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Arte con imágenes nacidas en las entrañas de la ciencia

Pablo La Padula es biólogo y se formó en artes visuales. Sus trabajos resignifican lo producido para investigación.

Pablo La Padula es doctor en Ciencias Biológicas y pasó por Rosario para dar una conferencia sobre “El arte de la imagen”, invitado por Conicet Rosario y el Museo Provincial de Ciencias Naturales Ángel Gallardo.

La Padula trabaja en varias líneas de investigación en el Laboratorio de Hipoxia y Respiración Celular del Instituto Taquini, en la órbita de la Facultad de Medicina de Buenos Aires. Publica sus trabajos científicos en reconocidas revistas del mundo de la ciencia: Brain Research, Hypertension, Journal of Applied Physiology y Journal of Hypertesion.

Atraído por las imágenes obtenidas en sus trabajos de investigación, comenzó a formarse en artes visuales con Carlos Gorriarena, Eduardo Stupía, Ernesto Pesce y Alberto Goldenstein, y con  teóricos en la Universidad Torcuato Di Tella.

Hoy puede observarse su última obra, un gabinete biológico, en la muestra del Bicentenario en el CCK en Buenos Aires.

—¿Qué tiene que ver la imagen con la ciencia?

—Esta es una pregunta que los científicos no se hacen. Soy biólogo y trabajo en la Facultad de Medicina de Buenos Aires haciendo ciencia aplicada y básica y, en algún momento, recurrimos a la imagen. Ese registro con el que capturamos la naturaleza es igual al que enfrenta el arqueólogo cuando exhuma de una cantera un hueso e intenta leer en él sus huellas. Así, nosotros tomamos una imagen, muchas veces captada a través del microscopio, e intentamos leer en ella.

El lenguaje de la imagen

Para La Padula, la gran operatoria de la ciencia es tratar de traducir esa imagen “que nos penetra a través de los sentidos. A los biólogos nos entra a través de nuestros ojos, por lo que debemos mirar para luego traducir matemáticamente lo que esa imagen muestra a un sistema de cuantificación. Es decir, pasamos de un modo de percibir el mundo a un lenguaje matemático, porque la nuestra es la ciencia de la cuantificación, de lo verdadero o falso, ya no es más una ciencia de la ética o de la estética, de lo bueno, lo malo, lo bello y lo feo.

—¿Preocupados por la evidencia?

—En ciencia transformamos una “evidencia” sensorial en una evidencia numérica, porque la ciencia se comunica universalmente a través de un lenguaje matemático. Como biólogo, parto de la captura de una imagen. Y trabajo fuertemente la imagen. Y lo hago desde una programática similar a la empleada en las artes visuales.

—¿Es allí donde percibió ese salto al arte?

—…ahí es el salto al arte. A su vez, la ciencia tiene un sistema que es muy perfecto en sí mismo, efectivo y productivo. Hoy más que nunca es productivo en esta sociedad de consumo. Por lo cual no me interesa romper ese diseño científico. Sí me interesa objetivar y potenciar la capacidad de uso de la imagen, al tiempo de concientizar al campo científico que el uso que hacemos de la imagen no es un uso objetivo. Es un uso subjetivo en función de una programática de investigación científica y, a la vez, un producto cultural que entra al campo de las artes visuales. No tiene ni más ni menos objetividad que un gran cuadro. Se trata de una operatoria que pretende manipular la materia, concretamente.

—Alguien, relacionado con el arte, sostenía que “no vemos el mundo como, es, sino como somos…”

—Yo creo en esa visión. Y lo que vemos son visiones instrumentales que nos permiten explicar mejor las preguntas que nos atraviesan, pero sabiendo que los nuestros son modelos instrumentales que no reflejan la verdad objetiva. Y creo que ése es “el arte de la ciencia.

—De todos modos, cada visión dependerá del “saber” de quien mire.

—Exactamente. Recuerdo cuando comencé a estudiar arte, tuve una reunión con Carlos Gorriarena y le dije que yo era sólo un intuitivo en mi relación con el arte. «Soy estudiante de biología», le dije. «Con eso te sobra», me contestó, y agregó: «Los biólogos, justamente, están entrenados para mirar». La mirada del científico, agregaría yo, tiene que ser una mirada ingenua, no atravesada por las problemáticas epistemológicas.

—¿Una mirada naïf?

—Sí. Una mirada sorprendida. Eso mismo pasa en las artes visuales, en las bellas artes. Esto me lo enseñó Gorriarena, para quien una obra es interesante cuando uno se siente muy ajeno con lo que ha producido. Uno se siente extrañado con lo que hizo.

—¿Llevar un producto de la ciencia al mundo del arte es una manera de mostrarla?

—El arte puede ser un gran divulgador de la ciencia porque el uso de la imagen es el lenguaje universal básico. Los niños comunican cosas a través del uso de la imagen. Es mucho más complicado traducir la sensación a palabras que a una imagen.

—¿Se podría decir que ciencia y arte se unirían en la imagen?

—La ciencia es una ciencia de la visualización del mundo; la imagen la modela y comunica. Por otro lado, los profesionales del uso de la imagen son los artistas visuales. Son espacios en los que se puede alcanzar una potencial colaboración para el uso de la imagen donde conviven artistas visuales colaborando con científicos para el uso de forma programática de las imágenes.

—¿Usted hace una síntesis de ambas?

—Trabajo en ambos campos y he hecho algunos experimentos visuales con artistas de la imagen, enfrentándolos a imágenes científicas. Ellos tienen la capacidad de leer esas imágenes con una mirada desprovista, casi ingenua, sin el preconcepto de lo que tiene que ser esa imagen para el campo científico y hacen una lectura visual mucho más honesta  que, tal vez, la del propio científico que ha salido a buscar lo que quiere encontrar.

—Cuando está en el laboratorio, ¿lo urge el apuro por captar una imagen para usarla como expresión artística?

—A veces, pero trato que no. Yo trabajo en esta dirección: trato que la imagen científica, cuando es poderosa, sea preservada dentro del campo de la ciencia; y mostrarla a la sociedad como una imagen potente que proviene del campo de la ciencia.

La obra que se expone en el Centro Cultural Kirchner de Buenos Aires.
La obra que se expone en el Centro Cultural Kirchner de Buenos Aires.

La Padula pone el acento en este punto como si quisiera que quede claro. Ya que esa imagen será una forma de comunicar a la sociedad, advirtiendo que se recurre a ella como parte necesaria de un trabajo científico; trabajo para el cual el ciudadano ha aportado al pagar  impuestos.

“El uso de la imagen en la ciencia es clave –sostiene– y hay que mostrarla tal cual es. Para que la sociedad tenga la capacidad estética de evaluarlas. A su vez, debemos proveer a la gente las herramientas intelectuales imprescindibles para que puedan hacer una lectura no sólo estética de esa imagen científica sino una lectura crítica sobre lo que es la imagen en cuestión.

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