Las principales ciudades de Francia atravesaron este jueves su tercera noche de violencia tras el asesinato de Nahel, un adolescente de origen africano de 17 años, a manos de un policía que le disparó cuando intentaba escapar de un control vehicular en Nanterre, en la periferia parisina. El agente fue detenido preventivamente, pero eso no detuvo las protestas. El Ministerio del Interior desplegó 40.000 agentes para tratar de contener los disturbios, que dejaron 870 detenidos en todo el país y consecuencias graves: coches y edificios incenciados, comercios saqueados, robos y actos de vandalismo.
El presidente francés, Emmanuel Macron, que estaba en la cumbre de Bruselas, convocó a la segunda reunión de crisis en dos días. «Esta noche, los policías y gendarmes han hecho frente, con valentía, a una rara violencia», declaró el ministro del Interior, Gérald Darmanin, que ha confirmado 249 policías heridos.
Marsella, París, Lille, Lyon, Toulouse, Roubaix son algunas de las ciudades asoladas por la violencia, incluso, cuando el gobierno desplegó unidades de élite de las fuerzas de se seguridad e impuso toques de queda en algunos barrios. La violencia se extendió a lugares que aún no habían transitado disturbios, como Montpellier, Montauban o Avignon.
La cadena BFM publicó datos de protección civil con un balance de la noche del jueves de 3880 incendios en la vía pública y 500 edificios públicos incendiados, entre ellos alcaldías, colegios y comisarías. Se movilizaron casi 10.000 bomberos. Los vehículos calcinados ascendieron, en esta oportunidad, a 1.900.
En Nanterre, la ciudad donde creció Nahel, se había celebrado a mediodía una marcha en su memoria, que terminó con enfrentamientos con la policía. Poco después, se incendió una sucursal del banco Credit Mutuel.
Escalada
Los disturbios, que hasta el miércoles habían sido sobre todo en las barriadas periféricas de las grandes ciudades, alcanzaron el centro de París, donde hubo saqueos de tiendas, entre ellas una de Nike y otra de Zara, el centro comercial Halles y la calle Rivoli.
En Drancy, en la región parisina, varias personas usaron un camión para forzar la entrada de un centro comercial. En Toulouse se incendió una grúa, en Pau, en el suroeste, los manifestantes lanzaron un cóctel molotov contra una comisaría y en Lille, al norte, fue inceniada la sede de la municipalidad.
Las autoridades de algunas localidades de la región parisina, como Neuilly Sur Seine o Clamart, decretaron el toque de queda entre las 23 y las 6. A ello le agregaron la suspensión del transporte público a partir de las 21, después de que varios colectivos y tranvías hayan sido incendiados. En Lyon se prohibió la pirotecnia, para evitar que las bengalas o los cohetes se usen para incendiar mobiliario urbano. De hecho, también los manifestantes la usaron para enfrentarse a al policía.
El desencadenante
Nahel M, de 17 años, era hijo único criado solo por su madre, de origen argelino. Trabajaba como repartidor de comida y jugaba al rugby. Se había inscripto en una universidad de Suresnes para formarse como electricista.
El muchacho y su madre vivieron primero en el suburbio de Vieux-Pont de Nanterre, y luego se mudaron a una vivienda en la urbanización Pablo Picasso.
Minutos después de las nueve de este jueves, Nahel recibió un disparo mortal en el tórax, a quemarropa, por parte de un policía cuando iba al volante de un automóvil Mercedes AMG e intentó escapar de un control de tránsito por no tener autorización para manejar.
En un primer momento, los policías aseguraron que el joven había intentado atropellarlos, pero el mismo día salieron a la luz imágenes recogidas por medios franceses que desmentían la versión. Los videos muestran cómo el vehículo se detuvo cuando le dieron el alto. El muchacho arrancó para huir recién cuando los agentes le pidieron la identificación. Fue entonces que unos de ellos respondió disparando sus arma reglamentaria. Un tiro alcanzó al adolescente en el torax, el coche recorrió unos metros y terminó cochando contra una columna de alumbrado. Nahel murió minutos después.
El agente que lo mató fue acusado este jueves de homicidio y, a través de su abogado, pidió perdon a la familia del joven, asegurando que estaba «devastado».
Nahel había jugado los últimos tres años para el club de rugby Piratas de Nanterre y había sido parte de un programa de integración para adolescentes con dificultades en la escuela que dirige la asociación Ovale Citoyen.
Los disturbios provocados tras su muerte recuerdan las protestas de 2005 después de que dos adolescentes, Zyed Benna y Bouna Traoré, murieran electrocutados cuando huían de la policía al finalizar un partido de fútbol: el auto en el que iban chocó contra una subestación eléctrica en Clichy-sous-Bois, un suburbio de París.