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Antonio Giacca, una vida remando en el Laguito

Historias y anécdotas en el corazón del Parque de la Independencia, visita obligada del turismo rosarino.
Don Antonio tiene un mar de anécdotas. Desde los chupineros hasta la señora excedida en peso que hundió uno de los botes.

Por: Santiago Baraldi

Antonio Giacca tenía 13 años cuando comenzó junto con su padre en el alquiler de botes en el Laguito del Parque de la Independencia. Hace 55 años que amarra sus embarcaciones en el muelle, con su cuerpo menudo desgrana anécdotas y recuerdos de generaciones de rosarinos que pasaron por el mítico Laguito. “Si bien es un paseo familiar, también tenés los chupineros, los que vienen para hacer ejercicio, o los que los viernes a la noche, en una despedida de soltero, dejan en pelotas al novio y sin remos lo empujan al medio de lago… hay de todo”, apunta don Antonio.

En 1901 comenzó la construcción del lago artificial, el mayor espejo de agua del parque, sobre un área de 25.000 metros cuadrados aproximadamente, con una profundidad promedio de 1,50 metro, con dos islas artificiales, una de ellas unida a los bordes por puentes. Con la tierra de su excavado, que realizaron los presos, se erigió una especie de mirador que se conoce como la Montañita.

Desde el 1º de agosto de 1955, Giacca comenzó con cuatro botes y llegó a tener 20; luego llegaron las embarcaciones a pedal para hacerle competencia. “Pero no hay como el remo: es un deporte completo que recomiendan los médicos; aquí vienen pibes con problemas de crecimiento, flaquitos, y los mandan a remar, yo les enseño y a los tres meses hay que ver cómo se desarrollan”, asegura mientras acomoda las embarcaciones.

En 1961 Giacca ingresó a trabajar en la Municipalidad, en Parques y Paseos, integró la cuadrilla de limpieza y estuvo 30 años al cuidado del Palomar, “meta manguera y escobillón juntando caca”. Y los fines de semana con los botes en el lago. Desde que se hicieron las reformas en 1998, bajo la intendencia de Hermes Binner, con la incorporación de las aguas danzantes, “hay mucha más vida en el Parque; ahora en verano con las luces y la seguridad que hay la gente se queda hasta la una de la madrugada, lo mismo cuando está el ciclo de cine a la reposera: vienen las familias y pasan un buen momento, eso genera trabajo para los que estamos en el Laguito”, asegura Giacca.

Un grupo de niños le tira pedacitos de pan a los peces: pejerreyes y carpas se acercan a la orilla y pelean con patos y gansos por la comida: “En la isla del Laguito llegó a haber monos, la gente se arrimaba a tirarles pan, pero eran medio violentos y a más de uno han mordido, por eso los sacaron. Ahora que hay barandas de contención que impiden la llegada de botes a la isla estaría bueno que los reincorporen”, sugiere nostálgico don Antonio.

Exceso de peso

Una de las anécdotas graciosas que recuerda fue “hace años, cuando amarrábamos las embarcaciones sobre Cochabamba; veo que viene una señora gorda, pero muy gorda, y no me animé a sugerirle que no se suba por no querer discriminarla. La señora se subió y el bote se hundió, ella no sabía nadar y el agua le llegaba al cuello, no había manera de sacarla, tuvimos que traer una escalera y así salió. Otra vez, en tiempos que los botes los dejábamos en la isla, me crucé temprano para comenzar a trabajar y me encontré con un cuerpo flotando. Había sido un fotógrafo que se descompuso a la madrugada y cayó al agua; al parecer fue un paro cardíaco”, apunta.

Giacca asegura que en invierno “se trabaja mejor” y que se ha visto el incremento de turistas en Rosario: “Los fines de semana largo, incluso ahora en enero, viene mucha gente de Buenos Aires, Entre Ríos, incluso brasileños e italianos han venido a darse una vuelta”. Entre abril y noviembre las delegaciones escolares de la ciudad y de las provincias vecinas tienen como visita obligada el Parque de la Independencia, y el paseo por el Laguito es infaltable. “Los que no fallan por la mañana temprano son los chupineros: me piden que les cuide el saco del uniforme y se largan a remar. Los pibes son macanudos, antes los llamaba con un silbato, ahora pusieron unos parlantes y les avisás cuando están por cumplir el horario”, agrega Giacca, que cobra 14 pesos la media hora para un bote que tiene capacidad para tres mayores y un menor.

Fanático de Newell’s, Giacca recuerda las previas a los clásicos donde hinchas de ambos clubes terminaban en el agua luego de interminables corridas por una bandera. “Ahora hay mucha presencia policial, pero hace años no ocurrían desgracias de casualidad. Había corridas entre medio de la gente que estaba tomando mate, y más de uno terminaba en el agua; cuando había un clásico se pedían refuerzos, ahora vaya a saber cuándo volverán…”, agrega irónico el amo y señor de los muelles del Laguito.

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