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Argentina está desperdiciando su bono demográfico

Las máximas autoridades de un país deberían tomar las medidas necesarias y adecuadas para aprovechar los beneficios que acarrea tal fenómeno. En estos momentos de aguda crisis, parece desubicado pensar en el largo plazo

Fundación Pueblos del Sur*

Todas las etapas etarias por las que pasa una población a lo largo del tiempo conllevan diferentes oportunidades de crecimiento y desarrollo económico. Actualmente, la Argentina se encuentra en una fase demográfica transitoria donde la mayoría de la población es relativamente joven y apta para trabajar. Este proceso se lo conoce como “bono demográfico” y dadas las características demográficas actuales se prevé que termine entre 2035 y 2040.

En vista de ello, las máximas autoridades de un país deberían tomar las medidas necesarias y adecuadas para aprovechar los beneficios que acarrea tal fenómeno. En estos momentos de aguda crisis, parece desubicado pensar en el largo plazo; sin embargo la pregunta resulta relevante y pertinente en la actualidad: ¿Argentina está aprovechando o desperdiciando la gran oportunidad del bono demográfico?

Teóricamente, un proceso de bono demográfico ocurre cuando la cantidad de personas económicamente activas (es decir, aquellas que se encuentran en edad para trabajar) supera a la cantidad de personas pasivas o dependientes (es decir, niños y adultos mayores). Cuando un país transita por este tipo de fenómeno, se deben aprovechar las posibilidades que se generan en materia económica y social, ya que contar una mayor cantidad personas disponibles y una menor cantidad de dependientes da la oportunidad para crecer a un ritmo más rápido por la capacidad de generar riqueza de los activos versus los recursos necesarios para sostener a los pasivos. En otras palabras, a medida que aumente el mercado laboral y menor sea la cantidad de personas a las que el Estado deba prestar asistencia, más crecerá el ingreso nacional.

No obstante, el dividendo demográfico no actúa por sí solo. El Estado debe articular las políticas adecuadas que permitan que tal bono pueda traducirse en desarrollo económico sostenido, ya que el libre juego del mercado, o la libertad absoluta para que los grandes hagan sus negocios, puede hacer perder la oportunidad de traducir el bono en desarrollo sostenible para el conjunto de la sociedad.

Tal como se mencionó anteriormente, en la actualidad, Argentina transita (al igual que otros países latinoamericanos) un proceso de bono demográfico. Las proyecciones poblacionales expuestas por el Indec dan cuenta de ello: la población entre 15 y 59 años representa al 60% del total y la tasa de dependencia (es decir, el cociente en entre activos y dependientes) es relativamente baja. Sin embargo, a medida que transcurran los años, la cantidad de dependientes sobre la de activos irá subiendo progresivamente. Las proyecciones de envejecimiento y de las tasas de natalidad dejan en manifiesto que este fenómeno de “bonanza” en términos etarios tiene fecha de caducidad. Específicamente, se estima que tal proceso de transición demográfica que transita el país terminará entre 2035 y 2040, al igual que las oportunidades de sendero de crecimiento más raudo si es que el Estado no las aprovecha.

Lo cierto es que, si se observa el actual contexto económico, se podría sostener que los objetivos que persiguen las máximas autoridades del país no corren en igual dirección que los del resto de la sociedad. Los últimos indicadores económicos, claramente, no exhiben un país con las bases necesarias para que esta oportunidad demográfica se aproveche.

Este 2019 es un año de elecciones. Por lo tanto, quienes asuman el gobierno a finales de año y quieran aprovechar esta oportunidad demográfica para propender a un desarrollo económico que pueda sostenerse en el tiempo, deberán asegurar las políticas adecuadas que articulen los recursos nacionales para transitar ese camino. A grandes rasgos, se deberá asegurar una estructura productiva que permita captar la oferta laboral disponible, promover la inclusión de otros agentes económicos que no se encuentran inmersos en el mercado laboral, invertir en educación, ciencia y tecnología para contar con mejores trabajadores, y propiciar las condiciones necesarias para que se incentive al ahorro doméstico.

La evidencia económica e histórica muestra que dejando que el mercado actúe por sí solo, o usando el Estado para que los grupos económicos hagan sus mejores negocios, no tracciona una suficiente expansión de la producción para utilizar al máximo los recursos disponibles. A pesar de ello, un sector de la población, afín a las políticas de Cambiemos, sigue presionando para que el Estado abandone su función articuladora y reguladora de los desequilibrios y abusos de la posición dominante, y aspira a una sociedad en la que los más fuertes tengan total libertad y seguridad jurídica para hacer lo que quieran con el resto.

Pero también hay que decir que lo opuesto tampoco resulta, porque asfixiando el emprendedurismo desde un Estado avasallante que quiere hacerlo todo resultará un obstáculo para sacar lo mejor de lo que cada argentino tiene para aportar al bien común, que es el interés de la Patria.

La Argentina sigue perdiendo oportunidades; esperemos que, más pronto que tarde, haya una toma de conciencia suficiente para que el proceso de deterioro y subdesarrollo no termine siendo irreversible.

 

fundacion@pueblosdelsur.org

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