y aseguró que la cantidad de puestos llegó a 1.000, pero control urbano solo permitió trabajar a los 680 que están ahora. “Hay gente que viene y se acomoda cuando no está el control y se pone a vender con un paño en el piso”, reconoció. Y aseguró que el trueque comenzó a ser otra de las alternativas, con “gente que no vende por plata sino que canjea por otro producto”.

Con respecto al impacto de la inflación, explicó que algunos vendedores la absorben trasladando directamente al producto, mientras que otros eligen hacerlo de manera más gradual. De cualquier forma no pueden escapar a la escalada de precios, aunque cada uno tenga su estrategia, que en el mejor de los escenarios es trabajar el doble o cambiar de rubro. Como el caso de un emprendedor que elaboraba almohadones, y según Alicia “con el aumento de los materiales como telas o hilos de coser no le da el presupuesto para comprarlos, entonces lo que hace ahora es elaborar panes y papas fritas”.

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