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“Argentina, 1985”: el día en que los dinosaurios empezaron a quedar del lado de los derrotados

La aclamada película de Santiago Mitre, protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani, ahora también disponible en Amazon, es un poderoso e imprescindible alegato que deja como mensaje la necesidad impostergable de terminar con la muerte como herramienta política en la Argentina

Una efervescencia desconocida pero necesaria, la cultura que asomaba la nariz de los sótanos y un sector de la sociedad que de a poco se quitaba la venda de los ojos. En el primer lustro de la década del 80, tan icónica, tan inigualable, el regreso de la democracia buscaba poner en blanco sobre negro esa oscuridad reciente de desaparecidos y muerte. Argentina, apenas si podía ponerse de pie y, desde las sombras, los servicios seguían operando.

A partir de una decisión del por entonces presidente Raúl Alfonsín llegaría, en 1985, y de manos de la Justicia civil, el Juicio a las Juntas Militares; fue algo inédito porque se juzgaba a los mentores de un horror que había comenzado el 24 de marzo de 1976 y terminado con la vuelta de la democracias en el 83, que hasta entonces era desconocido en el país. Se juzgaba a los que cavaron aún más profunda una grieta que no es de ahora y que atraviesa la historia de un país escindido desde su matriz constitutiva, para llenarla de cadáveres.

Argentina, 1985, la aclamada película de Santiago Mitre, a partir de un guión que escribió junto con Mariano Llinás, y que tras su paso por los cines (en algunos, aún en cartel) donde se acerca al millón de espectadores también se puede ver a través de la oferta streaming de Amazon Prime Video, es una producción mainstream, muy atinado que lo sea por la temática que trata, protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani, quienes dan vida a los fiscales Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo, respectivamente, al frente de un gran elenco donde también se destacan, entre otros, Norman Briski, Carlos Portaluppi y Claudio Da Passano.

El 9 de diciembre de 1985 fue un día histórico para las y los argentinos: los jerarcas de la junta militar, responsables del mal llamado Proceso de Reorganización Nacional, escuchaban desconcertados, incómodos, una sentencia que terminaba con su impunidad y les decía en la cara: “Nunca más”.

En aquél momento, y más allá de todo lo que vendría después, la Justicia, gracias al trabajo incansable de un equipo de jóvenes fiscales que acompañó y militó la causa, condenó a cinco y absolvió a cuatro de los acusados. Pero Videla y Massera fueron condenados a perpetua. Un par de días antes, Fito Páez había presentado Giros en el Luna Park, porque “existe cielo y un estado de coma”, y Los Abuelos de la Nada y Charly García eran la banda de sonido indiscutida de unos años atroces que empezaban a quedar atrás, sin imaginar que algunas de esas canciones acompañarían los climas y las lágrimas inevitables de una película que hoy, con una derecha que es la pata civil de aquella dictadura y que intenta regresar al gobierno, se vuelve de visión y debate impostergables.

Argentina, 1985 apela a la memoria, “donde todo está guardado”, y revisa los hechos con la pretensión de una película que, ante todo y más allá de las licencias poéticas que debe tener el buen cine y que aquí aparecen, deja en claro que en aquél momento, luego de los 30 mil desparecidos y del paso de una dictadura cívico-militar carnicera, ya era hora de terminar con la muerte como herramienta política en la Argentina, más allá de que su estrenó del 29 de septiembre y su paso previo y los premios por festivales internacionales nada tienen que ver (aunque las casualidades parecen no existir) con el intento de magnicidio que sufrió el 1° de septiembre la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, lo que vuelve al estreno del film en una gran paradoja.

La de Mitre, también director de El Estudiante y La Cordillera, entre otras, es una película que va a llegar al Oscar (también compite por el Goya de la Academia española), porque está rodada con maestría y ya se estrenó en Estados Unidos con buenas críticas, pero además cuenta una épica que transcurre a instancias de un juicio, tiene grandes actuaciones, tiene muchos momentos emotivos y también algo de humor, una reconstrucción de época milimétrica y un cuento linkeado con la realidad magistralmente bien contado que, como gran metáfora, deja en claro que son los jóvenes los que siempre están a tiempo de cambiar la historia.

Darín y Lanzani están a la altura de dos de los personajes de la historia reciente, con la conciencia de que se trata de dos personajes que aquí adquieren la carnadura de héroes. En el caso del primero, ajustado a ciertas lógicas compositivas que marcan un largo recorrido en el cine que lo trae hasta el presente como uno de esos actores que la gente quiere ver; y en el caso de Lanzani, con un compromiso más profundo, que lo corre definitivamente de aquél que empezaba una carrera en tiras juveniles, no por haber alcanzado su madurez actoral sino porque aporta al personaje más sobre la piel los miedos y las dudas pero al mismo tiempo el coraje que requería por entonces semejante proeza, y seguramente su trabajo será reconocido en temporada de premios, porque todo buen personaje es más duda que certeza.

Pero hay más. Si bien a primera vista pareciera que la película se sostiene a partir de las figuras de los fiscales, es decir las masculinas, hay, en un segundo plano, tres personajes femeninos, entre otros, que tejen otra valiosa trama dramática, que se vuelven referenciales de los distintos sectores de una sociedad que buscaba sostener y defender una idea propia de lo que había pasado.

Allí están la mujer de Strassera en manos de la enorme Alejandra Flechner, y en ella todas las mujeres que estuvieron y acompañaron como pasa con una de las jóvenes del equipo de fiscales; la madre de Moreno Ocampo, negadora y defensora de la Iglesia y los militares, a cargo de la no menos talentosa Susana Pampín, pero merece un párrafo aparte el trabajo hipnótico de Laura Paredes (integrante del grupo teatral Piel de Lava) que, con una única escena, la del testimonio escalofriante, trae al presente las palabras y las vivencias de Adriana Calvo de Laborde, la mujer que rompió con un esquema imperante, la que, a través de sus palabras, abrió los ojos y las cabezas de los implicados en aquél juicio.

En el mismo sentido, la película juega con los claroscuros de una época que, vista en perspectiva, habilita algunos debates que son extemporáneos, porque el foco está puesto allí, en el juicio, y no en otros de las y los protagonistas de aquellos años como fueron, indudablemente, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. Lo hecho, hecho está, y lo importante es que el público se multiplique en los cines y en las casas. Que Argentina, 1985 siga siendo una de las películas argentinas más vistas de los últimos tiempos no es un dato menor. En todo caso, es un dato que alienta a pensar, de cara a los cuarenta años de democracia que se cumplen en 2023, que hubo un día, hace muchos años, donde los dinosaurios empezaron a quedar del lado de los derrotados.

«Argentina, 1985» ya está disponible en la plataforma Amazon Prime Video

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