¡Qué de la mano, de Lionel Messi, todos la vuelta vamos a dar! Argentina es finalista de Qatar. Otra vez. A 8 años de la espina que quedó clavada en Brasil 2014, el crack rosarino se metió otra vez en el partido decisivo de una Copa del Mundo en búsqueda del único título que aún se le niega. Gracias a su magia y su corazón. Y al de Julián Álvarez. Y también el de Enzo Fernández y Rodrigo De Paul. El de todos: La Scaloneta despachó 3-0 a Croacia y está a sólo un pasito de la ansiada tercera corona.
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Con un Messi modo Maradona que emociona, por el tremendo despliegue físico, el golazo de penal que abrió el partido y el jugadón de antología que se mandó para que Julián sentencia la historia. Con dos centrales que son animales y dos laterales que se comieron la cancha. Todos empujan, todos rascan, todos se alientan: la Albiceleste fue una máquina sólida y firme en la noche qatarí y borró de la cancha al vigente subcampeón del mundo.
Scaloni y su cuerpo técnico sabían que en el mediocampo estaba la clave. Los croatas tocan la bocha con precisión y profundidad, empezando por el pincel derecho del enorme Luka Modric (ovación de pie de todo el estadio cuando salió) y pasando por los laboriosos Mateo Kovacic y Marcelo Brozovic. Había que impedir que ellos dicten el ritmo del juego. Y si bien la Selección no salió desesperado a cortar, se paró firme en su campo y lo fue desinflando a su rival con una defensa inquebrantable. Enorme Enzo y tremendo lo de Otamendi y Cuti Romero: Croacia la tenía pero no lastimaba.
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Y mientras los balcánicos se daban la cabeza una y otra vez con la firmeza criolla, los pupilos del Muñeco comenzaron a soltarse: Enzo y Julián, los feroces soldados de Marcelo Gallardo, tuvieron su partido consagratorio en Qatar. La dupla surgida en Núñez hizo todo bien. El volante cortando y jugando; el delantero del City exigiendo siempre a los defensores al punto del hartazgo. Y Messi no los desaprovechó, incluso cuando un ratito antes paralizó el corazón de millones de argentinos al tocarse la pierna en señal de una molestia física. Se venía una noche perfecta.
Enzo se disfrazó de Riquelme y destrabó un partido durísimo con una asistencia quirúrgica: penalazo a Julián y golazo de Messi desde los doce pasos, quien si andaba un poco tocado, no se notó cuando metió semejante zurdazo alto con fuerza para el 1-0.
El gol cambió el escenario por completo. Croacia se puso nervioso y perdió el rumbo. Y Argentina olió sangre y fue a por todo. Con De Paul rascando por todos lados y los dos laterales (Molina y Tagliafico) anticipando siempre, los huecos no tardaron en aparecer. Messi la desvió justito para la corrida de Julián y la Araña encaró. Con enjundia y polenta, Julián corrió. Y aunque la pelota no se paraba de mover, la suerte del goleador lo iluminó y después de mil rebotes la mandó a guardar para el 2-0.
Croacia estaba nocaut. Con Modric cansado y Brozovic lastimado, Argentina manejó los hilos del segundo tiempo a su antojo. Pero había que hacer el tercero para alejar los fantasmas de lo que venía de suceder ante Países Bajos. Messi lo sabía y se encargó de despejar cualquier tipo de dudas. El capitán sacó a pasear a Gvardiol y armó una jugada para el recuerdo que Julián Álvarez coronó con gol. “Tomá y hacelo” le dijo el rosarino. Memorable.
Con autoridad y buen fútbol, La Scaloneta dejó la vida en la cancha y se metió en la final del Mundial. Y lo hizo dejando en el camino a un Croacia que llegaba agrandado luego de cargarse a Brasil. En Lusail sólo hubo un equipo, Argentina, que con entrega, fútbol, inteligencia y un corazón enorme sigue haciendo ilusionar a un país entero: el sueño de la tercera está más cerca que nunca.