El arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo, fue reelecto ayer como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) para el trienio 2014-2017, y será secundado por el arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado, Mario Poli, que fue elegido como vicepresidente primero del organismo, en el marco de la asamblea plenaria de obispos que delibera en la casa de retiros El Cenáculo-La Montonera.
Como vicepresidente segundo, fue reelegido por un nuevo período de tres años el arzobispo de Salta, Mario Cargnello, y como secretario general fue designado el obispo de Chascomús, monseñor Carlos Malfa, en reemplazo de Enrique Eguía Seguí, quien no podía ser reelecto por haber cumplido dos períodos consecutivos.
La integración de la comisión ejecutiva de la CEA fue votada en la tarde de ayer por los 84 obispos habilitados para sufragar, en el segundo día de deliberaciones de la asamblea plenaria de obispos en Pilar, según informó la oficina de prensa del Episcopado, que replicó la agencia Télam.
Pese a cumplir el año próximo los 75 años que dispone el Código de Derecho Canónico para que los obispos presenten su renuncia, Arancedo logró retener la presidencia del Episcopado para los próximos tres años, al obtener los dos tercios de los sufragios en la primera votación.
Nacido en Buenos Aires el 26 de octubre de 1940, Arancedo se ordenó sacerdote el 16 de diciembre de 1967 en Lomas de Zamora, fue nombrado obispo de Lomas de Zamora por Juan Pablo II en marzo de 1988; luego fue trasladado como obispo de Mar del Plata en noviembre de 1991; y finalmente en febrero de 2003 fue promovido al cargo de arzobispo de la arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz.
Desafíos por delante
Bajo su nueva presidencia, Arancedo tendrá que pilotear dos cuestiones trascendentes: la relación de la Iglesia argentina en la transición con el gobierno que sea elegido el año próximo, y la visita que el papa Francisco realizará a la Argentina en 2016.
En el año 2011, Arancedo sucedió a Jorge Bergoglio en la titularidad del Episcopado, tras acompañarlo los tres años anteriores como vicepresidente, por lo que tiene una estrecha relación con el papa Francisco.
Perfil dialoguista
Durante los últimos tres años, el arzobispo santafesino –primo del fallecido ex presidente Raúl Alfonsín– desempeñó su cargo con una impronta de diálogo y un tono conciliador, manteniendo un diálogo fluido con el gobierno, especialmente a partir del acercamiento entre el papa Francisco y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
En los últimos meses, Arancedo estrechó su relación con los organismos de derechos humanos y hasta grabó el mes pasado un spot publicitario junto a la titular de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, en el que pide a todos los católicos que aporten a la Justicia si tienen datos de los nietos apropiados durante la última dictadura cívico militar ocurrida entre 1976 y 1983.
Poli, a la mesa chica
Por su parte –en reemplazo del obispo de Neuquén, monseñor Virginio Bressanelli– se incorpora a la mesa chica del Episcopado el arzobispo porteño y cardenal primado de la Argentina, Mario Poli, elegido y nombrado en ambos cargos por el papa Francisco.
Nacido en Buenos Aires el 29 de noviembre de 1947, Poli fue un estrecho colaborador de Bergoglio entre los años 2002 y 2008, cuando se desempeñó como obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario episcopal de la zona de Flores. Luego, en el año 2008, el papa Benedicto XVI lo promovió como obispo de Santa Rosa, La Pampa.
Francisco lo nombró su sucesor en la arquidiócesis porteña y en febrero del 2014, en su primer consistorio, lo creó cardenal. Ahora, desde la comisión ejecutiva, Poli tendrá un papel de mayor exposición pública y mediática.
La sorpresa
Por último, la vicepresidencia segunda del Episcopado continuará en manos del arzobispo salteño Mario Cargnello y la sorpresa de la elección estuvo dada por la incorporación –como secretario general– de monseñor Carlos Humberto Malfa, quien integró últimamente la comisión episcopal que hizo sus aportes para la reforma del Código Civil.