Argentina aprobó en el duelo más importante de la primera etapa. Superó a Puerto Rico por 81 a 74 gracias a un muy buen segundo tiempo. Volvió Oberto, que jugó mucho y bien.
Estaba claro que el Preolímpico comenzaba para Argentina en su tercera presentación. Tanto Paraguay como Uruguay son merecedores de respeto, pero lejos están de contar con el potencial de generarle un dolor de cabeza al equipo de Lamas.
Puerto Rico, entonces, representaba la primera prueba real, el primer adversario que tenía idénticas aspiraciones: llegar a Londres de manera directa.
Y se vio reflejado en el rectángulo todo lo que se estudiaron los planteles, todo lo que planearon para detener a uno y a otro. Y todo el deseo que tenían de ganarlo.
Lejos de los lujos, el choque fue de trámite enredado, con errores provocados por la férrea marca. Los boricuas se replegaron para que Scola no sea factor y para que Manu no rompa cómodo. Aunque Argentina (con Delfino de alero, Nocioni de ala pivot y Scola de pivot) aprovechó el gol externo de Ginóbili, nunca pudo jugar con espacios.
En defensa, controlado Santiago, Barea y Arroyo asumieron protagonismo y el ex Miami fue una pesadilla. A poco de terminar el segundo parcial la ventaja trepó a seis para la visita, pero el temple argentino afloró para descontar.
Pero en la reanudación lo de Argentina fue avasallador. Con Scola (se transformó en el máximo anotador de la historia de la selección) sacando la cara en el goleo y el resto del quinteto asfixiando al rival con una defensa intimidante que le permitió correr y ponerse al frente 50 a 41 para que explote el Poli.
En su regreso, Oberto regaló buenas defensas y un doble con su sello para que la gente termine de delirar y encuentre la calma tras un primer tiempo de nervios.
El segmento final tuvo espacio para soñar con una victoria amplia y vistosa, pero un momento de relax le dio vida a Puerto Rico, aunque el intento de reacción no alcanzó para generar sobresaltos en un equipo argentino que ganó su zona y que cierra la etapa desde las 20.30 ante Panamá para mantener el invicto.