Por Daniela Barreiro
Rosario Smowing, la “rockbigband” rosarina, festeja esta noche y mañana, a partir de las 22.30, en Mano a Mano Artes (Ovidio Lagos 790) sus primeros 12 años sobre los escenarios con una presentación doble anunciada como “a todo trapo”. De este modo, una de las bandas con mayor convocatoria en la ciudad repasará parte de su discografía en una verdadera “fiesta de cumpleaños”.
“Va a ser un show largo porque tenemos muchas ganas de tocar y porque es el primer show nuestro (en solitario) del año. Las dos noches van a ser shows distintos: ambos serán mezcladitos entre los temas más bailables y los que no lo son tanto”, adelantó Diego Casanova.
Con motivo del show aniversario el vocalista de la banda dialogó con El Ciudadano sobre el recorrido que hizo la agrupación que él mismo formó a principios de 2000, la actualidad de la escena musical local y los cambios en las concepciones de la profesión tanto por parte de los músicos como del público.
—¿Cómo recordás las vivencias de los primeros años de la Rosario Smowing?
—Cuando armé la Smowing ya era un tipo grande y lo único que estaba buscando era no morirme. La comencé después del único parate que tuve en mi carrera. Fue un grito de necesidad y nunca dejó de serlo, nunca tuve otro proyecto que no fuera ése: no morirme de aburrimiento. Después uno va creciendo y va buscando que esto, de alguna manera, se empariente con un trabajo por una cuestión de necesidades económicas. Yo lo único que quiero hacer son canciones y para eso lo que tengo que conseguir es ganar dinero con ellas, pero nunca hice el proceso inverso de hacer canciones para ganar dinero.
—La escena de la música rosarina está cambiando; ¿cómo se ve desde adentro?
—Ha cambiado muchísimo. El músico se topa con muchas trabas pero si se da cuenta de que nadie más que él es responsable de sus cosas va para adelante; si uno empieza a poner el peso en los demás, en esos que no están dispuestos a jugársela como uno, ahí empiezan a fallar las cosas. Creo que hubo un cambio muy grande en tanto que comprendimos que si alrededor de nuestras canciones hay un montón de plata dando vueltas, entonces queremos la parte más grande. El cambio también tiene que ver con el surgimiento de las asociaciones de músicos que, si bien plantean las cosas de diferentes maneras y por diferentes motivos, a través de ellas los músicos empezamos a juntarnos. Entendimos que debemos bajarnos del escenario porque todos no entramos, que tenemos que dejar de ser la estrella al menos por una noche. Creo que ése es uno de los cambios que se están dando en Rosario: los músicos nos vamos a ver entre nosotros. Además de que empezamos a pedir algunas cosas que no nos habían negado sino que nunca las habíamos pedido.
—Los productores están mirando más a las bandas locales como soporte de los shows internacionales…
—Puede ser, pero no porque los productores se hayan puesto buenos. Hay que entender que los productores no son músicos sino comerciantes y que no van a gastar dinero ni a poner a una banda en un show que no le reditúa. Me parece que lo que está sucediendo es el cambio de la gente, que la gente ha aceptado a las bandas locales, pero tampoco pasa porque la gente se haya puesto buena sino porque las bandas locales tienen un nivel igual o superior a las de otro lado. También están los productores que juegan con las ansias de tocar de algunas bandas y empiezan a robar plata por ese lado. Hay mucha gente que paga para tocar por una ilusión y paga encubiertamente porque no se dan cuenta de que están pagando; si estás obligado a vender una cierta cantidad de entradas, pero no tenés participación en las ganancias, estás pagando para tocar.
—¿Fue difícil ganarse un espacio en la ciudad?
—Rosario es muy abierto, por ahí te puede costar en algún momento. Sobre todo en una época en la que se decía que la gente no quería pagar para ver a bandas de acá lo que pagaba por bandas de Buenos Aires, como si venir de la General Paz te diera un plus; de Buenos Aires vienen cosas buenas y malas como de cualquier lado. Entonces lo importante fue cortar con eso y que la gente de acá se diera cuenta que es verdad eso que en Rosario hay muchas bandas con un nivel increíble. El modo en el que trabajamos acá no se da en otros lugares: nosotros cuando encaramos un show tenemos una histeria y una preparación idéntica sin importar si son cinco o mil personas en el público; eso se da en todas las bandas de Rosario y le da un plus. Los pibes salen al escenario queriendo dar un espectáculo de calidad.
—Hablás de la “General Paz”. ¿Alguna vez pensaste en irte a vivir a Buenos Aires?
—Me acuerdo que una vez le estaban haciendo una nota a Coki (Debernardis) y cuando le hicieron esa pregunta él le preguntó al periodista si se iría a vivir a Buenos Aires y le contestó que no. “Entonces por qué me tendría que ir yo”, dijo. Acá hay taxistas, abogados y también músicos. En lo personal no me iría nunca más, porque me fui. En los 80 todos se iban a Buenos Aires y yo no fui la excepción, terminé trabajando en una estación de servicio. Tenía 23 años, me fui como escapando y volví enamorado de esta ciudad.
—El último disco se titula “Se mueve”, por el movimiento constante de la banda. ¿Cómo se sostuvo la banda con esa dinámica en estos años?
—Lo que pasa es que no somos de respetar nuestro pasado. Tuvimos un gran crecimiento de edad (risas) y fuimos haciéndonos más profesionales y menos intuitivos, más estudiosos. Todos sabemos cuáles son nuestros límites y nos exigimos en la medida en que podemos. Somos un equipo convencido de lo que hacemos y de que queremos hacerlo con este equipo de gente. Cada uno cumple su rol musical y extramusical en la banda. Llegamos a cumplir doce años fundamentalmente porque nos respetamos y nos admiramos entre nosotros.
—¿Cómo sigue el año de Rosario Smowing?
—A mitad de año nos vamos de gira a Europa y estamos muy aniñados con eso. Yo no hablo una palabra de alemán y no sé como voy a hacer para que esa gente entienda lo que escribí. Estamos con mucha ansiedad, sobre todo porque en uno de los festivales tenemos que tocar junto a una banda alemana y tenemos que convivir una semana con ellos, ensayar y tocar juntos. Nosotros cantando en alemán y ellos en castellano. Es una oportunidad muy importante pero nos vamos manteniendo nuestro pie en Rosario, que es el punto de apoyo desde el que podemos saltar.
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