Cada vez que aparece una epidemia o una pandemia en el mundo hay factores que se repiten: cómo evitar la expansión, cómo gestionar el miedo y cómo hacer para que no afecte a la economía. La historia de Rosario no es la excepción. En la segunda mitad del siglo XIX cuatro epidemias llegaron en el momento en que la ciudad emergía como una de las más prósperas del país. Tres brotes de cólera y uno de peste bubónica pusieron en evidencia que el crecimiento poblacional, cultural y económico de apenas 50 años había llegado con malas condiciones de vida para una gran parte de las y los habitantes. Los diarios de la época y las autoridades locales jugaron un rol fundamental a la hora de definir qué se decía y qué no en tiempos en los que la medicina no estaba legitimada como hoy. El ocultamiento y las teorías conspirativas fueron la forma de mantener la imagen de ciudad próspera, aun a costa de la vida de cientos de personas, en su mayoría de la clase trabajadora. El Ciudadano conversó con la historiadora Agustina Prieto sobre las epidemias del siglo XIX y su relación con la situación actual de pandemia por coronavirus.
Prieto integra el Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y llegó a estudiar las epidemias del siglo XIX por un interés por la historia social de las y los trabajadores. “Trabajé mucho el período de 1880 hasta 1912 y me encontré con que todas estas epidemias visibilizaron que había un sector de la sociedad que se había enfermado más, que era el de los trabajadores”, cuenta Prieto.
La historiadora explica que desde que sus comienzos Rosario se pensó a sí misma como una cuidad excepcional, que crecía y progresaba como ninguna. La incipiente metrópolis portuaria en poco tiempo se convirtió en la segunda ciudad del país y sólo entre 1850 y 1900 pasó de 3 mil a 112 mil habitantes. El problema fue que ese crecimiento fue desordenado y con muy malas condiciones de vida para la mayor parte de la población. Las tasas de mortalidad y morbilidad fueron muy altas hasta 1910, cuando el agua corriente y las cloacas se extendieron por toda la ciudad.
Las epidemias pusieron en evidencia esas malas condiciones. Todas aparecieron en la temporada de verano, entre fines de un año y comienzo del siguiente. Las tres primeras fueron de cólera en 1867-68, con 420 muertes, en 1886-87 con 1.256 muertes, y 1894-95 con 452 muertes. La cuarta fue de peste bubónica en 1899-1900, con 68 casos fatales según los médicos y 50 según el municipio.
El miedo
Según Prieto, algo en común entre las epidemias del siglo XIX y la pandemia de coronavirus es que las enfermedades aparecen como un elemento fuera de control que obliga a distintos actores de la sociedad a tomar decisiones. “Las medidas que se toman no son sólo en función de la expansión de la epidemia o de la enfermedad sino que responden al manejo del pánico”, explica.
El miedo aparece entonces como un tema recurrente. “Cuando la gente tiene miedo puede actuar de manera poco razonable y en vez de protegerse a sí misma puede terminar contagiando a los demás. Una actitud que aparecía en las epidemias que estudié es que la gente ocultaba que estaba enferma porque no querían que la llevaran a los lazaretos, que eran lugares que se levantaban en las afueras de la ciudad”, contó.
Durante la primera epidemia de cólera 1867 y 1868 el miedo está asociado también con la desconfianza en la medicina. La profesión no había logrado todavía el respeto de la mayoría de la sociedad y las personas se sentían más seguras en manos de curanderas o curanderos o de la religión. “Hay que entender que en esa época ir al hospital no era algo agradable. Era un lugar donde te hacían cosas que causaban dolor y donde mucha gente moría por lo que eran considerados el paso al cementerio”.
Esta primera pandemia, sin embargo, generó otra relación de la ciudad con la medicina. “Muchos médicos actuaron desinteresadamente en función de atender a la gente enferma. Esto hizo que le tuvieran más respeto a la profesión y menos temor. Es algo que se ve al terminar la epidemia con comentarios en la prensa que resaltan la actitud de los médicos que se sacrificaron atendiendo pacientes, incluso algunos que murieron porque se contagiaron”, agregó.
Economía antes que salud
En los primeros días de enero de 1900 un diario de Buenos Aires publicó un artículo en el que alertaba sobre un brote de peste bubónica en Rosario. Decía que 17 trabajadores portuarios habían muerto por la enfermedad que ya era una plaga en el mundo. La noticia reveló lo que pasaba en la ciudad desde hacía meses pero se mantenía oculto por decisión de las autoridades locales.
Ya los médicos habían advertido al municipio sobre casos similares. La peste bubónica se manifiesta con bolas en los ganglios y según los reportes de la época había signos visibles en trabajadores portuarios. La peste se transmitía a través de una pulga que primero había picado a una rata infectada y después a humanos. Las ratas llegaban a las barracas donde se guardaban los granos en bolsas arpilleras. Los trabajadores portuarios eran entonces los más expuestos.
El ocultamiento por parte de las autoridades tenía motivos y eran económicos. Unos meses antes, en noviembre de 1899, el Parlamento Nacional había aprobado la apertura de la licitación para la construcción del puerto de Rosario, una obra esperada por la sociedad local.
El artículo en el diario porteño hizo que las autoridades tuvieran que reconocer el brote y llevó al presidente Julio A. Roca a emitir un decreto en el que declaraba que sólo el presidente o la autoridad sanitaria nacional podían informar una epidemia.
Desde que se empezó a hablar de coronavirus se habla de los costos para la economía de cada país y a nivel mundial. Incluso, los gobiernos de los países de Europa en los que el virus se expandió de manera descontrolada fueron cuestionados por no actuar a tiempo por especular con la economía. Es que para controlar epidemias y pandemias es necesario parar todo: poner en cuarentena personas y mercancías, cerrar fronteras, hacer cordones de control en los lugares afectados.
En las epidemias de fines del siglo XIX esa preocupación por la economía también fue protagonista. “La idea de aislar a la ciudad o de imponer cuarentena sobre las personas o los productos era algo que afectaba a la economía de todos, desde el dueño de la empresa hasta el que vendía pastelitos por la calle. En ese momento en los pocos diarios que había en Rosario había una presión puesta en cuánto contar y cuánto no. El cuánto no tuvo que ver con qué pasaba con las actividades económicas que se hacían en Rosario en relación al resto de país. Rosario era básicamente un puerto y la decisión de aislar suponía cerrarlo, como también el ferrocarril”, explica Prieto.
Después de la primera epidemia de cólera, en la que se cerró el puerto, empezaron las teorías conspirativas. Según las investigaciones de Prieto, decían que las pestes eran un invento de los intereses porteños para perjudicar a Rosario y de esa manera dar mayores posibilidades al puerto de Buenos Aires.
En la epidemia de cólera de 1894/95 hubo una reunión entre los directores de todos los diarios de la ciudad y las autoridades sanitarias locales y nacionales. Buscaban que el combate contra la epidemia no generara perjuicios económicos. Y la decisión fue no informar.
“No hay información sobre cólera en esos meses. En marzo de 1895 es el pico y mueren 250 personas y sólo salen dos notas chiquitas festejando a la gente que salía en defensa de quienes injustamente eran llevados a los lazaretos para aislarlos. Otra nota es para decir que estaba todo bien y que había quedado demostrado que la epidemia era una farsa del oficialismo político cuando en realidad hay registros que constatan las muertes”, agrega.
Con la peste bubónica pasó lo mismo. “Los primeros casos son en septiembre de 1899 y va a ser declarada oficialmente como epidemia el 24 de enero de 1900. En el intervalo es que hay médicos que dicen claramente que les parece que en Rosario hay gente que murió a causa de esta peste. En ese momento había una epidemia en el mundo y todos los países estaban muy atentos al momento en que iba a llegar. Como hoy con cada país a la que llega el coronavirus. Incluso hay reuniones de las autoridades sanitarias de Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay para ver qué van a hacer cuando llegue porque todos están seguros que va a llegar. Pero cuando aparecen estos casos sospechosos en Rosario los médicos van a hablar con las autoridades sanitarias y les dicen que no, que esa gente murió de otra cosa”, agrega Prieto.
Para ella la licitación del puerto fue el motivo del ocultamiento: “Es evidente que este proyecto en el cual estaban embanderados todos los rosarinos fue una de las razones por las que trataron de mantener tras un manto de secreto lo que estaba pasando. Mientras tanto, la municipalidad inició una campaña de higienización de la ciudad para prevenir males futuros, sin decir de qué hablaban. Quemaron más de mil casillas en malas condiciones, un número importantísimo para una ciudad de 112 mil habitantes”.
Cuando se hace público, a partir del artículo en el diario porteño, el presidente Roca definió hacer un cordón sanitario que rodeó a Rosario. Durante semanas, se cortaron las comunicaciones terrestres y marítimas en el momento de la cosecha, para entrar y salir revisaban y desinfectaban a personas y mercaderías. La mayor parte de la campaña de higiene fue en el barrio Refinería, que era donde vivían y trabajaban los portuarios.
“Fue una campaña muy visible, con médicos de Chile y otros lugares. La Caras y Caretas le dedica una tapa. Y nuevamente hay toda una discusión de si hay peste bubónica o no, si es un invento de la prensa, de los porteños o de los médicos que hacen experimentos con gente. Se dice cualquier cosa”, concluye Prieto.
Las del siglo XX
En el siglo XX también hubo epidemias en la ciudad que generaron impacto en la sociedad. Desde 1900 hasta mitad de siglo la tuberculosis fue protagonista, sobre todo entre guerras. La llegada de la penicilina fue la solución.
La que aún permanece en la memoria del mundo fue la epidemia de polio, que a la Argentina llegó a comienzos de 1956. “En el polio el tema del pánico fue muy fuerte. La poliomielitis afecta a los niños. Muchos murieron y los que sobrevivieron quedaron con secuelas porque afecta a los huesos. Va a haber toda una generación de chicos en Argentina y en el mundo de chicos que tienen problemas para caminar porque quedan tullidos. Eso le da a la epidemia una característica distinta que es que no sólo afecta los niños sino que las consecuencias que les deja generan una carga subjetiva muy grande. Eran sociedades que tenían poca tolerancia con las discapacidades. Sofovich era rengo porque tuvo polio. Y Roosevelt tuvo que ocultarlo; cuando era presidente andaba en silla de ruedas la mayor parte del tiempo pero no lo mostraban”, cuenta Prieto. La epidemia de polio terminó cuando se encontró la vacuna, desarrollada por los científicos Jonas Edward Salk y Albert Bruce Sabin.