En la última semana se confirmó una baja en la cantidad de contagios diarios por coronavirus en la ciudad. Sin embargo, los números siguen siendo altos y a especialistas y funcionarios les preocupa la posibilidad de que se relajen los cuidados. Hasta que no haya una vacuna eficaz y su posterior distribución y aplicación y mientras no haya tratamientos del todo efectivos para casos graves, solo nos queda un instrumento eficaz: la comunicación social. Así de contundente lo plantea Santiago Levin, presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).
«Pensamos que parte del rol del Estado es favorecer las narrativas solidarias en una situación social como ésta», expresa. Levin sostiene que los políticos trabajan con una de las herramientas más sofisticadas que tenemos las personas: las palabras. La distancia física, el uso del tapabocas y la higienización de las manos y superficies son medidas fáciles de enunciar pero difíciles de cumplir, por lo que desde APSA consideran que sería pertinente realizar un diagnóstico y un posterior diseño de una política de comunicación social que forme parte de la estrategia sanitaria en el marco de la pandemia.
«Es necesario un diagnóstico que determine qué es lo que la población cree que pasa, cuál es la percepción de la palabra del Estado, qué percepción real del riesgo hay en cada estrato social. Conocer cómo lo vive una persona de clase media con un sueldo fijo todos los meses, una casa de material y abono de Netflix mensual y cómo lo viven las miles de personas de barrios carenciados, sabiendo que hay más de 4 mil lugares así en todo el país. ¿Y qué piensan las personas mayores y las niñas y niños de todo esto? Así diseñar una política de comunicación, no una campaña. Sobrellevar la pandemia no es fácil ni individual ni colectivamente», desarrolla.
Subraya que esta comunicación debería estar concebida dentro de una estrategia de salud pública «que intente llevar a la sociedad solidaridad y cooperación en contraposición a la narrativa del odio y el miedo al infectado» y cuyo objetivo sea que disminuyan los contagios y las muertes.
«Las catástrofes sociales como lo fue la caída de las Torres Gemelas o los incendios que vimos a principio de año o los tsunamis, según cómo se maneje la comunicación social, generan narrativas individualistas, meritocráticas, discriminatorias o narrativas de la cooperación. Pensamos que parte del rol del Estado sería favorecer las narrativas solidarias en una situación así. No tener una política de comunicación social en pandemia también es una política y esa es nuestra crítica en este momento en que la cuarentena ya terminó hace un montón pero falta una comunicación que ayude a las personas a volver a encontrarse. Parece que dijeran ‘arreglensé, ya dijimos todo lo que había que decir, ahora depende de vos'», dice.
Levin señala además otros dos elementos de este contexto: el trabajo de muchos medios de comunicación en un sentido anticuarentena y la dificultad de sostener medidas de largo plazo -en Argentina y en cualquier parte del mundo.
Reencuentros y cuidados
Ni esconderse debajo de la cama por miedo al contacto con otros y por ende al virus ni exponerse a situaciones de riesgo sin tomar los recaudos necesarios. Para el profesional es importante que los mensajes incluyan también una forma que contemple el amor, la ternura y la solidaridad con quienes pueden ser nuestros vecinos, con las personas mayores y con aquellas que padecen enfermedades crónicas.
«Advertimos que faltan mensajes concretos que ayuden a las personas a desenvolverse en situaciones donde uno no está muy seguro de lo que tiene que hacer», insiste. A priori considera que a contrapelo de lo que dictan los medios masivos y, en muchos casos, la percepción social hay que subrayar que la pandemia todavía no terminó y, por ende, la situación de riesgo aún existe. Argentina está entre los 10 países con más infectados en términos absolutos, alerta.
Además todavía falta un tramo de tiempo impreciso que no necesariamente va a terminar «mágicamente» con la llegada de la vacuna ya que hay que diseñar una logística de distribución y seguramente requiera estar acompañada de otras políticas sanitarias y sociales para dar fin a la pandemia.
«Tenemos que pensar cuáles van a ser los mecanismos de encuentro, que no haya titubeos y gane el corazón en ese momento. Las recomendaciones para las reuniones familiares o sociales pueden ser: pensar cuál es el mejor lugar para el encuentro para cumplir las distancias y que sean al aire libre, si la reunión es en una casa determinar con anticipación quiénes pueden ingresar a la cocina para lavar los platos, armar burbujas familiares -evitar el contacto con muchos grupos de personas-, conocer el estado de salud de cada uno, autoaislarse si hay algún síntoma aunque fuera mínimo. Estamos en esta fase de reencuentros y necesitamos cuidarnos no por miedo sino por solidaridad tratando de que lo que se aísle sea el virus y no las personas ni las subjetividades», señala Levin.
«Tenemos que recordar que esta es una crisis transitoria que dura más de lo que pensábamos pero que tiene un fin. Después volveremos a una cierta normalidad, pero todavía no es el momento. El problema de que no haya una política comunicacional es que los cuidados quedan librados a lo individual y eso es la cultura de la meritocracia y la política neoliberal: que cada uno se arregle como pueda», añade.
«Necesitamos un Estado que explique que cuidarse es cuidar a los demás y que no es de miedoso usar el tapabocas ni es de valientes hacer un pogo en medio de una pandemia. Y que ayude a entender el concepto de riesgo cuando se trata de un elemento invisible como un virus, que es un microorganismo desconocido hasta hace poco y que conocerlo llevará un largo tiempo. Al fuego o a un terremoto lo vemos todos, a un virus no y esto favorece el surgimiento de expresiones negacionistas. Los terraplanistas, anticuarentenas y antivacunas existen, son fenómenos sociales y van a seguir existiendo. La pregunta es qué puede hacer el Estado con eso: ponerse al frente de una política de comunicación que explique con palabras y metáforas bien seleccionadas qué es lo que está pasando. Que esta selección ayude a la comprensión y disminuya la confusión», dice luego el psiquiatra.
APSA recomienda no utilizar metáforas bélicas como «enemigo invisible», «caídos en acción» o «primera trinchera». No solo producen angustia por todo el imaginario negativo que evoca sino que es incorrecto: no hay una voluntad del virus, se trata de una partícula inanimada.
Prefieren hablar de «distanciamiento sanitario» en vez de «distanciamiento social»: «No es una sutileza, cada expresión tiene su efecto psíquico y en la subjetividad de las personas. Distancia social quiere decir alejate de los otros. En cambio, distancia sanitaria quiere decir: juntate pero con los cuidados correspondientes, aislá al virus no a vos».
Además, considera importante que se proceda con cautela en relación a los plazos que se estiman para la llegada de una vacuna eficaz.
Efectos sobre la salud mental
Levin afirma que en los últimos meses aumentaron las consultas por ansiedad, insomnio, miedos, angustia, cansancio. Todos efectos que considera «normales, esperables, pertinentes». «La pandemia va a tener muchos efectos culturales, emoción, artísticos y económicos. Aún al mejor parado en la sociedad -económicamente- la pandemia le quitó cosas: viajes, encuentros sexuales, fiestas, cumpleaños. Esa sensación de pérdida viene acompañada en la psiquis de lo que llamamos un duelo. Todo esto es también un proceso de duelo: no solo se pierden vidas sino estabilidades y proyectos». Este proceso requiere de una enorme energía psíquica y de tiempo.
Asimismo considera importante que no se busque patologizar estas reacciones normales frente a las pérdidas. Advierte que posiblemente en los próximos meses, en el próximo año, surjan cada vez más consultas y que aquellas personas que ya padecían algún trastorno de salud mental sean más propensas a sufrirlas luego de esta pandemia.
Advierte, también, que a pesar de todas las recomendaciones a nivel local pero también a nivel mundial, no se ven Estados que inviertan mayores recursos para dar una respuesta a esta problemática que seguirá en aumento.
«Vamos a estar muchos años hablando sobre la pandemia de 2020, desde los más diversos ángulos y miaradas posibles. Por primera vez en la historia estamos viviendo una pandemia que se emite las 24 horas por redes sociales. Parece que estamos viviendo un capítulo de la serie Black Mirror», concluye.