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Aprendé a dominar el miedo

Por Claudio María Domínguez.-La identificación con el cuerpo y el tiempo son los elementos que el miedo necesita para existir. “Si logramos deschavarlos, exponerlos, no bloquearlos, el temor se va”, asegura el autor de esta nota.

¿Por qué vivimos con miedo? ¿Por qué no podemos disfrutar de los momentos hermosos que nos regala la vida y de nuestros seres amados? ¿Por qué siempre estamos temiendo que algo “malo” suceda?

Nos aparecen miedos, todo el tiempo; nuestra mente no descansa y hasta parece disfrutar recordándonos aquellas cosas a las que les tememos.

El miedo necesita dos elementos para existir, y si logramos deschavar esos dos elementos, exponerlos, no bloquearlos, el miedo se va.

El primer elemento es la identificación con el cuerpo. El miedo es la identificación con algo que uno cree que va a perder. Ese algo que parece tan real, tan nuestro, nos da seguridad tenerlo, nos mantiene vivos.

Este cuerpo, esta vida, es lo que yo creo que voy a perder… “Tengo miedo a la inseguridad, tengo miedo a que me asalten, miedo a que me abandonen, miedo a que mi hijo se vaya a vivir a España, tengo miedo a que me rechacen, tengo miedo a la enfermedad, tengo miedo a la muerte”. En todas esas afirmaciones de miedo, ¿quién es el que sufre? El cuerpo.

En todos esos conceptos, ¿quién es el que sería golpeado, abandonado, rechazado, herido, y finalmente disuelto? “Tengo miedo a morirme”, sabemos que nos vamos a morir algún día, o creemos que es así, por eso vivimos con miedo a morirnos, con lo que mientras nos impedimos vivir. De este modo no resolvemos la historia de morir, y se nos va la vida.

A medida que vamos viviendo, vamos muriendo. Cada respiración, miren qué ironía, nos acerca más a la tumba. Esto indica que eso que tanto queremos conservar, eso ya se nos está yendo, desde que uno nace empieza el derrotero.

Dice Krishna en el Bhagavad Gita El nacimiento implica la muerte. Uno dice: “Yo tengo un cuerpo”, no dice “yo soy un cuerpo”, y sin embargo uno vive como si fuera el cuerpo. “Yo” ¿quién es ese yo que tiene un cuerpo?

”Yo tengo una mente”. No soy una mente, entonces, ¿quién es ese yo que tiene una mente? Cuando entendemos que no somos aquello, que tenemos tanto terror a perder, concluye el miedo. Se va el miedo a que nos ataquen, nos lastimen, nos abandonen, ¿a quién? A nuestro cuerpo, a nuestra mente… ya sabemos que no somos eso. Lo que somos realmente nunca va a morir, no puede ser herido ni lastimado. Somos mucho más que un cuerpo y una mente.

El segundo elemento: el miedo para existir necesita tiempo. Como dicen los sabios, el único momento en que el tiempo cesa, es aquí y ahora, en este instante, en este eterno presente, el único tiempo que podemos tener.

En cambio la mente va todo el tiempo del pasado al futuro, de lo irreal porque ya pasó, a lo irreal porque no llegó. Entonces sólo para que suceda eso a lo cual le tenemos miedo, necesitamos un futuro. “Tengo miedo a que me ataquen”. ¿Cuándo? Algún día, mañana, en el futuro… “Tengo miedo de que mi pareja me deje, o de que mi hijo se vaya y no poder verlo”. ¿Cuándo? El año que viene, en diez años…

“Tengo miedo de enfermarme”, “tengo miedo a morirme”. ¿Cuándo? Algún día, en el futuro. La mente sólo necesita que haya un futuro para alimentar el miedo.

El único momento en que no nos puede suceder aquello a lo que le tenemos miedo, es aquí y ahora.

El único momento en que no nos pueden atacar, en el que no nos podemos morir, es éste. Por eso se dice que si la mente lograra cada vez que tenemos miedo ser expuesta por el ser y lograr volver aquí y ahora, el miedo deja de existir.

Siempre puede asirse a algo que suceda en algún momento eventual, nunca puede agarrarse de este instante, en el que sólo sucede algo diferente a lo que la mente teme.

Si pudiéramos estar en el aquí y ahora siempre, en este eterno presente, lograríamos que el tiempo cese.

Vivir recordando, en el mismo momento en que nos olvidamos, es decir cuando nuestra mente oscila en el péndulo que va del pasado al futuro, es la práctica continua, perfecta, que nos va a ir regresando más rápidamente a nuestra verdad, a nuestra esencia perfecta, en la cual el miedo no tiene lugar ni tiempo.

Nos acabamos de olvidar, nos involucramos en algo que no está sucediendo, entreguémonos ya mismo al instante, no supongamos, no nos escapemos de lo que el universo en forma espontánea nos brinda ahora.

Sólo estamos vivos, realmente vivos, en el aquí y ahora. La vida va fluyendo como el agua del arroyo, la única vida en que podemos entender quiénes somos, la única en que podemos cambiar el ritmo de nuestro paso por el planeta, la única en la que podemos modificar el rumbo de nuestra historia, es aquí y ahora.

En el pasado no podemos hacer nada más que lamentarnos y crear residuos químicos enfermos en el cuerpo. En el futuro no podemos hacer nada más que inferir quimeras, ilusiones, que también nos generan estado de ansiedad y destruyen el sistema inmunológico, porque nunca sucedió todavía.

No nos adelantemos y no nos perdamos el único momento vital en el que somos dueños de nuestra vida, que es ya mismo.

Para calmar la mente podemos repetir un mantra, podemos llevarla hacia adentro, hacia el Ser, hasta que la mente inferior, mundana, que es la que corre afuera, juzgando, opinando, recordando y suponiendo, colapsa y los pensamientos cesan. Ya van a regresar, pero entonces podremos utilizarlos en forma clara sin que ellos nos dominen, y cuando la presión se sienta, nuevamente los mandamos al cajón de las herramientas, ya que son eso, herramientas de trabajo, de algo infinitamente superior, que es el discernimiento.

Repetir lentamente una palabra, luz, paz, amor. Es un juego que genera una dicha inmensa.

Cada día debemos ir a nuestro interior, sentir nuestro sonido interno, perdernos en nuestra respiración.

Los avatares, los sabios conscientes de su divinidad, dicen que la iluminación es ver nuestro brillo interior; ese ejercicio se torna más divino que cualquiera de los estímulos que buscamos afuera, porque no tenemos el coraje de entrar todavía en nosotros.

Hermanos del alma, Ustedes son eso, seres divinos, viviendo una experiencia humana, recuérdenlo siempre. Vívanlo. Compártanlo.

Gracias por existir.

http://espiritualidaddiaria.infobae.com/

 

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