Si bien el recambio fue permanente y la sangre nueva apareció torneo a torneo, con un movimiento paulatino en el plantel que logró el éxito más importante en la historia del básquet argentino, recién en esta AmeriCup quedó en evidencia el final de la Generación Dorada, tanto en nombres como en estilo.
La ausencia por lesión de Luis Scola terminó de afianzar el concepto, ya que su presencia redundó en aporte anímico y en transmitir experiencia, pero no pudo brindar su jerarquía en el rectángulo. Lo que parecía ser un problema de difícil solución no fue tal y probó que Argentina cuenta con variantes para tratar de buscar el reemplazo a futuro, obviamente no del nivel del Luifa, pero con armas distintas. Ahora, a las buenas sensaciones del rendimiento de los pibes se contrapone la nula chance de tener a aquellos que jugarán en NBA y Euroliga.
Ilusiona: se forjaron liderazgos y estilo
La despedida entre lágrimas de Emanuel Ginóbili en Río de Janeiro, la carta sentida de Andrés Nocioni, el paso de jugador a entrenador de Pablo Prigioni, el momentáneo alejamiento de Carlos Delfino (volviendo de a poco a tomar ritmo tras años de poca competencia) y la lesión de Luis Scola fueron golpes de realidad que dejaban huérfana a la selección. Sin embargo, también permitieron ver el futuro de Argentina, el tan temido recambio definitivo (recambio siempre hubo), en el que ya ningún “dorado” quedaba en el plantel.
La AmeriCup fue su campo de pruebas pero también su plataforma de presentación, el lugar en el que se forjaron los nuevos liderazgos y en el que se ven quién juega y quién no. Las prácticas importan, los rendimientos en clubes son valiosos, los centímetros y kilos son referencia, pero lo único real es cómo se enfrenta la presión, como se juega ante adversarios de jerarquía y cómo se manejan los momentos de un estadio repleto y una posesión clave. No es para todos.
Y allí Argentina mostró valores para tener en cuenta, pero también una forma diferente de jugar. Los chicos sienten el básquet con la misma pasión de sus antecesores, recibieron casi por ósmosis sus valores deportivos y extradeportivos, pero encaran el juego de forma distinta. Sergio Hernández lo sabe y también disfruta del nuevo esquema: intensidad a pleno, verticalidad absoluta, algo de individualismo también, vértigo, velocidad, explosión. Argentina ahoga, asfixia atrás y después vuela adelante. Todos llegan bien arriba, tapan, vuelcan. Levantan a la gente. Básquet y show.
Campazzo es el líder y el mago, Garino y Deck son dos motores, Brussino todo elegancia, Saiz la última sorpresa. Pero atrás aportaron Delía, Laprovíttola, Redivo y su mano fina, Taya Gallizzi, Vildoza y Fjellerup. El plantel tuvo 23,5 años de promedio y forjó una identidad renovada.
Claro está, también le costó en el cinco contra cinco estacionado, no supo frenar la pelota y el ritmo en algunos momentos clave (la final por ejemplo) y pecó por inexperiencia. Pero el balance no sólo es positivo, sino que hay más valores abajo para sumar. Contaron Ginóbili, Nocioni y Victoriano que en una derrota dolorosa forjaron sus ganas de revancha. Habrá que seguir el ejemplo.
Preocupa: el nuevo formato es todo un problema
A la tranquilidad que trajo el buen rendimiento de los jóvenes de Argentina en la AmeriCup, se le contrapone la postura de algunos torneos importantes con respecto al nuevo formato de eliminatorias que clasificará a los equipos al Mundial de China 2019.
Es que tanto la NBA como la Euroliga no tienen en los planes ceder jugadores para las “ventanas” estipuladas para disputar los duelos de las flamantes eliminatorias. Al menos no cuando se desarrollen en medio del calendario de estas competencias.
Se avanza desde Fiba para generar un acuerdo con la NBA, aunque todavía lejos de confirmarse, mientras que la Euroliga (pelea desde hace rato con la Fiba) se mantiene inflexible.
Entonces, la cuenta es rapidísima y preocupa: Facundo Campazzo jugará Euroliga con Real Madrid, Patricio Garino lo hará con Baskonia y Nicolás Brussino estará en la NBA con Atlanta Hawks. Bajas sustanciales si no se llega a un arreglo.
El resto se supone que será cedido por los otros equipos de Europa y América, más allá que habrá que aprender a combinar los viajes y tiempos de este nuevo esquema, algo más habitual en el fútbol que en el básquet.
La primera ventana de eliminatorias será en noviembre 2017, para luego jugar en febrero y junio 2018.
Arrancan 16 equipos en cuatro zonas. Los mejores tres de cada grupo de cuatro elencos pasarán allí a la siguiente fase (septiembre y noviembre 2018 y febrero 2019) y habrá siete clasificados al Mundial, los tres mejores de cada zona y el mejor cuarto.
Argentina está en la zona A junto a Panamá, Uruguay y Paraguay, mientras que Venezuela, Chile, Colombia y Brasil integran la zona B; México, Puerto Rico, Estados Unidos y Cuba (zona C); Islas Vírgenes, Bahamas, Canadá y República Dominicana (zona D).
En esas ventanas habrá partidos de ida y vuelta, por lo que Argentina podrá jugar ante su público y se prevé que pueda hacerlo en diferentes sedes del país.
El punto en contra es, como se mencionaba, que hay altas probabilidades de que Argentina no cuente con algunos de sus valores más representativos. Hoy se encontró un nuevo equipo y asoma una flamante identidad, pero el sistema de disputa es toda una contrariedad.