La vacuna “Arvac-Cecilia Grierson”, basada en proteínas del coronavirus que se elaboran y sintetizan en el laboratorio comenzará a probarse en humanos: “Podrá producirse en nuestro país de punta a punta y servirá para aprender a trabajar de nuevas formas y para futuros desarrollos”, señaló ayer la líder del proyecto, Juliana Cassataro.
Arvac-Cecilia Grierson comenzó a desarrollarse por el grupo liderado por Cassataro en la Universidad de San Martín (Unsam) y el Conicet en junio del 2020, y los estudios preclínicos fueron financiados por la Agencia Nacional de Promoción Científica (Agencia de I+D+i), dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
En tanto, el desarrollo y escalado industrial, así como el estudio clínico de fase 1, son financiados por el Laboratorio Pablo Cassará.
Un día después del anuncio de que la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) aprobó el inicio de pruebas en humanos (Fase 1) de la vacuna, Cassataro expuso sobre los detalles técnicos, la elección del nombre, lo que implica la vacuna para el país y cómo ejercen los liderazgos las mujeres.
—¿En qué se diferencia la Arvac-Cecilia Grierson de las vacunas actuales?
—La vacuna que desarrollamos se basa en producir y purificar de forma sumamente controlada una proteína (un partecita) que forma parte del virus Sars-Cov-2, y que introducida en el organismo actuará como antígeno contra el cual el sistema inmunológico de las personas desarrollará anticuerpos. Otras tecnologías más novedosas también se basan en elaborar antígenos que desarrollan anticuerpos contra una porción del virus, pero mientras que en las vacunas de RNA mensajero o vectores virales el antígeno es producido por el propio cuerpo mediante la introducción de material genético en nuestras células, en el caso de las proteínas recombinantes el antígeno es producido y purificado en el laboratorio farmacéutico con procesos sumamente controlados y validados, sin introducción de material genético en el organismo.
—¿Es una tecnología que ya se utilizó antes?
—Sí, se utiliza en otras vacunas conocidas, como la de hepatitis B que se aplica en recién nacidos desde hace más de 20 años, o la de HPV que se indica en niños y adolescentes. Es además una tecnología que puede tener menor costo de producción que las demás y es de fácil transferencia tecnológica porque hay muchos lugares que producen proteínas recombinantes; esto quiere decir que se puede producir en muchos lados. Por otra parte, puede guardarse en la heladera y esto podría hacer más fácil la distribución de las vacunas.
—¿Qué implica que Anmat haya aprobado la fase clínica?
—Implica que comenzará a probarse en humanos. Hasta ahora se ha demostrado que los animales vacunados con Arvac no desarrollan la enfermedad. Otros estudios preclínicos finalizados en diciembre de 2021 encontraron que la vacuna indujo anticuerpos neutralizantes contra las variantes que circulan en nuestro país, así como respuesta celular T.
—¿En qué consistirá esta fase 1?
—En esta fase 1 participarán 80 voluntarios sanos que ya hayan recibido un esquema de vacunación previo completo, que no hayan recibido refuerzo y que no hayan tenido covid en los últimos dos meses. El objetivo principal de esta fase es comprobar la seguridad y el tiempo estimado de duración es de tres meses. Si todo sale bien se avanzará con las fases II y III, destinadas a evaluar ya no sólo la seguridad sino también la inmunogenicidad, que incluirán un número mucho mayor de voluntarios y llevarán otros tres o cuatro meses más. Es decir que para octubre o noviembre 2022 si todo marcha sin ningún inconveniente podríamos tener todas las fases completas.
—¿Qué implica esto para el país?
—Hay una vacuna terapéutica del Instituto Leloir y el Conicet para tratar melanoma que completó fases 1 y 2 y, creo, 3, pero entiendo que no hay antecedentes de ninguna otra vacuna preventiva para enfermedades infecciosas en humanos desarrollada en Argentina que haya realizado la fase 1 en el país. Está el caso de la vacuna desarrollada en el Maiztegui contra fiebre hemorrágica argentina, pero creo que los ensayos clínicos no se realizaron en la Argentina. En ese sentido sería la primera vez que una vacuna preventiva diseñada en una universidad pública llega a realizar ensayos de fase 1, es un hito para todo el sistema público de ciencia y tecnología; cada paso nos va a servir para generar en ésta y otras vacunas nuevos desarrollos y nuevas formas de trabajar. Es un paso muy importante de un largo camino. En este contexto es importante destacar que el proyecto comenzó a avanzar más rápido cuando los investigadores de la universidad nos vinculamos con los de la empresa Laboratorio Pablo Cassará, que tenían más claro el tema regulatorio. Quienes hacemos investigación básica no tenemos esas cuestiones tan en mente, en eso es clave la existencia de investigadores en empresas biotecnológicas que tienen esa mirada.
—¿Por qué eligieron ese nombre?
—Cecilia Grierson fue la primera médica argentina, también creó la escuela de enfermería y muchas otras cosas en las que fue pionera. Cuando pensábamos un nombre buscamos el de alguien a quien sus logros le hubieran costado mucho como a nosotras y nosotros, que haya seguido un camino que no estaba tan señalizado de antemano. También queríamos hacer un homenaje a todo el personal de salud que laburó y labura tan duramente en esta pandemia.
—¿Hay más barreras para que las mujeres lleguen a liderar proyectos en ciencia?
—Hay algo de compatibilizar la vida con las tareas de cuidado que es diferente por cómo fuimos criadas en nuestra generación. Yo paso un promedio de 9 a 10 horas en el laboratorio, pero si un día tengo que salir corriendo a buscar a mis hijas lo hago. La maternidad es un punto de inflexión en la carrera de cualquier científica; aun así, seguimos para adelante. Por otro lado, en el grupo somos muchas mujeres y hay algo en la forma que ejercemos los liderazgos que es distinto; nosotras queremos que el trabajo se haga, que funcione, no importa quién esté al frente.